Por: Rafael Domínguez Rueda.

Si no gritamos la verdad con la misma 

fuerza que ellos gritan la mentira,

lamentablemente ganará la mentira.

El día 7 de este mes de noviembre, Arturo Zaldívar Lelo presentó su renuncia al cargo de ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), consignando como motivo que su ciclo en ese tribunal supremo había terminado.

Por principio, la renuncia del ministro es inoportuna e ilegal. Inoportuna porque transgrede la garantía de inamovilidad de los ministros; porque la hace para que el presidente incruste en esa Institución a un o una incondicional;  porque pone en entredicho el papel de juzgador; porque está propiciando que en adelante el cargo de ministro sea utilizado como moneda de cambio.

Antes de pasar al tema de la ilegalidad quiero hacer una reflexión sobre el grado de degeneración en que hemos caído, pues los actores sin ningún escrúpulo pisotean su dignidad,  como lo está haciendo Zaldívar, sin el menor resquemor mienten, sin ningún pudor violan las leyes, y nosotros nos quedamos callados.

“Cada pueblo tiene el gobierno que se merece”, afirmó Joseph de Maistre. Yo creo que los mexicanos no nos merecemos el gobierno que tenemos, más bien la gente tiene al presidente que se le parece. Los mexicanos estamos condenados a tener únicamente a gobiernos corruptos e incompetentes; unos fracasados y otros oportunistas, ya que los mexicanos hemos tolerado por apatía, por falta de carácter, por ese valemadrismo, traducido en un elevado abstencionismo electoral, dando paso a los pobres, a los ignorantes y a los mafiosos, quienes sostienen a esa casta de políticos acostumbrados a la tranza, a la corrupción, a la mentira, a vivir con el espinazo doblado ante el superior, en suma, políticos carentes de valores, principios, dignidad y congruencia.

Es evidente que estamos viviendo un profundo vacío de valores, un enorme desprecio a los principios, una insensible falta de carácter. Estamos aturdidos, confundidos, perdidos entre prisas y ruidos, justificando errados procederes. ¿Por qué hemos llegado a esta vergonzosa situación?

En casa aprendimos el respeto, en la escuela nos formaron en la disciplina y en el trabajo nos volvimos responsables. La puntualidad, la tolerancia, la honestidad, la generosidad, la laboriosidad y la perseverancia también eran parte del diario vivir. Cualquier ocupación, actividad, trabajo o negocio, por ejemplo, se pactaban con la simple palabra de las partes.

¿Qué pasó para que los principios y valores anden tan extraviados en nuestros días? Unos dicen que es debido a la transformación de la sociedad, otros sostienen que nos hemos alejado de Dios; varios culpan a los medios de comunicación y no faltan los que le atribuyen esta situación al llamado entorno global, o sea, lo que nos rodea.

Ciertamente hay algo de todo eso. Pero, por un lado, hay que agregar la descomposición y los conflictos familiares, los vicios, la crisis económica, la envidia, el alcohol y la corrupción como estilos de vida, y por otro, los gobiernos, como el de Echeverría que alargó los ciclos y redujo los contenidos, mientras el actual también ha castigado a las materias con el fin de que haya menos ciudadanos preparados, pues como dice López Obrador, “ayudando a los pobres vamos a la segura”, porque no se trata de un asunto personal, “sino un asunto de estrategia política”.

Lo que vivimos actualmente es una apología a los extremos, en donde prevale la ley de la selva, “no me salgan  con que la ley es la ley”… y se echa por la borda la espiritualidad. Por eso ahora la gente cree que puede hacer lo que se le dé la gana, con tal de tener amor, dinero y poder, lo que los marea, pues acaban como pendejos. Perdón por la palabra, pero, dígame usted amable lector si no coincide con migo. Arturo Zaldívar, después de ser la máxima autoridad judicial, de ganar más del triple del presidente y considerarse un intelectual ha terminado como obsequioso, obediente y lacayo de un autócrata. 

La renuncia de Zaldívar viola el artículo 98 de la Constitución que establece que las renuncias de los ministros solamente procederán por causas graves, como el motivo no está en el supuesto, también incurrieron en falta el ejecutivo federal al aceptarla y el Senado al aprobarla.

Por otro lado, el artículo 101, 2do. párrafo de la Constitución dispone que los ministros dentro de los dos años siguientes a su retiro, no podrán actuar a favor de particulares y el 3er. párrafo del mismo artículo prevé que tampoco podrán ocupar algún cargo dentro de la federación, ni de los poderes locales. Y resulta que Zaldívar “se quitó la toga y se puso el chaleco de Morena”.

Más aún, el último párrafo del artículo 101 constitucional ordena que debe sancionarse retirándole el cargo, quitándole las prestaciones, los beneficios y su pensión, lo que no se ha hecho, a pesar de que hizo pública su participación en el equipo de la Sheimbaum, demostrando una vez más que se puede pasar por encima de la ley, pues no hay Colegio, Barra de Abogados o Constitucionalistas que puedan hacer respetar las leyes.

Ahora, no hay que perder de vista que el motivo de la renuncia y esto es lo más grave, gravísimo es que AMLO compró a Zaldívar para que elabore la reforma al poder judicial cuyo primer paso sea la desaparición o alineación de la SCJN, a fin de instaurar un tribunal institucional partidista, como Oficialía de Partes para que, en vez de que haya justicia en México, simple y llanamente sea un brazo ejecutor al servicio del poder presidencial, es decir, el presidente intenta dar literalmente un golpe de estado para quedarse con los Poderes de la Unión.

Esto es una ruptura al orden constitucional, un agravio a la división de poderes, una deshonra para los juzgadores y una traición a la patria.

En el momento en que el poder judicial de la federación quede sometido al presidente de la  república, en ese momento se acabó la maltrecha democracia de México.

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