Por: Rafael Domínguez Rueda

Este primero de junio de 2025 se consumó uno más de nuestros pronósticos.
Hace meses, en esta columna, advertimos que “México camina hacia otro México».


Y el pasado domingo ya entramos a ese otro México. No el que nosotros hubiéramos querido: un México libre, independiente, seguro, justo, democrático y progresista. Porque el progreso atrae bienestar, estabilidad y seguridad. Y el bienestar se convierte en comida, alimentos, ciencia, trabajo, medicinas, escuelas, escenarios, libros y esperanza para todos los ciudadanos; pero, nada de eso vemos, ni se vislumbra que vayamos a tener.


México tiene siglos de luchar contra el absolutismo: primero, el monárquico de Iturbide; en seguida, el absolutismo de Santa Anna; luego, el presuntuoso de Juárez; a continuación, la dictadura de Porfirio Díaz; sobrevino el PRI con una «dictadura perfecta» que desemboco con el perverso populismo de López Obrador y su virreina.


El virreinato fue el renacer de España, no el de México, nuestra Independencia fue la fantasía de unos criollos que querían cambiar las cosas, pero siguió todo igual. Iturbide un militar desleal, traicionó a los miembros de la Profesa, al virrey y a Vicente Guerrero, al convertir la revolución de democrática en aristocrática. Santa Anna que gobernó varios periodos fue marcado por la corrupción, autoritarismo y la perdida territorial. Juárez, con su enorme importancia, fue la gestación de una conciencia nacional Leyes de Reforma que después de 12 años de gobierno, nos dejó en islas; era el de entonces un México archipiélago. Porfirio Díaz fue un dictador, sí, pero no un tirano ni malévolo; don Porfirio hizo cuanto pudo para aparecer como un padre bondadoso y logró progreso para México, seguridad para los mexicanos y respeto internacional 30 años de paz porfiriana los pago México con 20 años de guerra y un millón de muertos. Era la lucha una vez más para devolver al pueblo lo que al pueblo correspondía: la soberanía. Pero la soberanía nunca la ha conocido.

Al pueblo de México le han usurpado su soberanía, le han usurpado su democracia, le han usurpado el sagrado derecho de saber elegir a sus gobernantes, a sus legisladores, a sus representantes populares, porque las masas votan por los candidatos del partido dominante; antes era el PRI, ahora Morena. Si don Porfirio claudicó y cayó en la dictadura, la Revolución fracasó y sucumbió a la prevaricación (abuso de poder). Hemos caído en la usurpación; una usurpación que durante casi un siglo abanderó el PRI y logró arraigar en la sociedad, pues en su momento, el panista Carlos Castillo Peraza nos lo advirtió: «El priista que todos llevamos dentro».

Y la frase no es una simple metáfora, pues la influencia del priato o del PRI, no solo ha sido una realidad en términos políticos, sino también culturales, sociales, económicos y hasta familiares. Si ha habido una presencia idiosincrática y cultural de ser parte de un sistema porque, quiera uno o no, si vivimos en un país en el que la influencia del PRI está en todos los ámbitos, es muy difícil abstraerse de ello. Y la mejor prueba son sus protagonistas: Andrés Manuel López Obrador, Ricardo Monreal, Manuel Barlet, Mario Delgado, todos expriistas de “hueso colorado» que, se valieron de la máscara de morena, para seguir reinando, pues conocían el sistema, usaron a las masas intelectuales para pervertir y destruir a la endeble democracia mexicana.

La desastrosa elección del pasado domingo fue un fracaso de la 4T. La raquítica afluencia prueba la realidad que estamos viviendo. Una realidad antidemocrática, impopular y construida a base de mentiras.

La elección fue un gran sainete de votaciones falsas, montado en un escenario con actores fingidos y urnas vacías.


Según conteo del INE votó poco menos del 13% del padrón general. A ese total hay que descontar poco más de un millón de sufragios que anularon en su boleta los votantes. También restar las boletas que se marcaron equivocadamente, que la anularon, cuyo porcentaje es mayor que el de los que la anularon. Con todos estos resultados debería ser motivo suficiente para anular las elecciones; sin embargo, la Presidenta el lunes declaró que la elección había sido un éxito.


Y es que, desde este 2 de junio de 2025, ya vivimos en ese otro México, en donde Claudia Sheinbaum preside ya una dictadura constitucional instaurada por una carpa con urnas semivacías.


Este otro México se encamina a la ruina, mal gobernado como está, guiado por una camarilla de politicastros rastreros, entre los que Noroña es el mejor ejemplo.


Las conquistas democráticas conseguidas con mucho trabajo por los ciudadanos han sido sustituidas por el engaño, la charlatanería y un perverso populismo que ha convertido a los pobres en bobos, pues celebran todas las estupideces del pastor que se aprovecha, para seguirlos usando en su afán de apropiarse del país y seguir dominándolo.

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