Cuando la tos es tuberculosis – Don Chimino

Por: J. David Flores Botello

CUANDO LA TOS ES TUBERCULOSIS.- La tuberculosis sigue siendo una enfermedad presente en México, y aunque muchas personas piensan que es cosa del pasado, la realidad es que todavía afecta a niñas, niños y adultos en todo el país. Es causada por una bacteria muy resistente llamada Mycobacterium tuberculosis. Este bacilo tiene una característica muy particular: crece lentamente, puede vivir mucho tiempo en el cuerpo sin dar síntomas, y cuando finalmente se manifiesta, comienza a dañar los pulmones poco a poco. Va consumiendo al organismo en silencio, sin dar señales ruidosas al principio. En los niños, la tuberculosis puede ser más difícil de detectar porque no siempre se presenta con los síntomas clásicos que vemos en adultos como la presencia de tos con flema o sangre. En lugar de eso, podemos encontrar una tos que simplemente no desaparece, fiebre por las tardes, sudoración nocturna, pérdida de peso, falta de apetito o inflamación de ganglios en el cuello. En algunos casos, el niño o la niña solo se ve más cansado, más apagado, menos activo de lo normal. Y si en casa hay alguien —un abuelo, una tía, un vecino— que ha tenido tuberculosis, el riesgo de contagio aumenta. Por eso, si un niño o niña tiene tos por más de dos semanas, o presenta cualquiera de estos signos sin una causa clara, es fundamental llevarlo al centro de salud. Allí se pueden hacer los estudios necesarios para detectar la enfermedad. No hay excusa ni pretexto para dejar pasar una enfermedad que se puede diagnosticar y curar a tiempo. Mucha gente confía en que, si el niño fue vacunado con BCG al nacer, ya está protegido. Y sí, la vacuna BCG es muy valiosa. Protege contra las formas más graves de tuberculosis en la infancia, como la meningitis tuberculosa o la tuberculosis diseminada. Pero no la exime por completo del riesgo de contagio. Es decir, un niño vacunado aún puede enfermar si entra en contacto con alguien con tuberculosis pulmonar activa. La vacuna ayuda, pero no sustituye la vigilancia ni la responsabilidad. El tratamiento para la tuberculosis existe, es efectivo y salva vidas. Pero requiere algo fundamental: constancia. No se puede suspender. Son varios meses de tomar medicamento todos los días, incluso cuando el paciente ya se siente mejor. Si se abandona el tratamiento, la bacteria se vuelve más resistente, más difícil de eliminar, y puede regresar con más fuerza. Esto pone en riesgo al enfermo y a todos los que lo rodean. Tratar a tiempo y con disciplina no solo cura a quien está enfermo: también evita que la enfermedad se siga propagando. Y para no olvidar la importancia de esta enfermedad, el 24 de marzo se conmemoró el Día Mundial contra la Tuberculosis, porque fue en esa fecha, en 1882, cuando el doctor Robert Koch anunció el descubrimiento del bacilo causante de esta enfermedad. Ese hallazgo cambió la historia, porque permitió comenzar a entenderla, diagnosticarla y combatirla. Todos debemos estar atentos: una tos que dura no es normal. La tuberculosis se puede prevenir, detectar, tratar y curar. Pero para lograrlo, necesitamos atención temprana, compromiso familiar y confianza en los servicios de salud. La salud no puede esperar. La salud empieza por observar, por preguntar y por actuar a tiempo. Una tos persistente puede parecer un detalle pequeño, pero si se ignora, puede crecer. Y si se atiende, puede salvar una vida. Porque cuando un niño deja de toser, vuelve a reír, a correr y a soñar. Y eso, para quienes amamos la infancia, lo vale todo.Recuerde: una tos que no se quita puede ser tuberculosis. No la ignore.

DON CHIMINO.- Lo que son las cosas. Lo que antes era hoy ya no es. Y no nomás en lo tocante a uno como persona sino que, con el paso del tiempo, todo cambia. ¿Se acuerdan de las calles lucidas de Iguala? Taban empiedradas, parejitas, bonitas. Tenían su pendiente hacia el centro. Cuando cáiba l´agua juerte toda la calle se llenaba de agua, de pader a pader, al dejar de llover se podía caminar por las orillas, en el centro se hacía un riachuelo que disfrutábamos mucho. Hacíamos barquitos de papel, los echábamos a l´agua dende la esquina y los íbamos siguiendo hasta llegar a la otra esquina onde se juntaban con l´agua que bajaba de la otra calle. Cuando taba algo juertecita la corriente, áhi mero se hundÍa al encontarse las dos corrientes, y cuando no, se seguía el barquito hasta la otra cuadra. En veces cuando ya solo corría agua por el cengro de la calle, hacíamos competencias a ver quién saltaba el riyito sin pisar l´agua. No faltaba quien quedara empapado por las salpicadas o porque de plano se cayó de sentón. Yo siempre he sido de piernas zanconas y eso me daba chance de brincar más largo, además de que de por sí taba yo guasaco. Me encarreraba y casi siempre el que ganaba era yo. Hasta que una vez pisé una piegra floja, se me torsió el tobillo y cayí como plancha en medio del río callejero, por poco me rompo la tatema. Ora ya no hay calles empiegradas, asegún se las llevó pa su casa uno que jue presidente menucipal y puso en su lugar cemento. Ora cuando llueve juerte no se baja l´agua de las orillas hasta que se baja el nivel en toda la calle, no se hacen riyitos en medio como antes. Cuando encementaron las calles dejaron banquetas de más de un metro de ancho y podía uno pasar sin croblemas. Ora, las banquetas son un desmadre. Unas altas, otras con escaleras para entrar a las casas, con rampas resbalozas, con un arbolito o una jardinera estorbando el paso que hasta se tiene uno que bajar a la calle pa poder pasar por áhi. Hay partes en todas las calles del centro onde las gentes que venden cosas, tanto fijos como ambulantes, ya se adueñaron de las banquetas y hasta de parte de la calle. En algunas calles de dos carriles solo uno sirve para que pasen los coches, el otro carril lo ocupan como estacionamiento, como tianguis de sus cosas, pa poner sus mesas y sillas pa la taquiza o las garnachas o pa sacar sus mercancías de sus tiendas. Ya algunas gentes no respetan a las otras gentes. Y no hay poder que haga respetar los derechos de los demás. De las autoridades menucipales, ni sus luces. Antes nos obligaban a tener barridas nuestras calles y si no, lo multaban a uno o era mal visto por los vecinos. Todos barríamos nuestras calles y no andábamos poniendo estorbos en las banquetas. Ora cá quien hace lo que se le pega su gana en disque “su” banqueta… y “su” calle. Piensan que plantar un arbolito en su banqueta o en su calle es ecológico, es ayuda a la naturaleza sin pensar en las gentes que ya no miran bien o que usa algo para ayudarse a caminar. Un árbolito en la banqueta o enla calle le dará sombra, a la mejor hasta se mira bonito si es de esos que se pueden recortar con tijeras pa´ darle forma pero, dende el punto de vista de urbanidá y de humanidá áhi sí que no pensaron en eso, les valió queso tapar el paso. Onde que en veces se vuelve un miadero y cagadero (con perdón de Usté) de algunos animalitos. ¿Onde ta la autoridá que permite que rompan las calles y banquetas pa hacer eso? ¿A quién le toca supervisar que las banquetas y calles estén libres de puestos de comida o de vendimia de todo? Antes solo uno que otro coche pasaba por las calles y podíamos echar partido de fut entre vecinos o entre barrios ocupando toda la calle sin ningún croblema. Ora hay un chingo de coches y un moterío de motos, tiene que andar uno avispa porque si no, en una de esas te pasan a tráir. Ya no hay lugar pa estacionar su coche de uno en la calle. Por lo menos en el día, ya en la tarde sí hay lugares pero, en algunas partes del mero centro en veces no hay ni pa estacionar una moto y menos un coche. Antes, sentados en el techo de nuestro cantón, que adactamos como terracita, podíamos mirar mi Púchun y yo, más de la mitán de lo alto de la iglesia de San Francisco y, dende hace 27 años, tambor a nuestra bandera en su asta menumental ondeando en lo alto en el cerro del Tegüegüe. Dende el año pasado ya casi no podemos mirar a la iglesia, solo algunas partes. La bandera sí se sigue mirando completa, sin croblemas, no sé por cuanto tiempo asina. Frente a mi casa, en su patio, un vecino plantó un árbol de pochote. Esos árboles crecen altísimos echando ramas a lo cabrón. Echan por niveles, por tramos, cuatro ramones, uno a cada lado, largos y gruesos, que se extienden a cada lado, como brazos de gigantes formando una cruz, si se mira dende arriba. Este árbol del vecino, que tambor se conoce como ceiba, ya nos tapó la vista de la iglesia. Por eso digo, que lo que antes jue, ora no es. ¡Ni modos! Áhi nos pa l´otra, graciotas.

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