Caminos venturosos
Por: José I. Delgado Bahena
De las mejores lecciones que la vida me ha dado, es reconocer que el arte, la cultura en general, y la literatura en particular, te conducen a descifrar la vida a través de las emociones. Es decir: si una obra de arte: un cuadro, una canción, un libro, una escultura… te provocan sensaciones internas que se desahogan con una exclamación, un suspiro, cerrar los ojos y soñar, volar, imaginar, pasear por esos mundos imaginarios que los autores construyen con sus talentos y su creatividad, es la mejor demostración de estar vivos, y de encontrar los reflejos de nuestra existencia en las obras que conmueven nuestros sentidos.
Como seres humanos, somos sensibles por naturaleza. Luego, al hallarnos frente al origen de estímulos que nos emocionan, con frecuencia explotamos en una lágrima que se desliza tímidamente por nuestra mejilla y cae dolorosamente hacia el vacío de la eternidad.
El arte, en sí, causa esos efectos. La risa, el llanto, la ensoñación, son solo reflejos de lo que, de por sí, somos: vasijas que necesitan ser llenadas por afectos, ternura, atenciones, impulsos hacia el reconocimiento individual y hacia el colectivo que somos como humanidad.
Nadie escapa. Niños y jóvenes, adultos y ancianos, todos tenemos necesidad de una palabra, de un gesto, de un abrazo, de una sonrisa que nos estimule. Generalmente lo encontramos en otros humanos, cercanos o conocidos; pero cuando no es así, el mejor refugio es el arte. Escuchar música instrumental, leer un libro, ir a un museo y abstraernos ante una pintura, ir al teatro, asistir a conciertos y a recitales. Todo lo que entra por nuestros ojos y nuestros oídos transita por las veredas extrañas de las emociones y llega hasta lo más profundo de nuestro ser, aislándonos de los dolores del cuerpo y perfumándonos el alma.
Como escritor, las recompensas que he tenido, en los dieciocho años que llevo publicando mis libros, son incontables; pero recientemente he tenido dos que me han llenado el corazón hasta llegar a desbordarse en lágrimas.
La primera fue en la Ciudad de México, donde fui invitado a la presentación de los textos de terror de mi libro “Maldito Chaneque”. Fue en un lugar pequeño, pero lleno de buenas intenciones. Es un restaurante, en la colonia Roma, donde una familia, originaria de Iguala, le ha dado un sello cultural con folklore, dramatizaciones, presentaciones de libros, poesía y, por supuesto, el pozole estilo Guerrero.
Ocurrió cuando dos personas narraron dos de mis cuentos de manera tan magistral, que hicieron que los presentes nos imagináramos lo que en su momento pasó por mi mente para luego llevarlo a la palabra escrita. Repito: cuando eso pasó, me impactó tan tremendamente que no pude evitar soltar un par de lágrimas y sorber un poco de mezcal para destrabar el nudo que se había hecho en mi garganta.
La otra, más reciente incluso, fue este lunes 14 de noviembre, cuando asistí al plantel del Colegio de Bachilleres que está en Xalitla, invitado por el director, siendo intermediario mi sobrino Alan Yair Bahena Figueroa, quien labora en ese plantel, para llevar a cabo una plática con los muchachos sobre mi obra y el oficio de escritor; todo esto en el marco de las actividades que ellos realizaron para conmemorar el Día Nacional del Libro.
Como antecedente, les comento que ya había estado en esta institución educativa, hace aproximadamente tres años, antes de la pandemia. En aquel entonces, acompañé a la maestra Martha Mazón Parra, quien era delegada del Colegio en la zona Norte y ella desarrollaba un programa al que denominó: “Un escritor nos visita”.
La verdad, aquella vez me llevé una gran sorpresa al advertir que padres y alumnos se interesaron en adquirir mis libros. La sorpresa fue porque, siendo una comunidad indígena, donde la principal fuente de ingresos es el trabajo artesanal, no imaginé que emplearan sus recursos para comprar libros, pero así fue.
Ahora, nunca pensé que la respuesta de los alumnos sería igual. De hecho no fue igual, fue superior. Me encontré con muchachos que han desarrollado un gran gusto por la lectura, escriben y desean que les apoye. Realmente, fue una mañana tan productiva que me siento motivado a asistir a otros centros educativos a fomentar la lectura. Agradezco al director Eddy Carlos Castrejón Olivares, por la invitación, y lo felicito por la labor que realiza.
Definitivamente, mi vida transita por los venturosos caminos del arte y la cultura. No quiero que sea de otra manera, sobre todo cuando he encontrado cómplices que me acompañan.