Sector 7

Oct 22, 2022

“Este soy yo…”

Por: José I. Delgado Bahena

Hoy, sábado 22 de octubre, se llevará a cabo un homenaje, in memoriam, a una persona que no tuve el gusto de conocer más que por referencias de la familia donde tuvo como hermana a la profesora Efigenia Márquez Rodríguez, quien fuera mi maestra de matemáticas en el CREN de Iguala.

Por ella, la maestra Efigenia, y con sus propias palabras, me enteré de quien fuera abogado, pintor, poeta, promotor cultural y gran ser humano: José Armando Márquez Rodríguez, y a treinta años de haber partido de este mundo, como dije, le han organizado un homenaje, coordinado por el contador José Guillermo de Luna Moreno, quien fuera amigo muy cercano del homenajeado.

“Pueblo donde nací…”, así inicia un poema que José Armando escribió cuando regresó de Villahermosa, Tabasco, al entonces Distrito Federal, ahora Ciudad de México, dedicado a la ciudad de Apaxtla de Castrejón, Guerrero, lugar donde nació y al cual le tenía un cariño muy especial, lo mismo que a su gente.

José Armando fue el primer hijo varón del matrimonio formado por J. Félix Márquez y Delfina Rodríguez y, según nos cuenta la maestra Efigenia, desde muy pequeño fue inquieto y cariñoso con la familia y los amigos. A temprana edad se interesó por la lectura, descubriendo en ella una de sus más grandes pasiones. El primer libro que llegó a sus manos fue “Corazón diario de un niño”, del autor italiano Edmundo de Amicis.

Su adolescencia se enriqueció con la presencia de entrañables amigos, compañeros de la secundaria en Iguala; con quienes formó el grupo CIMA (Club Igualteco Movimiento y Acción), con la finalidad de fomentar actividades culturales entre la sociedad igualteca. Estos amigos de Iguala, fueron súper valiosos para él, ya que lo acompañarían por el resto de su vida, forjando raíces profundas de amor y amistad, parte de un árbol perenne que sigue cobijando con su sombra hasta estos días.

Pero José Armando tenía anhelos y grandes alas; entonces, tomó como nueva ruta la Ciudad de México, ingresó a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), a estudiar la carrera de Derecho, trabajando paralelamente para ayudarse económicamente. Luego, ya como profesionista, disfrutó mucho ejercer la abogacía. El mayor tiempo de su carrera laboró en la Junta Local de Conciliación y Arbitraje; quienes lo trataron aseguran que fue un gran amigo y buen compañero de trabajo.

“Armando nos enseñó una forma distinta de disfrutar la navidad en familia. Ya trabajando en la Ciudad de México, nos sorprendió en un diciembre con nuestro primer árbol nevado, dándole realce a nuestra navidad en Iguala; le gustaba la formalidad y la elegancia en la cena. Todos recibíamos un regalo, detalle que hasta la fecha tratamos de inculcar en las nuevas generaciones de la familia, honrando con ello su espíritu, siempre jovial”, nos comparte la maestra Efigenia, con emoción y añoranza.

Dice, también, que: “Siempre rodeado de libros, enriqueció su mente y espíritu y nos compartió el gusto por la lectura; en sus ratos libres hacía lo que más le gustaba: leer libros, escribir poesía, dibujar y pintar al óleo y con la técnica denominada “sanguínea”.

El ejercicio de su profesión lo llevó a Villahermosa, esa “tierra con agua”, como la llamó en sus poemas, que le cautivó el corazón.

La maestra nos dijo que, cuando su hermano regresó de Villahermosa a la Ciudad de México, lo hizo entusiasmado por los amaneceres y atardeceres, en la contemplación de los paisajes, por la fraternidad humana, de colores y lágrimas que el tiempo no borró.

“Y sucedió algo inesperado: el hermano líder, ejemplar, proveedor y generoso, que cautivó corazones, se nos alejó del plano terrenal dejándonos devastados moralmente, sin ganas de caminar, llenos de dolor; nuestra alma grita sin encontrar consuelo, la orfandad familiar nos cubrió a todos.”

Y finalmente, la maestra expresó, como lo hizo él, con sus palabras: “…y mirarme a los ojos, para quitar las lágrimas que el viento no quitó, y descansar para siempre en el viejo panteón”.

Ese ciclo de amaneceres se cerró el 3 de marzo de 1992.

El programa que se ha organizado para recordarlo, teniendo un selecto grupo de invitados, incluye una exposición pictórica con la obra de José Armando Márquez, un recital poético musical y, por supuesto el brindis de honor. Se llevará a cabo en la casa del contador De Luna, en Guerrero 39, donde hemos asistido a excelentes eventos como, estoy seguro, será el de hoy. Gracias por la invitación.

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