-Travesía en el río subterráneo.

Por: Rafael Domínguez Rueda

Voy a narrar una actividad que los igualtecos no debimos dejar perder. Además de un homenaje era una fantástica travesía.

Explorar ríos subterráneos es una experiencia maravillosa, y en la región limítrofe de los estados de México, Morelos y Guerrero, se puede practicar esta interesante excursión en el río que tiene varios nombres y que finalmente conocemos como Amacuzac.

El río se forma de los deshielos del Nevado de Toluca, baja por la montaña para entrar en la barranca de Malinaltenango; pasa por Pilcaya, sigue a Chontalcuatlán y pasando este pueblo se interna en el cerro de Atlaltepec, en donde el río recorre 5 mil 800 metros en la oscuridad de la cueva, hasta salir debajo de la entrada de las Grutas de Cacahuamilpa, lugar conocido como “Dos Bocas” –una, la entrada a las Grutas y la otra, la salida del río-, en donde se une al río San Jerónimo para formar el Amacuzac.

Ahora voy a describir el recorrido que vale la pena realizar. Desde Cacahuamilpa hay que caminar casi tres kilómetros para llegar hasta un lugar que se conoce como “El Manguito”, por la carretera que va hacia Taxco; de ahí se atraviesan unos campos de cultivo, hacia el Este, hasta las faldas de la montaña, en donde se puede apreciar una oquedad conocida como “La Claraboya”, desde donde se puede apreciar, desde unos 30 metros de altura, el curso del río subterráneo.

El paisaje es de selva baja caducifolia y el clima es cálido subhúmedo. Continuamos por una cañada, siguiendo un sendero que nos conduce hasta la entrada de la gruta, a donde se tiene que bajar por una empinada ladera hasta llegar al cauce del río, que ya no lleva tanta agua, como en 1950, cuando la conocí, pues entonces se cruzaba en pequeñas balsas o cámaras de hule.

En la época en que me invitaba un grupo de exploradores –década de los 70`s- a recorrer el Chontalcuatlán era necesario conseguir una lata alcoholera (cuadrada de 19lts.) con tapa grande, a la que sujetábamos unos tirantes para cargarla en la espalda, la cual nos servía para flotar en el río, además de que adentro iban cobijas, ropa, 2 baterías de 6v, una para la lámpara que llevábamos en la cabeza y otra de reserva, agua y alimentos. El cable de la lámpara surgía de un orificio que sellábamos con cera de Campeche, al igual que la tapa, a fin de que las cosas no se mojaran.

Al entrar al río subterráneo nos trasladamos a mundos remotos, parece una superficie de otro planeta, con laberintos y complejo maremágnum. Desde luego esta gruta tiene relación con la de Cacahuamilpa. Existen bóvedas de 70 metros de altura en la parte más elevada, donde las luces de nuestras linternas apenas alcanzan a iluminar.

Los escurrimientos calcáreos crean espectaculares y caprichosas formaciones, más maravillosas que las de Cacahuamilpa, y se pueden observar vistosas y brillantes estalagmitas y estalactitas.

En una parte –y esto es lo interesante de mi relato- se encuentra una formación a la que se le dio el nombre de “Gran Fuente Monumental”, la cual tiene aproximadamente 18 metros de alto por 30 metros de largo. En 1972, a esta formación se le dio el nombre de Gran Fuente Monumental “Vicente Guerrero”. Es un monumento natural, subterráneo dedicado a la Bandera Nacional, y clubes de exploradores la visitaban cada año, el domingo más cercano al 24 de febrero, para rendir ahí un original homenaje con luces de bengala a la Bandera.

En este mundo subterráneo existen corrientes de aire frío, se respira el aire húmedo, el olor a tierra mojada, y existen diferentes especies de plantas y animales adaptados a la oscuridad.

Avanzamos por la cueva andando por las breves playas de arena, o trepando por conglomerados de grandes rocas que obstruyen constantemente el camino y a veces caminando en las pozas que se forman o por el cauce del río.

Nuestras ropas todo el tiempo están mojadas y evitamos el contacto con el agua del río, debido al frío que se siente. Después de andar en la oscuridad por muchas horas, finalmente a lo lejos se empieza a ver una tenue luz azul que, conforme avanzamos se va haciendo más grande: es el fin del recorrido y la felicidad es indescriptible. Una experiencia única. Un gozo que nos anima a volver el próximo año. Una alegría inenarrable.

Ojalá el Gobierno del estado de Guerrero, a través de la Secretaría de Turismo, retomara esta única y emotiva excursión tricolor.

Comparte en: