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Ciudad del Vaticano. El papa Francisco reapareció hoy para presidir la misa del Domingo de Ramos en la Plaza de San Pedro, un día después de salir del hospital y ante miles de fieles defendió a los “abandonados” del mundo actual: “También yo necesito que Jesús me acaricie”, confesó, con la voz aún débil y algo ronca.


“Jesús abandonado nos pide que tengamos ojos y corazón para los abandonados. Para nosotros nadie puede ser marginado“, dijo ante una plaza engalanada y abarrotada con 60 mil fieles, según estimó la Santa Sede.


En este sentido, Bergoglio recordó a un mendigo muerto en su columnata “solo y abandonado” como una encarnación actual de Cristo.


“Muchos necesitan nuestra cercanía, muchos abandonados, también yo necesito que Jesús me acaricie, que esté cerca de mi, y por eso voy a buscarlo en los abandonados y en los solitarios“, refirió.


Contra el abandono
Una bronquitis hizo que el pasado miércoles el papa tuviera que ser internado en el hospital Gemelli de Roma —la segunda vez después de la operación de colon de 202— pero ayer sábado recibió el alta y hoy pudo presidir el Domingo de Ramos e inaugurar la Semana Santa.


En esta primera reaparición pública, protegido por un largo abrigo blanco y con los paramentos rojos propios de esta época, meditó sobre las palabras de Jesucristo en la Cruz: “Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”.


“Hoy hay tantos ‘cristos abandonados’. Pueblos enteros explotados y abandonados a su suerte; pobres que viven en los cruces de nuestras calles, con quienes no nos atrevemos a cruzar la mirada; migrantes que ya no son rostros sino números; presos rechazados, personas catalogadas como problemas“, lamentó.


Así como “cristos descartados con guante blanco” como “niños no nacidos, ancianos dejados solos, en los geriátricos, enfermos no visitados, discapacitados ignorados, jóvenes que sienten un gran vacío interior sin que nadie escuche su grito de dolor“.


La convalecencia
Francisco, a sus 86 años aún convaleciente, se presentó en la plaza a bordo de un vehículo descapotado para, primero, ser llevado al obelisco central para bendecir los ramos que los fieles portaron en procesión.


Bajó del coche por su propio pie y después recorrió unos pocos metros hasta el lugar dispuesto para la bendición ayudado del bastón que usa frecuentemente debido a sus problemas de rodilla.


El papa argentino acudió luego hasta el frente de la basílica, siempre en coche, para presidir desde ahí la misa, que fue oficiada por el cardenal argentino Leonardo Sandri.

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