Por: Antonio León

Evaristo lleva a su madre a un hospital del sector Salud, tiene tres días con un fuerte dolor en el estómago y ningún remedio casero se lo ha podido quitar, ella no quería que la llevaran allí porque ya sabía lo difícil que era que la atendieran por tanta gente que necesita que la curen y tan poco personal que no se da abasto. Le tocó la ficha diecinueve, pero las consultas avanzan muy lentamente y el dolor cada vez se hace más intenso. Pero no solamente es la señora la que padece por su enfermedad, ahí está un niño con fiebre y vómito, un señor que no puede mover el brazo izquierdo y le duele mucho, una señora con la cabeza vendada que también se queja, un individuo de la tercera edad que apenas si puede respirar, otro más con fuertes dolores en el pecho, otra señora arrastrando una pierna que no la deja de torturar, y así por el estilo está atascada la sala de espera con gente que, como dijera una frase desgastada: ya no puede ni con su alma. Mientras los políticos se dan la gran vida, sueldos criminalmente exagerados, auto y chofer pagados por el gobierno, bono para pagar su celular, dinero para gastos operativos, asistentes, secretarias, edecanes a su servicio pagados con dinero del pueblo. La salud pública está olvidada, miles de millones se gastan en obras innecesarias pero que dejan fama y fortuna a los gobernantes, programas asistenciales cuyo objetivo principal es obtener adeptos para futuras elecciones, como el dinero que se ocupa para darles un sueldo a los que ni estudian ni trabajan (NINIS) pero que si votan, de tres mil quinientos pesos mensuales para que los empleen en algún trabajo mientras aprenden el oficio, por lo cual se gastan mensualmente más de dos mil millones de pesos, ¿se imaginan ese dinero invertido en salud pública?, con esa inversión podría haber más médicos, enfermeras, mejores hospitales y medicamentos suficientes, y el tiempo de espera para ser atendidos disminuiría. Pero eso el pueblo no lo alcanza a ver, porque no solamente está enfermo del cuerpo, sino también su espíritu de lucha, que agoniza sin la mínima esperanza de recuperación, ese proletariado que asemejaba a un águila conquistando los horizontes de la emancipación social, hoy no es más que un ave de ornato, de esas que pegan en la pared para alegrar la sala de la casa, y a aquel que intenta salirse del hombre masa y sacude sus alas para desentumirlas, los demás inmediatamente se las cortan y le dicen: cálmate, si alborotas la jaula podemos perder lo poco que nos están dando, contrólate, así estamos bien porque podríamos estar peor como en los países de Centroamérica. El dolor y el sufrimiento siguen en las salas de espera de los hospitales públicos, mientras los gobernantes hablan de cifras económicas alentadoras (para ellos) con su sonrisa acartonada de siempre, y con discursos publicitarios en los medios electrónicos desmoronan la poca racionalidad que aún le queda al pueblo. La madre de Evaristo al fin pasó a consulta, pero sólo le dieron un analgésico y un desinflamatorio mientras llegan los insumos que necesitan los laboratorios del hospital para practicarle los análisis que requiere porque en ese momento no los tienen, que a ver si para la próxima semana, y cuando por fin la puedan diagnosticar con certeza, a ver si hay en existencia los medicamentos específicos que necesite. Salen a la calle y está lloviendo, les esperan en su colonia las calles inundadas de lodo y de miseria. Mientras el pueblo se enferma y se le cura a medias, los NINIS tienen asegurada su beca salario.

Hasta el martes próximo estimado lector.

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