Día de la Lucha contra los Transtornos de la Conducta Alimentaria (TCA)

Por: Alejandra Salgado Romero

“El número de casos que padecen un trastorno de la conducta alimentaria se estima que ha evolucionado a cifras entre el 4-6% de la población entre 10 y 25 años. De cada 10 afectados, 9 son chicas”


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Las personas que desarrollan trastornos de la conducta alimentaria (TCA), además de las graves consecuencias en el deterioro de su calidad de vida, ponen en riesgo la vida misma. Es importante comprender que, más allá de la salud física, padecer un trastorno alimenticio representa un gran peligro para todo ser humano por los problemas psicológicos y emocionales que ello conlleva. Según estadísticas oficiales, existe un aproximado de 22 mil casos de trastornos alimenticios de diferentes tipos en México, -principalmente en jóvenes de entre 13 y 18 años de edad-, y las mujeres son las más afectadas, en una escala de nueve a uno; entre los trastornos más frecuentes, se encuentra la anorexia nerviosa, la bulimia y el trastorno de alimentación compulsiva.

Además de los ejemplos de trastornos alimenticios mencionados anteriormente, uno de los más frecuentes o principales en el país, es la obesidad, la cual se encuentra en todos los rangos de edad de la población, debido a la mala alimentación, y en un gran porcentaje, debido a la alimentación compulsiva. Aunado a los daños psicológicos y emocionales que estos trastornos causan, esta variante de trastorno es una de las principales causas de muertes en el país, principalmente por problemas cardíacos, debido al exceso de grasa en la sangre. Sin duda, las estadísticas de trastornos alimenticios en México son similares a las del resto del mundo, y una de las más extremas consecuencias, es el suicidio. El 30 de noviembre se conmemora el Día Internacional de la lucha contra los trastornos de la conducta alimentaria (TCA), que se identifica bajo el símbolo de un lazo azul. Esta propuesta, que tiene lugar de forma anual desde el año 2012, pretende visibilizar la importancia de la prevención y detección precoz de este tipo de alteraciones alimentarias, así como huir de la estigmatización y el exceso de juicios sociales que, -de forma frecuente-, rodean a este tipo de enfermedades. Los trastornos alimentarios son una enfermedad en muchas ocasiones invisible, en virtud de que nuestra sociedad comprende que una persona puede tener distintas enfermedades… pero cuando se trata de trastornos de la alimentación, -es decir, enfermedades como la anorexia, bulimia, entre otras-, son vistas desde el punto de vista de quien las padece como algo que debe sobrellevarse en la intimidad o de lo que avergonzarse.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) clasifica a la anorexia y la bulimia como trastornos mentales y del comportamiento, que derivan en procesos depresivos, por falta de autocontrol. Los TCA están presentes en todas las edades, independientemente del sexo o condición social. La causa de los mismos está relacionada por múltiples factores: psicológico, biológico, sociocultural y familiar. Quienes lo padecen sufren alteraciones a nivel mental y físico, y aunque es posible tratarlas, es necesario que el o la afectada se someta a un tratamiento médico y psicológico que generalmente tiende a ser largo y complejo. Padres, madres y docentes debemos tener claro que, en estos trastornos, la detección es un aspecto clave, ya que, aunque los cambios relacionados con la conducta alimentaria y/o el peso serán básicos a la hora de detectar un TCA, no podemos perder de vista otros aspectos, entre los que se encuentran: a) Cambios en el aspecto: Además de los cambios derivados de las fluctuaciones de peso, la enfermedad en algunas ocasiones se esconde y en otras se exhibe, por lo que utilizar ropa excesivamente ancha que esconda la forma corporal o disimule el deterioro, o utilizar prendas demasiado ceñidas que muestren la excesiva delgadez, pueden ser un reflejo de la enfermedad; b) Cambios en el estado de ánimo: Un TCA es una manera de regular una realidad emocional con la que uno no se siente capaz de lidiar; estar más irascible, triste o aislado nos debe alertar, pues es probable que algo no va bien; c) Cambios en el ritmo de actividad: Estar excesivamente activo/, hasta el punto de dejar de lado otras esferas importantes o, por el contrario, haber renunciado a hacer actividades significativas que antes realizaba, puede ser un signo de alerta; la enfermedad utiliza la actividad como distractor y como quemador de calorías, y también puede aislar a la persona por la insatisfacción corporal; d) Cambios relacionales: Una adecuada y sobre todo, una sana red de apoyo social, es un factor de protección para el desarrollo de estos trastornos, y también un apoyo fundamental durante el proceso de tratamiento; sin embargo, durante el proceso de enfermedad es fácil detectar cambios en este sentido, es decir, síntomas como aislamiento social, deterioro de vínculos significativos o, en el otro extremo, aumento de relaciones superficiales o tóxicas, cargadas de dependencia; e) Cambios en el discurso: Hablar de comida, dietas, peso o imagen corporal es algo a lo que estamos quizá demasiado acostumbrados/as, pero cuando la enfermedad está presente, estos temas pueden ser prácticamente el único tema de conversación, o bien, convertirse en un tabú que genera tensión. Los síntomas anteriores, -unidos a algunos más-, entre los que se encuentran fluctuaciones de peso, presencia de vómitos, notar que falta comida en casa, deterioro en pelo, uñas, dientes, etc., nos pueden ser de utilidad a la hora de detectar el problema. Por otro lado, dicha detección debe ser orientada a una adecuada intervención, pues de lo contrario, se corre el riesgo de agudizar la situación.

Existen numerosas investigaciones, pero sobre todo, innumerables testimonios que sustentan que los TCA son patologías graves y complejas, que provocan un extraordinario sufrimiento en quienes la sufren y en sus seres queridos, por lo que, una vez detectado, debemos hacer lo necesario para no confundir la consecuencia con la causa: la alteración de la alimentación no es el problema, es la consecuencia de un problema subyacente. No podemos, ni debemos reducir la recuperación a que la persona “aprenda” a comer, -aunque desde luego es un objetivo importante del tratamiento-. El proceso de atención médica y terapéutica en estos casos debe ser específico, intensivo y contar con la familia como parte de la terapia, con la convicción de que, si nos limitamos a reducir a la persona a la enfermedad que padece o a lo que pesa/come, nos distanciaremos de ella y difícilmente podremos ser un recurso eficaz en su recuperación.

Este 30 de noviembre, participemos de forma activa en la lucha contra los TCA, a través de las numerosas actividades que, a cargo de distintas instituciones, grupos, asociaciones, universidades y organizaciones, se estarán llevando a cabo, con el objetivo de informar y concienciar a la población: talleres, charlas, videoconferencias, foros, seminarios y entrega de material informativo, o bien, apoyar utilizando el lazo azul o compartiéndolo por redes sociales, asumiendo de forma responsable no sólo nuestro cuidado, sino contribuyendo a crear conciencia en las y los demás.

Les deseo una semana excelente y agradezco sus aportaciones y/u opiniones a través del correo alexaig1701@live.com.mx.

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