Por: José Eduardo Cruz Carbajal

“Corona de honra es la vejez que se halla en camino de justicia.”
Proverbios 16: 31


Iguala, Guerrero, Marzo 4.- Cuando yo llegué a este mundo tú ya estabas allí, recuerdo que siempre mencionas que mi abuelito y tú estaban acompañando a mamá, me viste y dijiste: “¡Chiquito, chiquito, te queremos mucho!” Desde antes de nacer, ya me esperabas… ¡Ya me amabas sin conocerme! ¡Cuánto amor! Te vi llorar cuando abuelito partió de esta tierra, compartiste conmigo ese gran dolor por la muerte de tu compañero de vida, pero tu inquebrantable fe y el amor de tu familia ayudo a que tu corazón sanará la herida tuvieras paz. Recuerdo cuando me gradué de la universidad, me escribiste unas líneas que decían “Has sido mi alegría en muchos momentos de tristeza y soledad”. Es una caricia a mi corazón saber que mi compañía ha contribuido a que tu corazón fuera confortado.

Sé lo que has vivido, comprendo que no es fácil, perder a un hijo es el peor dolor de todos los que existen, no tengo hijos, pero todos los días comparto mi tiempo con padres cuyos hijos han muerto, los cimientos de su mundo son quebrantados a causa de la pérdida. Yo no te juzgo, yo no te pido que no llores, yo no te pido que olvides lo que pasó, ya que es imposible, llora todo lo que quieras, llora hasta quedarte sin fuerzas, tu dolor es personal, solo tu corazón sabe la pena que lleva en su interior. Sé que tu vida ya no volverá a ser como antes, una parte de ti se fue juntamente con mi tío, ¡Como quisiera consolarte!

Sé que deseas irte, que te sientes cansada y sin deseos de vivir, entiendo que estás lista, has vivido una vida recta, una vida justa, no le temes a la muerte, eso es algo que admiro de ti, solo que… ¡Yo no quiero que te vayas! Comprendo que algún día me enfrentaré a la vida sin ti, solo que aún no quiero que ese día llegue. Aún recuerdo esos desayunos con chocolate caliente y bolillo por la mañana, las comidas con tortillas hechas a mano como a ti te gustan, los dulces que me dabas después de comer, los regalos que me traías cuando te ibas de viaje, la manera en cómo me cuidabas cuando me enfermaba de tos o de gripe, o la primera vez que me subí a un avión, tú ibas conmigo, ¿Cómo olvidarlo? No sé cómo es una vida sin ti, y aun no quiero saberlo.

Por favor, quédate un poco más, mi vida sin ti no será la misma, pero si te vas, recuerda que te amo, te amo mucho, tienes un lugar muy especial en mi corazón abuelita linda. El consuelo que tengo ahora es que aun estás conmigo, todavía puedo crear memorias para el baúl de mis recuerdos. ¡Gracias por amarme como lo haces! ¡Gracias por invertir tu vida en mí! ¡Gracias por todo lo que me has enseñado! Aun cuando ya no estés seguirás viva en mí, ya que te llevaré conmigo, pero mientras sigas acá tu tarea no ha terminado, ¡Te necesitamos! ¡Te queremos! ¡Necesitamos tus oraciones!

*José Eduardo Cruz Carbajal (Iguala, Guerrero) es psicólogo y maestro en tanatología. Contacto: psiceduardo15@gmail.com

Comparte en: