Por: José I. Delgado Bahena
Esto que te cuento comenzó desde hace como cuatro años y, sinceramente, me gusta. Me parece muy interesante y hasta me llena de vanidad; pero, pues, también creo que no se vale, por mi suegro que ha sido bien buena onda conmigo.
Mira: desde que estaba en la secundaria, allá, en Buenavista, traía locas a las chavitas. A mis trece años me empecé a sentir galanazo, y me dije: Enrique, ¿esta va a ser tu vida? No tuve más remedio que aceptarlo: las mujeres son mi debilidad. Desde entonces, no vi a ninguna novia solo para andar de manita y de besito, mi interés era también hacer otras cosas, ¿sí me entiendes, verdad?
Allá conocí a una chavita que llegó a la escuela ya que habían comenzado las clases, se llamaba Sonia, y luego luego la hice mi novia, y tuvimos sexo, claro. Yo vivía en el rancho de mi tío Toño. Él tenía mucho ganado, ordeñábamos y hacíamos quesos. Mi mamá se había venido a Iguala, a los dos años de que murió mi papá, y se juntó con Manuel, un orero de aquí. Entonces, yo me llevaba a mis novias al rancho y, pues, como era muy grande, nadie se daba cuenta de lo que pasaba.
Lo malo fue que Sonia solo estuvo tres meses en la escuela, sus papás la dieron de baja y se fue.
Cuando terminé de estudiar la secu me quedé un año con mi tío; pero, al siguiente, mi madre quiso que me viniera estudiar aquí y entré al Conalep. Ahí seguí con mi afición por las chicas; pero, cuando iba en quinto semestre, me hice novio de Kenia y, lógico: tuvimos relaciones sexuales.
Casi estábamos por salir del Cona cuando Kenia me dijo que estaba embarazada. No me importó porque de ella sí me había enamorado y, como mi padrastro era rico, pensé que me iba a apoyar.
Lo malo fue que Manuel me dio la espalda y tuve que arreglármela solo.
Terminando mis estudios, fui a hablar con los papás de Kenia. Ellos se mostraron muy contentos de que, a pesar de mi edad, quisiera ser responsable.
Entonces, don Sebas, el papá de Kenia, me propuso que lo apoyara en un taller mecánico que tiene, para sacar lo del gasto, y que me fuera a vivir con ellos. Yo acepté muy gustoso, porque iba a estar con Kenia y me ahorraban lo de la renta y lo demás.
En fin, para no hacértela cansada, don Sebas organizó una reunión con su familia, que era muy chica, y me presentó con ellos.
La sorpresa de mi vida fue que Kenia tenía una hermana, de la que no me había contado nada, era un año mayor que ella, estudiaba en Toluca y solo venía en las vacaciones.
¿Quién crees que era su hermana? ¡Sonia! La novia que tuve en Buenavista y que se fue luego. Yo disimulé un poco y la saludé como si no la conociera. Además, tienen otro hermano, mayor que Kenia, se llama Agustín y le ayuda también en el taller a don Sebas.
Lo que me sacó de onda fue que su mamá de Kenia, doña Juve, se viera mucho menor que su papá. Kenia me explicó que era su segunda mujer, pero que, igual, la respetaban y la querían mucho.
¿Ya te enredé, verdad? Mira, aquí viene lo bueno:
Resulta que, con el pretexto de que Kenia había tenido a su bebé, doña Juve entraba a nuestro cuarto de imprevisto, sin avisar y, a veces, nos encontraba en paños menores, a mí en puro bóxer, y ahí me di cuenta que se me quedaba viendo, disimuladamente, pero se echaba sus tacos de ojo conmigo.
Entonces, una tarde en que Kenia había llevado al niño al hospital, para sus vacunas, yo regresé del taller y entré al cuarto. Enseguida entró doña Juve, ¡y que se me lanza! De plano, me dijo que yo le gustaba y que quería ayudarme a pasar esos días en que no podía hacer nada con Kenia, por el bebé.
La neta, yo no dije nada, solo me dejé consentir y acepté. Desde entonces, cada que hay oportunidad, le damos rienda suelta a nuestros instintos.
¿Te asombra? Espérate. En las vacaciones de navidad, cuando vino Sonia y tuvimos la cena de Año Nuevo, se tomó unos tragos y que me dice que no me había olvidado y quería que hiciéramos lo que hicimos en el rancho.
Pues, yo no la busqué, la acepté, y cada vez que viene buscamos oportunidades para estar juntos y pasarla bien.
Como ves, así no me quejo: tengo tres viejas. Yo no las busqué, ellas quieren hacerlo conmigo. Lo único que no me gusta es que me siento mal, por don Sebas, y como que ya quiero dejar de hacer esas jugadas para dedicarme solo a Sonia. Lo malo es que me cuesta trabajo.
Pero lo que sí, ya pasa del límite con esta familia, es que, al parecer, Agustín también quiere conmigo y ahí sí como que ya no me está gustando.