Sector 7

Sep 30, 2023

Tepecoacuilquense distinguido

Por: José I. Delgado Bahena

Hace unos días, ocurrió el sensible fallecimiento del Dr. Ernesto García Morales, ilustre maestro y escritor tepecoacuilquense, autor de «Sombrero sin copa», «Amigos», «El andariego», «80 años del huidizo», obras en las que reflejó sus orígenes y sus andanzas en Tepecoacuilco.

Aunque originario de esta comunidad guerrerense, radicó la mayor parte de su vida en la Ciudad de México, obligado por las circunstancias de su profesión; sin embargo, paralelamente, al ejercer la medicina, dedicó gran parte de su vida a las letras.

Lo conocí por la intermediación de uno de sus sobrinos que radica en esta ciudad de Iguala. Él me contactó, primero, para que comentara uno de sus libros en una presentación que hizo en el Museo de la Bandera y Santuario de la Patria, y después con la intención de que platicáramos sobre literatura y otros temas con el médico y escritor tepecoacuilquense.

Honestamente, su escritura me pareció muy cotidiana, transparente, natural, sin elementos rebuscados ni vocabulario pedregoso.

El primer libro que leí de él fue “Sombrero sin copa”, y me pareció muy interesante la manera en que narra y describe lo que tiene que ver con la afición al cuidado de los gallos y participación en las pelas que en una época muy distante se organizaban en la región. De ahí viene el nombre del libro, ya que los transportaban en una especie de sombrero sin copa para que por los viajes, y el movimiento de las bestias, no tuvieran daños en sus traslados.

Pero, definitivamente, lo más interesante de los libros de don Ernesto García fue la intencionalidad de retratar las costumbres, las tradiciones, los estilos de vida, los modos de relacionarse en sociedad que él pudo captar muy bien desde que vivió en esta zona norte del estado de Guerrero, hasta sus últimos años en la Ciudad de México.

No tengo el dato preciso, pero el doctor tendría ya, por lo menos, noventa años de vida; pero, al tratarlo, escucharlo hablar, con una voz grave, potente y clara, parecía de muchos menos.

Se dio el lujo, todavía, de publicar su libro “CAÑEDO Y PELÉ EN DOS TIROS DE CASTIGO”, en los que, con su mismo estilo y un lenguaje sin rebuscamientos, ofrece un mensaje que nos lleva a reflexionar sobre el progreso de las sociedades humanas.

Él dice: “Los pueblos felices no tienen historia. El progreso es un hecho positivo. ¿Te encuentras deprimido por el estado del mundo? Si bien es cierto lo que te preocupa, también es cierto, que desde que el hombre moderno surgió, 2019 ha sido el mejor año. La pobreza extrema y el analfabetismo retroceden y florece el acceso al agua y a la electricidad”.

Es y fue su visión. Un mundo cambiante para mejorar. Un mundo donde la convivencia del hombre con el hombre sea armónica, solidaria y afectuosa. Por eso él le dedica sus letras, incluso, al futbol. E imagina, o lo vive, no lo sé, situaciones de alto nivel con los directivos del futbol mexicano y con jugadores, inclusive, extranjeros.

En su libro de Cañedo… narra, como es su costumbre en su obra, quizá de manera autobiográfica, desde su llegada a la Ciudad de México, en 1944. Nos dice que eran una familia de mestizos, de un padre campesino de piel morena, guerrerense, de Tierra Caliente, hijo de una madre “güera”, rubia, de ojos azules: “los cuatro hijos salimos con cruza familiar: el mayor moreno oscuro, cabezón, como la bisabuela María Landa; el segundo de piel morena clara, como el abuelo paterno Manuel García; el tercero de piel blanca, de ojos azules, como su abuelo materno Ambrosio Morales, y la cuarta, una niña, morena oscura, parecida a su padre, don Facundo, el campesino que se robó a la maestra rural, del poblado de Tepantlán, donde ella impartía clases de educación primaria.

No aclara quién de esos cuatro es él; por supuesto uno de los primeros tres. Intuyo que fue el primero. Pero no es necesario saberlo. En su obra nos hace volar el sombrero con sus narraciones exactas de las vivencias, carencias, esfuerzos, sacrificios, luchas y progresos gracias a la entrega responsable en el estudio, el trabajo y la convivencia familiar.

Es todo, y es poco, lo que puedo decir de don Ernesto García Morales quien este 21 de septiembre se nos adelantó al ponerle punto final a la escritura de su vida, dejándonos el legado de la fe en la literatura y, según amigos familiares, el recuerdo de un gran ser humano que fue siempre para quienes lo conocieron y trataron. Descanse en Paz.

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