Por: Carlos Martínez Loza
Iguala, Guerrero, Enero 6.- Desde hace mucho anhelaba leer el libro “Una buena Vida” de Robert Waldinger y Marc Schulz (Planeta, 2023). Desde que se publicó el año pasado. Por fin pude adquirirlo, y ahora en estos días que puedo descansar he visitado sus páginas con esa emoción y curiosidad de quien ve por primera vez la mar.
Su historia es fascinante y me cautivó desde que leí una reseña en el periódico El País. Hacía 1938 la Universidad de Harvard se propuso realizar un proyecto científico para comprender la salud humana y aquello que la hace prosperar; las preguntas que motivaron el estudio eran atemporales y casi filosóficas: ¿Qué hace que una vida sea feliz y gratificante? ¿Cuál es la clave de una buena vida?
Después de 80 años se han publicado los resultados del llamado Estudio Harvard sobre el Desarrollo en Adultos, en el que participaron tres generaciones de personas y cientos de participantes, y el cual ya es considerado el estudio más largo en profundidad longitudinal sobre la vida humana. Me será mejor dejar la palabra a los directores del estudio, el psiquiatra Robert Waldinger y el psicólogo clínico Marc Schulz:
“Si tuviéramos que reducir los ochenta y cuatro años del Estudio Harvard a un único principio, a una inversión vital apoyada por hallazgos similares en una amplia variedad de otros estudios, seria este: las buenas relaciones nos mantienen más sanos y felices. Punto.
De modo que si tienes que tomar una única decisión que te dé más garantías de conseguir buena salud y felicidad, la ciencia nos dice que debería ser cultivar buenas relaciones.”
Mi asombro ante tal afirmación me lleva a preguntarme mientras sigo desbrozando las páginas del libro: ¿Qué dirían Atenas y Jerusalén sobre las conclusiones del Estudio Harvard? O si se quiere ¿qué dirían la pasión dialéctica del griego y la pasión moral del hebreo? esos dos ríos que corren por nuestra sangre. Quizá diría el griego en voz de Aristóteles que somos un Zoon politikón, un animal político y social, al cual no le es sano vivir apartado de la comunidad, de la vida política, del diálogo, del comercio de la palabra. Quizá el hebreo nos recuerde que en el Sinaí se grabaron en piedra los Diez Mandamientos, que tienen que ver con buenas relaciones: la relación correcta del hombre con Dios (Amarás a Dios sobre todas las cosas) y del hombre con el prójimo (Amarás a tu prójimo como a ti mismo).
El libro abre sus primer capítulo con una línea que Mark Twain escribió en una carta a Clara Spaulding: “No hay tiempo, tan breve es la vida, para riñas, ni para disculpas, ni acritud ni rendición de cuentas. Solo hay tiempo para amar y apenas un instante”.
A veces la ciencia y la literatura se nos presentan para recordarnos verdades que nunca debemos ignorar. Mucho menos en tiempos de crisis.