Sector 7

May 11, 2024

La juventud de ahora

Por: José I. Delgado Bahena

Soy de una generación que nació y se desarrolló en el siglo pasado, cuando la mejor muestra de la evolución de la tecnología era la televisión en blanco y negro; después, claro está, la televisión a colores, el teléfono celular, los juegos digitales (las maquinitas), el fax y las computadoras.

Todo fue desarrollándose de manera vertiginosa y terriblemente dañina para la misma evolución del ser humano. Dejamos de preocuparnos por los discos de acetato, porque llegaron los cds y luego las cámaras filmadoras con memorias, en vez de cintas o discos. Así, poco a poco, la tecnología nos fue envolviendo abrumadoramente y, desafortunadamente, entorpeciendo las capacidades del individuo.

Ahora todo lo encontramos en Internet. Basta escribir una palabra y nos aparecen miles de opciones de páginas que tratan sobre ese tema. Dejamos a un lado las visitas a las bibliotecas, el uso de ficheros y la búsqueda por medio del índice en los grandes volúmenes de las enciclopedias. Abandonamos los libros, que antes llevábamos bajo el brazo, para abrirlo en la primera oportunidad y continuar con la lectura. Ahora, podríamos olvidar en casa las llaves o la cartera, pero el teléfono celular nunca.

Cierto: los tiempos han cambiado. La convivencia familiar y la socialización entre amigos y compañeros de escuela o del trabajo, también. Indudablemente que el uso de la tecnología ha traído grandes beneficios, pero también irreparables perjuicios.

Desde luego, hay que reconocer que el uso de la conectividad por Internet, si se ha utilizado adecuadamente; apoyó, por ejemplo, grandemente en los tiempos más duros de la pandemia, por el Covid-19; sin embargo, sospecho que muchos padres y maestros, de pronto se sintieron torpes para aprovechar esta forma de seguir en contacto con los niños y jóvenes para ayudarles en la adquisición de habilidades y conocimientos que deberían obtener de manera presencial en las escuelas. ¿Por qué pasó esto? Hay muchos factores, por supuesto, pero más que nada porque fue algo nuevo, algo que no esperaban que fuera necesario.

Recuerdo que cuando se implementó el programa de Enciclomedia, algunos de mis compañeros se rehusaron a utilizarlo, y mantuvieron como mejores recursos en sus clases el pizarrón, el gis, libro y el cuaderno.

Es que, mire: comencé hablando de mi generación porque lo que nos caracterizó fue la inventiva, la imaginación y el esfuerzo. Es decir: antes teníamos que forzar nuestra mente para encontrar soluciones matemáticas (no teníamos calculadoras ni computadoras), nos gustaba leer libros de poesía o novelas en los ratos libres (no teníamos teléfonos celulares), y tuvimos muchas carencias económicas; con frecuencia teníamos que trabajar “en algo”, para llevar una pequeña ayuda a nuestros padres.

En mi generación supimos que no teníamos que preguntar qué había de comer; nos sentábamos y lo que nos sirvieran estaba bien; si acaso peleábamos por la cantidad, pero nunca dejábamos el plato diciendo “esto no me gusta”. Nunca les exigimos a nuestros padres que nos pusieran una extensión del teléfono en nuestro cuarto (en caso de tener un cuarto propio, o teléfono) para hablar con nuestros amigos; si había un radio o una grabadora, era para uso familiar y, generalmente, los padres eran los que decidían qué música escuchábamos. Por supuesto, tenían mejor selección de artistas y cantantes que nos hacían escuchar. Yo disfruté con frecuencia la música de las grandes bandas; pero lo que se oía en la radio eran nombres como: Camilo Sesto, Los terrícolas, Los solitarios, Acapulco Tropical, etc.

La lista de reflexiones y ejemplos de las diferencias de cómo nos formamos sería interminable para tratar de hacer entender a los padres de hoy que tal vez no haya que pelearse con la tecnología. Podemos reconocer que el traer un teléfono celular es de mucha ayuda en caso de emergencia; pero, sin lugar a dudas, lo que hace falta es que se pongan reglas a los niños y jóvenes para: ver la televisión, usar el celular, hábitos de buenos modales, de higiene, de convivencia con los demás y disciplinas que los haga responsables de los otros y de sí mismos.

A propósito de la pandemia, seguramente dejó en los hogares muchas referencias sobre la personalidad de nuestros hijos. No debemos cerrar los ojos ante las carencias que ellos tienen, ni dejarles a otros (escuela, iglesia, amigos) la obligación que nos toca al haber traído a un ser que necesita orientaciones para que se formen en armonía con la sociedad y con ellos mismos.

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