Palabras, palabras, palabras…

Por: José I. Delgado Bahena

Ayer inició otra etapa en la vida democrática de los mexicanos, en la que, como ciudadanos responsables, debemos participar, como actores o como público (cual si fuera un escenario teatral) para, al final, decidir si dedicamos aplausos o lanzamos piedras, a tal o cual candidato que tratará de ganarse nuestro voto.

Y empezamos ya a escuchar las mismas palabras, “con las mismas promesas”, como dijera Catalina Pastrana en su poema “Agua que huele a resina”.

Cambio, prosperidad, amigos, conciudadanos, compañeros, igualdad, respeto, más cambio, triunfo, mejor vida, solidaridad, ayuda, apoyo, necesidad, tercermundista, transparencia, instituciones, código, voto, elección, recursos, agua, felicidad, mucho más cambio, pueblo, decisión, partido, etc, etc, etc, y miles de etcéteras más de un vocabulario que trata de ser convincente para que decidamos a quién apoyar para que llegue a ocupar un cargo de elección popular.

Pero, que conste: no es mi intención respaldar ninguna postura política; jamás ha sido el interés de este columnista manifestar una opinión tendenciosa hacia tal o cual político, candidato, gobernante o partido político, ni para bien, ni para mal. Por supuesto, tengo mis preferencias partidistas, ideológicas y políticas; pero aquí trato de ser imparcial; por eso, prometo: solo les ofrezco mis reflexiones.

Bueno: el título de “Palabras, palabras, palabras”, lo dice todo: en las campañas de los candidatos escucharemos palabras huecas, palabras falsas, palabras altisonantes, palabras acusadoras, palabras románticas, palabras, pues, que, como generalmente pasa, se las llevará el viento.

Sin duda alguna, creo en la democracia y en la libre participación ciudadana en los ejercicios electorales, y respeto mucho la voluntad de los hombres y mujeres que deciden el tipo de gobierno (y de gobernante) que, por mayoría, eligen; a pesar de que a lo largo de la historia se nos ha demostrado que es factible equivocarse.

Y me refiero, desde luego, a los gobernantes de todo el mundo. Nombres sobran para aludir a las personas que en un momento dado podrían considerárseles como “perversas” y no aptas para conducir los destinos de un pueblo y, aun con ello, si el pueblo los eligió, han llegado al poder, aunque con no muy sanas intenciones, y los hechos lo han demostrado.

Pero vayamos al punto: las campañas ahora se realizan para resaltar los errores, graves, claro está, de los contrarios; pero, con eso, los participantes como candidatos, solo dejan ver la doble moral que como seres humanos tenemos.

Tampoco estoy tratando de acusar a nadie. Insisto: solo REFLEXIONO en el sentido de que, como humanos imperfectos, estamos listos para lanzar la primera piedra y levantar el dedo acusador para denostar y rechazar a alguna persona solo por lo que escuchamos que dicen de ella, sin atrevernos a investigar para comprobarlo y no considerar si ha cambiado.

¡Vaya!, de pronto surge la nueva inquisición que se yergue entre las multitudes con su espada flamígera, sus alas y su bandera que, solo con el testimonio de alguien, envía a la hoguera al acusado.

Aunque, sin decir nombres, podemos evocar a gobernantes que hemos tenido en nuestro estado de Guerrero, y en México, y nos ha tocado cada personaje… que hasta podríamos publicar un libro con las reseñas de sus acciones perversas durante el periodo que les tocó gobernar.

No es la intención de quien esto escribe. Como he dicho: reflexiono en referencia a la frase del título. Todos tendremos que estar atentos a las propuestas de gobierno que nos ofrezcan, aunque ya sabemos: estando en el poder, con frecuencia se olvidan de lo que prometieron en campaña.

Pero bueno, definitivamente, todos quedaremos en manos del mejor juez: la historia. Por lo pronto, la verdad, yo estoy valorando algo que nunca he hecho: NO VOTAR. Me duele, porque siempre invito a ejercer este derecho y no dejar que otros decidan por nosotros; pero, voté por Fox, y me arrepentí, me defraudó. Ahora voté por AMLO y no me ha defraudado, pero tampoco puedo decir que se ha ganado mi mejor calificación. Sigo creyendo en sus buenas intenciones, pero ya estoy desconfiando de los resultados.

Ya veremos, pues, en qué termina esta novela política. Ojalá el desenlace sea el que convenga más a los mexicanos y tengamos un buen administrador de los recursos públicos, independientemente de sus perversiones, que todos tienen (tenemos).

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