Sector 7

Jul 15, 2023

No basta leer “de corridito”

Por: José I. Delgado Bahena

Ahora que algunos padres de familia están presumiendo las calificaciones que han obtenido sus hijos, como resultado del proceso educativo, al finalizar el curso escolar, me he detenido a reflexionar sobre la función y la importancia que el maestro tiene en el aula, ante los alumnos.


Seguramente, los padres de familia reconocen, ahora, que las estrategias que el maestro utiliza en clase para, de alguna manera, tratar de inculcar hábitos, disciplinas, responsabilidades y valores, además de hacer que adquieran conocimientos, tienen una fundamentación pedagógica que, si no es apoyada en el hogar, los resultados no serán los esperados.


Es que tenemos que reconocer que algunos padres se limitan a verificar que los hijos cumplan con hacer las tareas que el maestro encarga, haciendo, de esta manera, que la educación sea cien por ciento OBJETIVA, es decir: que se limite al material que los niños elaboran, apoyados por los padres; de manera que lo subjetivo, la formación valoral, la comprensión, interpretación y la creatividad no se fomentan en gran medida.


Afortunadamente, hay muchos padres que sí entienden el real apoyo que los maestros necesitan. Entonces, interactúan con sus hijos en situaciones vivenciales que les llevan a desarrollar habilidades en su formación educativa.


Por lo tanto, no olvidemos que lo más importante de las actividades educativas, es que el niño aprenda a RAZONAR, a aplicar lo aprendido; es necesario inducir el aprendizaje por medio de situaciones en contextos familiares para el niño. Por ejemplo, con la lectura, no basta que lean “de corridito”, sino que interpreten, es decir: que entiendan lo que leen.


Ahora recuerdo que hace muchos años leí, en un material periodístico, una exposición que un alumno de primaria hizo para hablar sobre su experiencia con la lectura en el salón de clases:


“Tenemos una maestra bien chida en quinto. Le interesa mucho que leamos. El otro día no se midió. Nos dijo que al leer no leemos con los ojos, sino con el cerebro. No podíamos creerle y nos propuso hacer un ejercicio. Nos dijo:”


“Abran el libro en la página 32. Lean UNA SOLA VEZ lo que está en el recuadro. Cierren el libro. No se vale volver a leer, ni a leer despacio, sino a la velocidad que acostumbran. Inmediatamente después escriben en su cuaderno lo que leyeron. ¿Está claro?”


“Nos dispusimos a leer y luego a escribir. El texto del recuadro era este:


Había una vez un señor que construyó un bote en su casa. Cuando terminó la bota, descubrió que no podía sacarla por la puerta, así que tuvo que deshacerlo. Ella no previó el tamaño de uno y otro”.


Yo escribí:


“Había una vez un señor que construyó un bote en su casa, cuando quiso sacarlo no pudo, porque lo hizo más grande que su puerta”.


Ninguno de los textos fueron exactamente iguales; pero todos decían más o menos lo mismo: que el señor no se midió.

“Ya ven cómo leen con el cerebro”, nos dijo la maestra, “todos encontraron el sentido del texto. El sentido no lo dan los ojos, sino el cerebro, y si se fijan hay varios errorcillos en el texto: bota en lugar de bote y pronombre femenino en lugar de masculino, etc. Si leen solo con los ojos, y no entienden, no le encontrarán el chiste a la lectura. Lo que importa es comprender lo que el autor nos trata de decir”.


“Creo que este año nos tocó una maestra muy sabia”.

Así es. Hay que activar el pensamiento de los niños con preguntas que parezcan raras, misteriosas, intrigantes, fantasiosas o inadecuadas; todo con la finalidad de que no parezcan, las mentes de los niños, sacos que tenemos que llenar; sino máquinas que tenemos que echar a andar.

Me despido recordándoles que en Tomatal tenemos a disposición de los lectores una librería de préstamo gratuito. Tenemos 236 lectores registrados. Hay libros de todo. Los espero.

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