Al otro lado del arcoíris

Por: Al otro lado del arcoíris

Escribir sobre el amor siempre llevará implícito el riesgo de desnudarnos en cada párrafo, en cada frase, y dejar al descubierto nuestras más íntimas emociones; pero, además, escribir sobre el amor a un ser vivo que no es humano, te desnuda el corazón y deja de manifiesto los valores y tus perspectivas de vida, tu interés por armonizar con todo lo que te rodea al mostrar empatía y respeto hacia tus semejantes y hacia todos los seres vivos.

Gracias a Dios, en mi camino me he encontrado con increíbles personas que muestran su cariño hacia los animales. Aman a los gatos y a los perros; pero no son sus mascotas, son parte de su familia, sus amigos, su más fiel compañía, y les dan, de acuerdo con sus posibilidades, las mismas atenciones y cuidados que se les dan a los hijos. Son responsables, pues, de su salud, de su alimentación, de su desarrollo y crecimiento, y, por supuesto, estos seres les corresponden, y, a su manera, les manifiestan, a estas personas, también afecto, apego y, sobre todo, lealtad.

Les cuento todo esto porque, otra vez, Dan Rosendo me sorprende con una historia en la que el personaje principal es un animal, en este caso: un perro. La raza y sus características físicas son lo de menos; lo realmente importante, es que, como ocurrió con el oso Coby, de “La huella del oso”, mediante las vicisitudes que tienen que enfrentar, logra hacer sentir el cariño que este ser, sin duda, merece, y las personas con las que convive se lo otorgan.

El autor del prólogo es el poeta Azael Camiña, y en él nos cuenta: “Envueltos en el rebozo de la noche, y embriagándonos con sendas tazas de café, una noche de verano, Dan Rosendo me contó sobre la historia del futuro libro, mientras Rocky (el perro) se paseaba entre nosotros, como buscando una caricia, exigiéndonos un poco de atención, y mientras sus orejas escuchaban con interés, sus ojos azules brillaban. La chispa que tenían los ojos de Dan, delataban todo el amor que puede haber entre dos seres que se encuentran y forman, junto con los demás integrantes, la familia que tanto deseaban”.

En uno de los primeros capítulos, el autor del libro narra el momento en que los personajes de la historia llevan al nuevo miembro de la familia a su hogar: “Al entrar a la casa, corrió festivo por toda la sala, saltó de sofá en sofá y mordió los cojines al tiempo que gruñía sacudiéndolos con brusquedad. Paty miraba con desagrado los juegos del nuevo inquilino; cuidaba con mucho esmero los muebles y no le agradaba la idea de permitir que nuestro pequeño destructor hiciera lo que no permitía ni a nuestros sobrinos; sin embargo, respiró profundo e intentó ser paciente.” En este momento reflexioné: ¿Quién, que se atreve a adoptar a un perro, al advertir el desbarajuste que podría provocar, no le pasa por su mente el arrepentirse, y regresarlo de donde lo trajo? Sin embargo, quienes hemos vivido la experiencia, sabemos que bien valen la pena los riesgos y las lamentaciones, cuando, al llegar a casa, nuestro amigo sale a encontrarnos y nos recibe con efusividad y cariño.

En el libro, entonces, Dan Rosendo nos entrega una historia plena, donde el amor se manifiesta en las decisiones que tienen que tomar los personajes, sobre lo que tiene que ser lo mejor para Rocky, el perro que pronto se convirtió en su mejor amigo y en un importante integrante de esa familia.

“Al otro lado del arcoíris” parece ser un libro para niños; pero, nadie ha dicho que estos libros no podamos disfrutarlos también los adultos. Bueno, en realidad, este tipo de literatura es un acto de amor hacia todo lo que habita en nuestro planeta y, solo por eso, vale la pena leerlo.

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