Amor de madre
Por: José I. Delgado Bahena
Hoy, diez de mayo, que en México y en muchas partes del mundo, se celebra al ser más importante para que exista la vida humana: la madre, no podemos dejar de recordar que en 1922, el director del diario Excélsior, Rafael Alducin, promovió el festejo del Día de las Madres en todo el país. José Vasconcelos, entonces Secretario de Educación Pública, apoyó esta iniciativa. Ese mismo año, en Yucatán, un movimiento feminista liderado por Esperanza Velázquez abogó por la planificación familiar y el control natal. La Iglesia católica se opuso firmemente a esta postura, exaltando el papel de la mujer como madre y cuidadora del hogar, promoviendo la celebración del Día de las Madres como un reconocimiento a este rol.
Pero como dije en el primer renglón: esta conmemoración tiene su trascendencia en muchas partes de nuestro planeta, con variaciones en la fecha y el contexto. En Egipto, se adoraba a la diosa madre Osiris con flores y frutos; en Grecia, a Rea, madre de los dioses del Olimpo; y en Roma, a Cibeles, diosa madre. Estos rituales antiguos evocaban la maternidad y la fertilidad.
En 1908, Anna Jarvis fundó oficialmente el Día de las Madres en Estados Unidos como símbolo de paz tras la Guerra Civil. Por otra parte, el Papa Pío Nono declaró el dogma de la Inmaculada Concepción en 1854, vinculándolo con la Virgen María. Desde entonces, la Iglesia católica ha celebrado a la Virgen María en mayo, lo que ha influido en que varios países, sobre todo católicos, celebren el Día de las Madres en este mes.
El 10 de mayo, pues, es una fecha común para celebrar a las madres en varios países, como Belice, El Salvador, Guatemala, India y Malasia. Otros, como Arabia Saudita, Egipto, Líbano y Marruecos, lo celebran el 21 de marzo, coincidiendo con el inicio de la primavera. En Albania, Rumania, Serbia y Bulgaria, la fecha coincide con el Día Internacional de la Mujer, el 8 de marzo. En España, Hungría, Portugal y Sudáfrica, el festejo es el primer domingo de mayo.
A pesar de los avances en equidad de género, en México persiste la expectativa de que, además de trabajar fuera de casa, las madres sean educadoras, inculquen valores y mantengan unidas a sus familias. De esta manera, se proyecta la imagen de la madre, como la principal responsable de la formación integral de los hijos, y se convierte en el vínculo más fuerte entre los miembros de una familia.
Cada familia tiene su historia. En mi caso, como escritor, me he nutrido de las vivencias y de las circunstancias de mi entorno para crear personajes que reflejan las actitudes y responsabilidades de las madres en el cumplimento de ese encargo que la vida misma les ha dado: criar y formar como hombres y mujeres de bien a los hijos.
Así, en la creación de historias, aparecen las madres sufridas: las que por los hijos soportan los malos tratos de los maridos; las luchonas: que son las madres solteras que deciden enfrentar la vida y “matarse” trabajando por llevar el pan y lo que se necesita para la casa; las desinteresadas: las que dejan a cargo de los abuelos el cuidado y la formación de los hijos, con no buenos resultados, mientras dizque trabajan en los antros y en otros lados de no buen prestigio, porque, según ellas, la vida ha sido injusta.
En fin, en la carretera de la vida nos encontramos con un gran número de casos de madres que lo son sin estar preparadas para serlo. Pero, con la razón en la mano, no podemos dudar de que sus intenciones son buenas para educar, cuidar, formar y conducir por la vida a esos seres que decidieron traer al mundo.
Por mi parte, honro a mi madre: Bricia Bahena Piedra, quien apoyó en gran medida a mi padre en la raquítica economía del hogar. Fue una mujer muy luchona, de las de antes, que se sacrificaba por los seis hijos que fuimos y daba la cara por nosotros para lograr que siguiéramos estudiando, “aunque sea para maestros”, y todos estudiamos en el CREN de Iguala gracias a ella. Trabajó vendiendo pan, petróleo, duces, tomates, guajes, lo que fuera, con tal de darnos para una torta y llevar algo en el estómago al salir hacia la escuela. No digo que mi padre fuera un desobligado; claro que trabajaba, en el campo y de músico, pero el apoyo de mi madre fue fundamental para que todos estudiáramos.
Benditas sean las madres de todo el mundo que forjan a los hijos de la patria como hombres y mujeres que harán más digna la vida.