La experiencia de leer
Por: José I. Delgado Bahena
Ahora que se llevó a cabo la presentación de una revista monográfica en el municipio de Tepecoacuilco, tuve la oportunidad de saludar a la secretaria de cultura en el estado, la maestra Aída Martínez Rebolledo, quien, al verme, me ofreció enviarme otro paquete de libros para el espacio de la librería de préstamo gratuito que tengo en Tomatal e, inclusive, me invitó a que asista a un congreso de formadores de lectores, en Acapulco, para compartir esta experiencia. Por supuesto, acepté. Ya les estaré comentando lo que ocurra en dicho congreso a celebrarse en octubre.
“Si no leo me aburro”, decía una frase en el muro de la librería Zambrano, que estaba en el zócalo Iguala, la cual se interpreta, al menos, de dos maneras: una literal y la otra, un poco chueca aludiendo a un jumento, asno, o burro, como le quiera llamar, advirtiendo la consecuencia de no acercarse a los libros con amor y con frecuencia.
Efectivamente: los libros son tan generosos que, además de conocimientos, nos proveen de entretenimiento, distracción, diversión, placer pues. Nadie puede negar que después de leer un libro la vida adquiere otro sentido, porque te das cuenta de que hay otros mundos, otras formas de vida y de convivencia humana, pero que, además, ocurre en el mundo fantástico de la imaginación.
Además, como lo han dicho grades pensadores: leer es vivir dos veces.
“Adquirir el hábito de la lectura es construirte un refugio para prácticamente todas las miserias de la vida”, lo dijo W. Somerset Maugham, y así es. Cuando lees le encuentras un porqué a los desastres, los infortunios y los sinsabores de tu vida misma.
Pero, entonces, ¿qué hace falta? Simplemente, que lleguen a nuestras manos buenos libros, y no dejarlos ir; hacerlos nuestros, lograr que formen parte de nuestra vida y de nuestro destino.
“Necesitamos libros que nos afecten, como un desastre, que nos entristezcan profundamente, como la muerte de alguien a quien queríamos más que a nosotros mismos, como ser desterrados a un bosque alejado de todo, como un suicidio. Un libro debe ser como el hacha que rompe el mar helado que habita dentro de nosotros. Eso es lo que creo”, lo dijo el escritor checo Franz Kafka, autor de La Metamorfosis.
Entonces, el acto de leer debe ser algo permanente en nuestras vidas, no solo por los conocimientos, sino también porque, de igual modo, estimula nuestra imaginación, nuestros sentidos y nuestras emociones. Debemos, pues, reconocer que leer es un ejercicio mental en el cual nuestro cerebro participa activamente ordenando ideas, relacionando conceptos y evocando imágenes, emociones y sentimientos profundos. Además, leer favorece las capacidades cognitivas de nuestra mente, fortaleciendo e instaurando nuevas conexiones neuronales. Estas redundarán positivamente en nuestro pensamiento crítico, retrasarán el deterioro cognitivo propio de la edad y nos ayudarán a comprendernos mejor a nosotros mismos y a la vida.
Ahora bien, André Gide dijo: “Ante ciertos libros, uno se pregunta: ¿quién los leerá? Y ante ciertas personas uno se pregunta: ¿qué leerán? Y al fin, libros y personas se encuentran”. Y es tan importante esto, porque es como entrar en comunión con el pensamiento y la visión del mundo que otras personas tienen. Es como viajar y conocer a gente que ha visto otras cosas que nosotros jamás podremos ver, porque es su mundo, su imaginación, su creatividad.
He tenido la fortuna de conocer, así, a Balzac, a Dostoievski, a Hess, a Unamuno; por supuesto a Cervantes, a Irving Wallace, a García Márquez y Saramago. En fin, a tantos narradores y poetas que he tenido la fortuna de tratarlos a través de sus letras.
Pero recordemos que en nuestro país, y en nuestro estado, hay grandes escritores que debemos valorar, aprovechar y disfrutar. Juan Sánchez Andraka es un excelente botón para la muestra de los creadores de Guerrero.
Por último: no olvidemos que al leer un libro podríamos encontrar un reflejo de nosotros mismos; porque, ya lo dijo Carlos Ruiz Zafón, autor de “La sombra del viento”: “Los libros son espejos: solo se ve en ellos lo que uno ya lleva dentro”.