-Juan Ocampo Uribe

Por: Rafael Domínguez Rueda

La cultura puede generar progreso económico, social y artístico si es de calidad y va aderezada con servicios de consumo. Sin ella, no hay progreso moral y la única arma que puede contrarrestar el clima de violencia que se vive.
Por eso, y dándonos cuenta de que la cultura en Iguala se encontraba enclaustrada en las escuelas, vimos la necesidad de que saliera a las calles. Fue así que, con la Sociedad de Geografía y Estadística y el Grupo Calpulli Yohuala que luego se transformó en PODERYO, se inició en la década de los ochenta el movimiento científico y artístico que floreció en Iguala durante 20 años.
En este período se realizaron una veintena de proyectos científicos en beneficio de Iguala y en lo cultural, otros tantos; entre los que destacan: impedir la destrucción del edificio de la escuela “Herlinda García”, impedir que se llevaran tres furgones, realizar durante cinco días un Coloquio, llevar a cabo miércoles, jueves y viernes presentaciones artísticas, editar todas las conferencias, integrar el Consejo de Fomento a la Cultura de Iguala y creamos el Festival Franciscano Yohuala.
Ante este despertar cultural, Catalina Pastrana formó el Grupo PROA y Andrés López Velasco intentó formar un grupo paralelo. Después de 30 años sólo sigue vigente PODERYO.
La cultura no es simplemente ver el Fandango, escuchar la Filarmónica, admirar la danza. La cultura va más allá es creadora de identidad, generadora de inclusión social, aglutinadora y catalizadora de diversidad, productora de especificidades locales, propiciadora de redes sociales, proyectadora de valores locales, apreciadora de artistas del momento, promotora de participación, involucradora de la sociedad no sólo como espectadora sino, sobre todo, como protagonista, en suma, es el eje central en la estrategia integral del desarrollo de un pueblo. Si se excluye, por ejemplo, a pintores, discapacitados, niños, tercera edad o prestadores de servicios, deja de ser integral.
Pues bien, a aquella empresa se unió un centenar de amantes de la cultura, 14 agrupaciones y una decena de artistas nacionales y una veintena de artistas locales. Dentro de éstos, por hoy, voy a dar a conocer rasgos biográficos de uno de los pilares de aquel movimiento cultural, me refiero al profesor Juan Ocampo Uribe.
JUAN OCAMPO URIBE fue un inspirado compositor, excelente maestro, y brillante concertista, al que, en estas líneas, rindo homenaje al amigo leal, esperando que los amantes de la cultura valoren a este ilustre guerrerense.
Nació en Buenavista de Cuéllar, el 19 de julio de 1925. Fueron sus padres Juan Ocampo López y María Uribe Velazco. Realizó sus estudios de educación primaria en Iguala. Se inició en el estudio del piano, bajo la dirección de la maestra Guadalupe Ponce, sobrina del gran músico mexicano Manuel M. Ponce. En su niñez y juventud auxilió a su padre en el negocio de compra venta de semillas. En esa época, durante sus ratos libres, aprendió a tocar la guitarra.
A los 12 años, compuso su primera canción con el título de Ilusión. Seis años después su insp
ira- ción se manifestó en Mi último adiós. En 1949 Roberto Casso, conocido como el Tenor de la Juventud, le interpretó por radio su canción Mi penar. Fue en ese año cuando lo conocí. En el teatro estudio de la radiodifusora XEKF, cuyas instalaciones entonces se encontraban en la primera calle de Reforma, donde ahora está un hotel junto a una farmacia. Él tocaba el piano de 7 a 8 de la noche.
El sentimiento artístico y musical le permitió componer El chapulín que grabó en RCA Víctor el cantante de música tropical Tony Camargo, acompañado por la orquesta de Rafael de Paz en 1950. La interprete María Victoria le grabó Tengo ganas de llorar. En 1952, la misma compañía disquera llevó al acetato su canción El pájaro exótico que ejecutó el trío Los Magos. Posteriormente compuso la canción No estés pensando grabada por el dueto de las Hermanas Ocampo; después la interpretó el trío Arrabal con el nombre de Tus Besos. Entre otros de sus intérpretes cabe mencionar a Héctor Galeana, “el Gallo Costeño”, Beatriz Benítez, Arturo Villela y los grupos musicales Los amigos, La Migra, El Caliche y Los Tukan. Los tres últimos grupos hicieron arreglos musicales de su producción lírica.
Participó como pianista con Los Pregoneros del Trópico, que durante mucho tiempo amenizaron los bailes de la legendaria Quinta María Eduviges, en Iguala. Entre sus galardones exhibe el de su canción Cero a la izquierda, que ocupó el primer lugar en el concurso de compositores a nivel estatal en 1976; fue interpretada por Marco Antonio Bustamante Divicino. Sin dejar de componer, se hizo cargo en 1982, de la dirección artística de la Rondalla Magisterial, que logró un tercer lugar a nivel nacional.
La docencia fue otra de sus actividades relevantes. De 1964 a 1986, laboró como orientador de música y coros de la Subdelegación igualteca del Instituto Mexicano del Seguro Social. De 1979 a 1983, desempeñó el cargo de profesor titular de la asignatura de Educación Musical, en escuelas secundarias de la región. En el mismo lapso fue maestro en el Centro Regional de Educación Normal, trasmitiendo a los futuros mentores el amor y la pasión por la música, a efecto de que sean ellos los que impartan sus enseñanzas a los hijos de Guerrero y de México.
En 1993, se jubiló en La Secretaría de Educación Pública, pero continuó ejerciendo la enseñanza de piano y guitarra en forma particular. Posteriormente, Ocampo Uribe, al piano, formó un terceto con el magnífico violinista Roberto Ramos Maldonado, quien era médico de profesión y el brillante salterista Pedro Hernández. El 25 de marzo de 1997, dentro del marco de la III edición del Festival Franciscano Yohuala`97, se le rindió un merecido homenaje al compositor, como justo reconocimiento a su obra artística y docente.

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