Por: Rafael Domínguez Rueda
-¿Por quién votar?
Durante cinco décadas la Escuela Superior de Danza Folklórica Zitlalkiahuitl, se ha posicionado como una de las instituciones más emblemáticas de danza folklórica en Iguala y que difunde el arte no sólo a lo largo y ancho del país, sino también más allá de nuestras fronteras.
Y, desde luego, su director maestro Oscar Viveros García permanece vigente entre los grandes públicos, gracias a sus coreografías originales y a contar con alumnos de primer nivel, como lo demostró una vez más el sábado pasado en Galerías Tamarindos, donde además, gracias a su liderazgo reunió a Grupos como: Olimpo Teatral, Danzaré, Guerreros del Folclor y otros más para celebrar el Día Internacional de la Danza.
¡Adelante maestro! El público responde a su labor titánica.
El pasado domingo partió al más allá el gran pianista, maestro y destacado igualteco: Benigno Burgos Castro. ¡Que Dios lo tenga en su santa gloria! Él, durante más de 50 años amenizaba cada noche en los mejores restaurantes de Acapulco. Formó un Grupo Coral con el que recorrió varias ciudades del país. Fue un artista que no buscaba reconocimientos, sino que se reconociera la música y el talento guerrerenses. Descanse en paz mi compañero de andanzas juveniles.
Faltan 32 días para las elecciones del 2 de junio -las más competitivas de la historia, pues se elegirá una presidenta de la república, 500 diputados, 128 senadores y 20,079 cargos locales- y la sombra del abstencionismo se cierne sobre ellas.
Este año se cumplen seis décadas desde que ejercí por primera vez el derecho al voto.
Entre 1929 y 1975 fue evidente la fragilidad institucional pues prevaleció el sistema de partido único, por lo que no teníamos opciones. Pero desde ese año 1975 siempre he votado por candidatos, no por partidos. Así la manifesté apena hace 15 días. Este 2 de junio iré a votar y a escoger de entre los candidatos que aparezcan en las boletas, por aquellos que me parezcan los mejores o por lo menos los menos malos.
No voy a abstenerme ni a votar en blanco, porque participar en elecciones libres y democráticas es un deber ciudadano y un derecho por el que se peleó durante muchos años en este país.
Nuestra democracia es defectuosa y su gran falla, hasta ahora, se encuentra, no en los procesos electorales, sino en la ausencia de un Estado de Derecho y no hay visos de que cambie, por eso, con más razón no dejemos de ir a las urnas, pues eso la deterioraría más aún.
Erróneamente los ciudadanos hemos dejado que los partidos se apropien de la democracia. Lo que toca es rescatarla de los que no dan resultados. Y no se puede hacer eso si uno no va a votar.
Repito. Yo voy a ir a decidir entre quienes están en la boleta. Y no, no voy a votar ni nulo ni en blanco, porque eso no sirve de nada.
Se han acercado a mí varias personas para pedirme el voto por determinado candidato. Cuando les pregunto si meterían las manos al fuego por ella o por él, se quedan callados. Luego, insisto: cuáles son las virtudes de tu candidato. Titubean. Y, por último, al preguntarles cuál es el programa de trabajo o los nombres de los colaboradores cercanos. No hay respuesta.
Estoy consciente de que soy un simple ciudadano entre los 352 mil 763 que están convocados a votar en el Distrito Electoral 06 del que formo parte, correspondiente al municipio de Iguala. Un voto, para muchos, no tiene mayor importancia; aún así, creo que mi voto sí lo es. Lo es para mí, porque es el único poder de decisión que tengo. Y un voto puede decidir el triunfo.
En nuestro municipio, ninguno de los tres candidatos ha dado a conocer su visión de Ciudad, qué es lo que piensa hacer. Eso es lo que la gente quiere saber. Los rezagos y problemas son muchos, de ahí la importancia de conocer a qué se compromete y en qué tiempo los va a resolver. De ese modo los votantes, sobre todo los no partidistas que son la mayoría, sabrán, a la hora de ir a las urnas, por quién votar. No por el candidato que en su período no cumplió sino por el candidato comprometido con las causas ciudadanas.
Dejar que los candidatos prometan cosas sin exigir concreción y resultados es exponernos a lo mismo de siempre y a tener que lamentar cuando ya no se puede hacer nada.