-Guerrero, jinete de la insurgencia

(Primera de dos partes)

Por: Rafael Domínguez Rueda

Con motivo de la celebración del Bicentenario de la Proclamación del Plan de Iguala y Consumación de la Independencia de México, la Comisión Institucional del municipio de Iguala de la Independencia, me incluyó en el calendario de actividades para que el 2 de marzo de 2021, impartiera una conferencia alusiva. Con motivo de que ayer, 9 de agosto se cumplió un aniversario más del natalicio de Vicente Guerrero, a continuación, en síntesis y en dos partes, expongo el tema que preparé en aquella fecha y que la Comisión posteriormente editó en un fascículo de 24 páginas decorosas.

La polémica en torno a quién atribuirle la paternidad de la Independencia de México, así como la fecha en que debe celebrarse, ha existido desde el momento en que culminó el movimiento.

Siempre ha sido una discusión más de carácter ideológico que histórico.

Es verdad que a fines del siglo XIX se impuso la versión que privilegia el papel de los insurgentes que tomaron las armas a partir de 1810, cuyos héroes más visibles, pero no únicos, fueron Miguel Hidalgo, José María Morelos y Vicente Guerrero, la figura de Agustín de Iturbide quedó relegada, pero no ignorada. El historiador Jesús Hernández Sánchez, dice: “En fechas recientes algunos divulgadores de la historia –que no historiadores- pretenden reivindicar el papel de Iturbide y el de otros realistas y socavar el de los insurgentes”. Y es que estos seudohistoriadores alientan una vieja polémica maniquea según la cual unos deben ser satanizados y otros sublimados, como si no formaran parte de un mismo y complejo proceso histórico que debe ser explicado y sopesado a partir de sus contradicciones, reales o aparentes.

Los divulgadores aludidos insisten en que la suya es una interpretación nueva del proceso independentista. En realidad, los historiadores profesionales hace varias décadas que abandonaron la perspectiva de buenos y malos. Han escrito excelentes y equilibrados estudios en los que analizan el papel de los “protagonistas” de la historia nacional; sin embargo, aquellos se sienten Sumos Pontífices y persisten en subir a los altares a su héroe favorito.

¿Cómo aquilatar a los hombres? El pasado 24 de febrero, en el magno festejo celebrado en esta Ciudad, el gobernador Héctor Astudillo Flores, expresó: El municipio de Iguala de la Independencia es timbre de orgullo para los guerrerenses y para los mexicanos, ya que aquí se proclamó el Plan de Iguala, que terminó con 300 años de dominio español, mediante la reconciliación de fuerzas adversarias representadas por Vicente Guerrero y Agustín de Iturbide. Guerrero entendía a la política como el arte del servicio y del desprendimiento, contrario a Iturbide que miraba a la política como el arte de los intereses.

Esto me da pie a evocar, en este gran día, la figura de don Vicente Guerrero, el hombre que hace 200 años se significó entre la constelación de nuestros paladines, porque siempre mantuvo en alto, hasta llegar a conquistarlo, su ideal de vivir y de que sus compatriotas vivieran en una tierra de libertad.

Según el expediente personal que conserva la Secretaría de la Defensa Nacional, el 15 de diciembre de 1810, Guerrero se dio de alta en las filas de Morelos, dentro de las cuales quedó incorporado a la Tercera Compañía del Regimiento de Guadalupe, bajo las inmediatas órdenes del coronel Hermenegildo Galeana.

Muchas de sus proezas no tienen paralelo en la liberación de los pueblos de América. Una de esas hazañas que pintan con elocuencia su valor temerario ocurrió en 1813, cuando, ostentando ya por sus merecimientos el grado de coronel, Morelos le encargó la misma misión que él antes le había encomendado Hidalgo, o sea, la de levantar nuevamente en armas a los pueblos de la Montaña del Sur. Guerrero inició aquella tarea acompañado sólo por su asistente, y unos días después había logrado reclutar 50 hombres, pero sin más armamento que dos escopetas y un fusil sin llave.

Un atardecer que marchaba por la orilla del río Mixteco, vio que acampaba en la ribera opuesta una división enemiga compuesta de 700 soldados al mando del realista José de la Peña. Guerrero analizó la situación y el partido que debía toma. Retirarse, explica un historiador, le pareció tan afrentoso como expuesto y atacar era imposible, porque cada insurgente inerme hubiera tenido que pelear contra catorce realistas bien pertrechados.

¿Qué decisión tomó Guerrero? Dentro de ocho días lo comentaremos.

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