Los Poetas, Artesanos de la Palabra

A los jóvenes que sueñan y luchan por ser poetas. Solidariamente

Por: José Rodríguez Salgado

Por muchos años he tenido el privilegio de ver nacer, crecer y tratar a varios personajes favorecidos con el don de la poesía. Algunos aspirantes a convertirse en poetas han puesto ante mis ojos sus apuntes con la solicitud de una opinión sobre el valor de sus creaciones y de paso obtener frases de aliento. No escatimo ni tiempo ni disposición para las observaciones orientadas a mejorar los trabajos desde mi punto de vista. Advierto que no siempre son favorables, parto de aspectos estrictamente técnicos.

El mes pasado recibí la visita de una pareja de jóvenes, me comentaron que deseaban publicar sus trabajos. Después de los saludos iniciamos una breve charla donde expuse lo siguiente: existe el consenso general de que no es fácil hacer un libro y más aún publicarlo, que ese atrevimiento es un acto pleno del ser humano que desea realizarse mediante la divulgación de sus pensamientos y sentimientos, que nadie niega las innumerables satisfacciones porque encierra gozo y proporciona alegría inmensa.

Este fenómeno lo explica con conocimiento de causa Jaime Sabines, aeda chiapaneco de dimensión universal: “publicar es quitarse un lastre, pero también exponerse a que ocurra algo; a partir de ese momento el poeta se convierte en un ser atropellado, fracturado, constantemente violado en su obra. Cada persona que la lee la interpreta y la dice de una manera distinta. ¿Qué puede hacer uno ante eso?, nada, cuando mucho agradecer que alguien esté dispuesto a gastar unos minutos de su vida, leyéndola”.

Los aspirantes en su prisa por trascender aprovechan la primera tribuna a su alcance y socializan sus inquietudes estéticas. Hay quienes por su cuenta invierten sus ahorros o se endeudan para editar sus primicias; otros con mejor suerte encuentran padrinos que los recomiendan o editoriales que los cobijan y divulgan. Hacer poesía, no es un juego, el afán de divertirse, hacerla bien, con calidad no admite irresponsabilidades, la buena obra se crea y recrea a sí misma. Por eso hay que pensar varias veces en publicar, quien da este paso busca trascender y por ningún concepto debe renunciar a la posibilidad de mejorar.

Lo anterior presupone revisar de manera minuciosa cada página. Los poetas auténticos se callan muchos años antes de decidir que por fin han encontrado su voz fidedigna. Pero no sólo eso es suficiente, el trabajo constante y la luz de la inteligencia cuentan naturalmente, pero es indispensable el ingrediente que algunos llaman “el misterio de la creación”. Federico García Lorca lo llamó “el duende”; Rafael Alberti, el de La Arboleda Pérdida y Emilio Prados, lo calificaron como “la gracia”. Otros aceptan el nombre equivalente al de “la intuición”.

Reconocer la existencia de esas fuerzas misteriosas y ocultas conlleva a adoptar una actitud humilde y admitir que no sólo la disposición lúcida de la materia técnica es la que da vida al poema. El artesano de la palabra es dueño de una fuerza incognoscible y su espíritu –como en el lema universitario- habla por su boca, llámese inspiración, imaginación, evasión, etc., que no son otra cosa que un supremo “don”, regalo inefable que favorece llevar un poco de luz a la penumbra donde moran posibilidades múltiples de realidades nuevas.

Pero hay algo igualmente importante, todo tiene su tiempo, todo se impregna al ser, todo fluye, Sabines dice que “uno nunca escribe sólo para publicar, si de verdad quiere hacerlo, hay que dar ese paso hasta lograr una voz personal propia, original, como signo de verdadera madurez, o de principio de madurez”. “Mientras haya esperanza y recuerdos habrá poesía”, dejó dicho Gustavo Adolfo Becquer. Efectivamente, la poesía es el único contacto imprevisto del hombre con el universo, es tal vez la exclamación del hombre en el momento de ser transido por la fiebre del mundo.

Al felicitar a mis interlocutores y fijar fecha para nuevos encuentros, recordé al inolvidable maestro y poeta Agripino Hernández Avelar, quien dejó como herencia, entre otras, la siguiente reflexión: “dichoso aquel que por medio de la palabra, puede fijar y transmitir el sentimiento de la belleza. A este acto es a lo que de ahora en adelante llamaremos poesía”.

Agosto 11 de 2022

Comparte en: