-Acuérdate de Acapulco.
Por: Rafael Domínguez Rueda
Es a Iguala a quien debo el estremecimiento lírico de mi corazón, donde empezó a latir; es a Cuernavaca a quien debo la ilusión luminosa que todavía aparece a mis ojos en forma de eterna primavera o casa soñada; es a Acapulco a quien debo el amor a la vida, el amor a la belleza y el sentido telúrico al gozo, al placer, sentimientos que tejieron un nido de amor…
Yo entiendo la canción “Acuérdate de Acapulco”. Yo tengo en la pupila tantas postales del Puerto como el desfile de las palmeras de la Costera. Yo guardo celosamente esos paisajes de maravilla prendidos de uno a otro lado de la bahía. Yo siento la nostalgia de las blusas floreadas de las mujeres acapulqueñas, en donde duermen los ruiseñores, sucumben las lunas y se dibujan los atardeceres.
Yo entiendo en estos momentos, el dolor de los acapulqueños, yo comprendo la desesperación de miles de colonos que no tienen para comer, que han perdido su trabajo, que se han quedado sin hogar o perdieron parte de su patrimonio y no falta quienes no se resignan a que sus familiares sólo queden en la lista de los desaparecidos.
Acapulco es la Perla del Pacífico. Es el Puerto con mayor historia. El balneario mundialmente conocido. Acapulco, lugar de cañas, según el náhuatl; habitada desde hace cuatro mil años. Ahuitzotl la conquistó en 1499. Los españoles conocieron la bahía en 1521. La población fue fundada en 1550 y en 1565 fray Andrés de Urdaneta fue el primero en navegar la ruta que después siguió la famosa Nao de China, la que propició el encuentro de tres culturas: asiática, europea y autóctona, dando pie al comercio internacional durante los siglos del XVI al XVIII. En 1594 recibe el título de ciudad. En 1927, llegó pavimentada la carretera México Acapulco y en 1928 se construyó un aeropuerto.
Durante el gobierno de Pascual Ortiz Rubio se construyeron: un hotel, muelles, malecón y pavimentaron calles; mientras la iniciativa privada construyó los hoteles el Mirador y Majestic. Juan Andrew Almazán inauguró en 1938 el hotel Hornos.
En 1947 el presidente Miguel Alemán construyó la costera que lleva su nombre. Así, al inicio de la década de los 50s., ya era el centro turístico más importante de América Latina, pues, allí se daban cita estrellas nacionales como internacionales, como John Wayne, Elizabeth Taylor, Orson Wells, Tyrone Power, Errol Flyn, Cantinflas, María Félix, Agustín Lara y muchas más. En 1952, Jacqueline y John F. Kenedy, pasaron su luna de miel en sus playas.
La década de los años 50s., fue su despegue turístico con miles de visitantes, para los sesenta serían cientos de miles y para los setenta superaban el millón. Para 1979, Acapulco proporcionaba al país el 42% de los ingresos turísticos; y para principios de los noventa, cuando manejamos los ingresos del Puerto, el municipio aportaba el 80 % al Estado.
Frenó su desarrollo, a finales de los 70s., el impulso que le dieron a Cancún. El narcotráfico, si bien en el país empezó en la década de los setenta, había estado controlado hasta antes de la llegada de Vicente Fox y al Puerto llegó para quedarse en 2006. Hoy la complejidad de la delincuencia es alta por el número de grupos que se disputan el control del Puerto. Luis Walton, siendo presidente municipal trató de poner orden en la oficina de Catastro; sin embargo, los dos directores que nombró terminaron asesinados.
Por eso, en mi columna anterior, decía que no se deben hacer de carrera las cosas, sino que para reactivar la economía planear el rescate, reconstrucción y regeneración de Acapulco con una visión integral: cumplir con los planes de desarrollo urbano, actualizar las normas de construcción tomando en cuenta que Acapulco se encuentra en un área de alta sismicidad y vulnerabilidad y desterrar la corrupción inmobiliaria en los cambios de uso del suelo, “nuevos” cambios de propietario, permisos de construcción con descripciones precisas de estructuras y materiales y por ningún motivo permitir la depredación de los ecosistemas. Reitero, este incumplimiento de las normas, propiciado por la corrupción es el verdadero ojo del huracán.
A un mes del desastre, poco, poquísimo se ha avanzado en la recuperación de la imagen del Puerto. A pesar de que la CFE informó que ha restablecido la infraestructura eléctrica en un 93%, ciudadanos desmienten a la paraestatal debido a que cientos de colonias y comunidades permanecen todavía en penumbras. El Internet tampoco se ha restablecido del todo. La decisión del gobierno de declarar “el fin de la emergencia” es criminal, pues, basura, escombros, olores fétidos y destrucción se ve por toda la ciudad.
Junto con lo sanitario, debe atenderse el problema económico con empresarios, colonos y población rural. La CANACO ha informado que más del 75% de los 83, 801 negocios presentan afectaciones. Según CANIRAC, Otis dejó pérdida total al 80% de los 5,700 restaurantes. De los 377 hoteles que cuentan con 20 mil habitaciones y multitud de otros alojamientos vacacionales, el 80% quedó dañado. Eligio Álvarez, clavadista de la Quebrada, dice: “Nos urge que retiren tanto escombro, vidrio y metal, así como haya buena señal del Internet para iniciar los espectáculos”. ONG’s y magisterio aseguran que las autoridades educativas sólo han visitado los planteles para tomarse la foto y alertan que miles de menores abandonarán sus estudios, pues las autoridades no tienen una estrategia para rehabilitar planteles afectados y reiniciar clases.
Y, para qué hablar de muertos y desaparecidos. López Obrador se ha reducido a afirmar que los hoteles reabrirán el 15 de diciembre y que se celebrará el Abierto de tenis en febrero próximo.
¿Alguien conoce mejor a Acapulco?
Acapulco requiere una reconstrucción integral, inteligente, sensible, resiliente y orientada, no a seguir siendo el antro de playa de fin de semana, sino a levantarse como el polo de desarrollo que en la década de los cincuenta le valió el calificativo de Perla del Pacífico y a principios de la década de los noventa detonó en el desarrollo de las dos terceras partes del estado de Guerrero.
Levantar Acapulco es deber de memoria, derecho a la imaginación, respuesta a sus aportaciones. Por tanto, urgen nuevas formas de convivencia en comunidad basadas en el respeto a la autonomía, legalidad, bienestar y libertad.
Tratamos de ayudar a crear un nuevo y digno Acapulco, como el que conocí en los años cincuenta, me dio oportunidad de realizar mi primer trabajo profesional en los sesentas y aceptó mi desempeño laboral en los noventa.