-Crisol patrio
Por: Rafael Domínguez Rueda
La vida es el presente, por eso hay que gozar plenamente cada momento. El único sentido de la vida es el amor. El amor a la esposa, a los hijos, a los amigos, al Creador, a la patria. Quien quiere a su familia debe demostrarlo, no sólo con palabras, sino con hechos, con señales de afecto que generen un ambiente cálido, seguro y de confianza, siendo honestos y coherentes. Mostrándoles el camino de sentirse reconfortados con la presencia de uno. Aunque cada quien tiene su propio lenguaje del amor, nuestras acciones de acercamiento abren el camino que da rumbo a la unidad familiar.
Y así nos los advierte Machado: “Caminante no hay camino, se hace camino al andar…” de ahí que mi vida sea la de un andariego. Vivo en un constante caminar. A pesar de mis años, no estoy cansado todavía. Mi esposa, mis hijos, mis amigos, me inyectan ánimos para seguir por los caminos de la vida. Ir al trabajo es deleitoso. Ir con los historiadores es ameno. Ver a los amigos es reconfortante. Estar en contacto con los hermanos es saludable y me permite volver con nuevos bríos al placentero ejercicio de seguir caminando con las velas al viento.
Desde hace muchos años, con la familia, hemos pasado la noche del 15 de septiembre en diferentes ciudades del país: Cuernavaca, Puebla, CDMX, Zacatecas, Tepic, Guadalajara, La Paz, Mazatlán, Dolores Hidalgo, San Miguel Allende, Querétaro, entre otras. Todo tiene un sentido, la noche del 15 de septiembre, al igual que la Nochebuena y la de fin de año, nos despiertan el mensaje de unidad familiar. La unidad familiar es la creación de ciertas rutinas, ciertas celebraciones que sirven para reunir a los miembros de la familia, los conecta con sus raíces y agregan alegría, empatía, cohesión y diversión a la rutina.
Pero, ¿por qué celebrar el “grito”? Debemos celebrar la noche del 15 de septiembre, víspera del aniversario glorioso de nuestra independencia, no sólo por tradición, sino también porque con el grito los mexicanos nos sentimos liberados; la celebración despierta nuestra mexicanidad que nos da identidad ante los ojos del mundo; nos permite desbordar nuestra alegría; nos hace sentir lo que somos: alegres, festivos, unidos y auténticos. Igualmente, porque la costumbre es más antigua que la bandera.
La ceremonia del grito se remonta al año 1812, cuando en plena lucha insurgente, el benemérito general Ignacio López Rayón la celebra en el poblado de Huichapan y así lo consigna en el Diario de operaciones militares; “Día 16.- Con una descarga de artillería y vuelta general de esquilas, comienza a solemnizarse en el alba de este día el glorioso recuerdo del grito de libertad dado hace dos años en la Congregación de Dolores, por los ilustres héroes, el señor don Miguel Hidalgo y su compañero don Ignacio Allende…”
En el año siguiente, José María Morelos y Pavón incluyó en sus Sentimientos de la Nación la propuesta 23, que a la letra dice: “Que igualmente se solemnice el día 16 de septiembre, todos los años, como el día aniversario en que se levantó la voz de la Independencia y nuestra santa libertad comenzó, pues en ese día fue en el que se abrieron los labios de la Nación para reclamar sus derechos, y empuñó la espada para ser oída recordando siempre el mérito del grande héroe el señor don Miguel Hidalgo y su compañero don Ignacio Allende…”
Desde entonces en forma ininterrumpida, excepción hecha de 1847 por la invasión norteamericana, se ha celebrado el 16 de septiembre como fiesta patria por excelencia.
En el año de 1825, Guadalupe Victoria, primer presidente de México, designó el 16 de septiembre como el día oficial en el que se celebra nuestra independencia, aunque con el paso de los años el pueblo mexicano comenzó a celebrar esta fecha desde la noche anterior y finalmente esta tradición se oficializó en 1896 por declaración del presidente Porfirio Díaz y aunque mucho tiempo se creyó que lo había hecho el día 15 de septiembre para que coincidiera con su cumpleaños, esto era falso, pero se quedó la costumbre de comenzar la celebración y dar el “grito” la noche del 15 de septiembre.
Como puede verse, es esta una de las tradiciones más arraigadas y significativas del México independiente que el pueblo celebra con convicción, entusiasmo y alegría. Por ello no es extraño que este espíritu patriótico, nacido del crisol patrio se haya encarnado en tradiciones populares que se manifiestan a lo largo del mes de septiembre cual verdadera explosión de los colores patrios. Hoy, como en 1910, de una o de otra manera, la voluntad nacional se expresa en un solo grito, una y otra vez:
¡Viva México!
¡Viva nuestra Independencia!
¡Vivan los Héroes que nos dieron Patria!