-Homenaje al maestro.

Por: Rafael Domínguez Rueda

Durante 75 años de mi vida he sido, entre otras cosas, servidor, actor, orador, trovador, dictaminador, escritor y, en ocasiones, a pesar mío, contador. Pero, sobre todas esas actividades, fui profesor, aunque sólo ejercí el magisterio cinco años.

Así, después de 60 años de haber dejado las aulas, me llego a cruzar n mi camino con dos o tres profesionistas que fueron mis alumnos y me saludan con respeto, agregando el honroso calificativo de maestro. Eso me hace pensar que no fui tan mal profesor.

Dejé el magisterio, porque en aquellos tiempos el profesor debía tener vocación de apóstol, cuya misión era instruir y educar a los pupilos. Pero, estábamos mal pagados. El salario no me alcanzaba para sacar adelante desahogadamente a una familia. De no haber sido por esa situación le habría seguido hasta que tuvieran que llevarme en silla de ruedas al salón de clases, como lo hiciera mi recordado amigo y excelente maestro Santos González Nájera, un gentil hombre, quien siempre me demostró un gran afecto. Maestro de acendrada vocación, hasta sus últimos días acudió a la escuela. Era el director de la escuela primaria Club de Leones. En silla de ruedas, siempre llegó antes y se retiraba después de los alumnos. Dios lo tenga en su santa gloria

Pero, el tiempo es inexorable. Sin darme cuenta pasé de la edad de la pasión a la edad de la canción, ya que cada mañana amanezco con la misma cantaleta: cuando no me duele la cabeza es la rodilla o sino el estómago. Sin embargo, recuerdo con nostalgia mis años de profesor.

Aún me parece estar viendo los rostros de mis alumnos –ellas y ellos- y me veo a mí mismo frente al aula hablando de Geografía Física a los alumnos de primer año de secundaria; Geografía Humana, a los de segundo; y Geografía de México, a los de tercero. También daba clases de Geografía de México en la carrera comercial. Y, en el Instituto de Capacitación del Magisterio, los fines de semana, Etimologías Greco-latinas.

Todavía a finales de la década de los cincuenta del siglo pasado, el sacerdote, el médico y el maestro eran los profesionistas más vinculados a la base de la población. Lo peculiar de su actividad diaria y la naturaleza de las tareas que realizaban, les permitía mantener una comunicación directa con las personas, los grupos y las familias que integran la comunidad que los rodea.

Desafortunadamente, a partir de la década de los sesentas, los curas colgaron los hábitos o se apoltronaron en sus oficinas, los doctores se refugiaron en el Seguro Social y los profesores abandonaron las aulas, pues salieron a las calles a protestar.

En nuestro país el número de sacerdotes se va reduciendo, el de los médicos va creciendo y el de los maestros no para de crecer. Cada 15 de mayo la nación le rinde homenaje a sus maestros. En esa fecha se organizan en todo el país ceremonias en honor a los educadores.

Desde esta columna le rindo homenaje a los profesionales de la docencia que con absoluta sencillez como la del maestro José Rodríguez Salgado, o elevada emoción social como la de mi recordado hermano Hermilo Castorena Noriega o brillante desempeño magisterial como el de Margarito López Ramírez se dedican a sembrar en la mente y en el corazón de sus seguidores el saber, la esperanza social, la fe en nuestro destino común y la semilla de la superación y progreso.

En fin, bella época fue aquella en que fui maestro y añoraría si no estuviera viviendo ahora otra época mejor, en cuanto lo excede en cualidades, pues vivo con el gran amor de mi esposa, con el aprecio de mis hijos, con el apoyo de mis amigos; además vivo sin la responsabilidad de un cargo, sin obligaciones familiares, pues todos mis hijos son profesionistas y a mi esposa no le falta nada. Sin la preocupación de estarme tronando los dedos, pues en casa, por lo menos hay chilaquiles para comer… y vivo feliz, pues tengo una esposa que me ama, unos hijos que respetan el apellido, unos amigos que me aprecian, unos compañeros que me estiman, lectores que me admiran… qué más puedo esperar.

Para mí el amor es la medicina del cuerpo, así que nunca me verán enfermo, porque a diario recibo muestras de amor.

Antier, día del Maestro, lo celebré con mi familia. Ayer, lo festejé con mis amigos. Hoy, de una manera discreta, íntima, en la comunidad de Platanillo, feliz, celebraré mi vida.

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