-Poética musical de las campanas

Por: Rafael Domínguez Rueda

Se dice que nunca es tarde para agradecer y hoy quiero tocar las campanas de mi corazón para agradecer la amistad, confianza y los detalles en momentos especiales que, el auténtico y único campanero que ha tenido Iguala, don Felipe González me brindó y espero que junto a Dios esté gozando la eternidad.

Históricamente las campanas están asociadas con rituales religiosos, por ello se han utilizado para llamar a la comunidad, sean creyentes o no, a los actos religiosos y seculares.

Los sonidos de las campanas se llaman toques; sin embargo, hay una gran variedad de toques. Cuando suena muy rápido se llaman repiques y son usados en emergencias.

Colgadas en austeras torres pueblerinas, campanarios renacentistas o en imponentes catedrales, nos convocan a reunión, nos invitan a participación o nos anuncian un evento, según el sonido que se les da. Y su mensaje cambia cuando suenan en barcos, pues entonces producen regocijo al anunciar que han llegado a buen puerto; en camiones de bomberos, alertan por alguna conflagración; o simplemente los carros de basura anuncian su presencia.

Ya los romanos convocaban al pueblo a actividades públicas con unas pequeñas campanas llamadas tintinnabulum y eran de terracota. Pero fueron los cristianos, en el siglo V, los que empezaron a usar este instrumento de percusión para llamar al pueblo a la oración, denominándolas campanas por haberse originado en la región de La Campana, lugar italiano famoso por sus bronces.

Pero su historia, como mencionaba antes, es más antigua. Antes del año 2 mil a.C., ya se usaban en China, Egipto, India, y desde entonces los seres humanos las han empleado no sólo para comunicarse, sino también como objeto rituales, decorativos y amuletos mágicos pintorescos, ya sea colgados en las puertas de entrada, o bien sujetas al cuello de los animales.

Existen también las campanas de Navidad, esas que se cuelgan en las puertas, ventanas, árboles de Navidad o distintos ambientes de los hogares. Estas representan la alegría por el nacimiento del Niño Jesús y la llegada de las fiestas invernales.

Al preguntarle ¿Dónde y quién le enseñó a tocarlas? Él me confesó que, a mediados de la década de los cuarenta, el entonces párroco del templo de San Francisco de Asís, don Pedro Bustos Martínez lo invitó a ser campanero; cuando él aceptó, lo llevaron a México y en una sola mañana de domingo, de las cuatro y media a las doce, el campanero de la Catedral Metropolitana le enseñó el maravilloso poder musical de las campanas.

Él me explicaba los distintos tonos. El toque de bodas, uno de los más habituales, las campanas repican, es decir, repiten de forma vigorosa y continuada un sonido para reflejar la alegría que anuncia el feliz acontecimiento. El de los funerales el timbre es mucho más lento y se dobla pausadamente y de una manera intercalada. El Ángelus –ya no se acostumbra- se caracteriza por marcar una serie de tres campanadas. El toque de Auxilio, particularmente cuando se trata de fuego es muy alocado y se mueve de una manera vertiginosa, a fin de solicitar la ayuda de los vecinos. Para ir a misa, hay tres llamadas. La primera media hora antes de que comience el acto. Cada vez se realiza por tandas de 15 por 3 y se terminan con una, dos y tres, según la llamada. Hay otras como los maitines, las vísperas y de rogación.

Cuando me casé, con mi esposa decidimos que fuera una boda sencilla y muy familiar. Y así fue. Pero, después de iniciada la Eucaristía, las campanas empezaron a tocar una especie de sinfonía que llamó la atención de la gente y muchos acudieron para saber qué pasaba.

Al término de la ceremonia, don Felipe fue uno de los primeros en irme a abrazar y me dijo: “aunque no fui invitado, mi regalo fueron los toooooooques para que conmigo compartieran el momento feliz que usted está viviendo”.

Sin duda, las campanas resultan un instrumento angelical, su sonido es un voz celestial, de liberación y paz, y con su ritmo pendular hipnotizan, enamoran, crece la vibración del metal que sintoniza con el corazón y mi corazón, en ese momento, armonizaba junto con las campanas en ese día inolvidable, gracias a mi amigo Felipe González.

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