-Descuido.

Por: Rafael Domínguez Rueda

Las ciudades, como los seres vivientes, para tener personalidad propia deben estar sujetas a constantes retoques, remozamientos y, sobre todo, conservación para que cumplan con su cabal cometido.

Iguala, al paso del tiempo, llegó a adquirir su propia personalidad: la fisonomía de sus calles empedradas, sus casas de adobe y teja con ventilados corredores y amplios patios, parques y jardines públicos sombreados, monumentos icónicos, edificios característicos y hasta árboles emblemáticos que le dieron un calificativo por el que era reconocida a nivel nacional; eran parte de esa personalidad que la hacían una peculiar ciudad colonial que visitaban viajeros, turistas y hasta artistas.

Sin embargo, es lamentable en verdad observar en nuestro rutinario paso por sus calles, como varias administraciones municipales han ido borrando esas características, dando paso a una modernidad irracional.

Así, Iguala perdió el pórtico que adornaba la entrada del panteón municipal con una suntuosa herrería, el kiosco metálico del Zócalo. Se transformó el montículo de las Tres Culturas para dar paso a un mercado de zona. Se mutiló la Alameda para edificar una escuela y una biblioteca. Se decretó la cancelación del ferrocarril del Sur, afectando a la gente de bajos recursos, así como al transporte de carga.

La explosión demográfica provocó la expansión territorial y esto vino a minimizar la agricultura y desaparecer a la ganadería. Se descubrieron vestigios prehispánicos en el corazón de la Ciudad y se construyó sobre ellos. El archivo histórico de Iguala, en tres administraciones, ha ido parar al basurero. Los rieles de la vía del ferrocarril se sustrajeron. Y así podríamos seguir.

Y es que, por un lado, los compromisos políticos, las exigencias de los líderes o grupos, la falta de coordinación gubernamental; y por otro, el desconocimiento de los asuntos públicos, la ignorancia de las leyes y procedimientos y la inexperiencia de los funcionarios, terminan por doblegar a la gobernabilidad.

¿Qué hacer? ¿Cómo actuar? No es fácil cuando una comunidad está polarizada en muchos aspectos; estamos divididos en liberales y conservadores. O se es de izquierda o se es de derecha. O se es del Guadalajara o del América. O se es católico o se es protestante. O se es del PRI o se es de Morena. A mayor polarización, más difícil resulta generar consensos amplios entre grupos con sensibilidades distintas. Sin embargo hay que seguir remando, aunque sea contra corriente.

Paisano, Iguala es nuestra casa. Otra no la encontraremos fácilmente. Entonces, seamos positivos. Fuera de aquí somos extraños. Y, cuando en otra parte, mencionamos de donde somos, la gente se sorprende, porque Iguala desde 2014 quedó estigmatizada. Así que doblemente tenemos que trabajar para cambiar esa imagen. Necesitamos dar la impresión de ser un pueblo unido, progresista, trabajador, culto.

Estamos en vísperas de estrenar Centro urbano. El primer cuadro de la ciudad debe ser la cara interesante y bonita o la imagen atractiva que debe ofrecer a propios y extraños. El Centro Histórico de Iguala era un símbolo de cultura y tradición, de reposo e historia: su trazo colonial, su disposición de oasis en la época independentista, su embellecimiento en el porfiriato, sus monumentos y kiosco, confirmaban su valor histórico.

Pero, cinco grupos propiciaron una remodelación con motivo del Bicentenario. En 2014, se inició con una de las propuestas, sin embargo, en 2015 se dio marcha atrás. Así que ningún plan prosperó. Ahora, dentro de unas semana vamos a tener un Centro urbano moderno con el sello de la 4T, es decir, que de un plumazo se vino a borrar nuestro pasado.

Nuestro Patrimonio Histórico se diluyó. Cuando se dio a conocer el proyecto de “Renovación integral del Centro Histórico de Iguala”, la Asociación de Historiadores acudió ante las autoridades para dar a conocer sus observaciones. Por lo menos, es de agradecer que les hayan escuchado.

La obra, cuando lleva un 80 por ciento de avance, ya muestra fallas de origen, pues el acabado no es el correcto. De ahí que un grupo de ciudadanos encabezados por René Ocampo hayan protestado -y con razón-. En estos tiempos de polarización hay que reconocerles su valor.

Trabajemos por una Iguala digna y en armonía.

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