—Bellezas naturales en extinción

Por: Rafael Domínguez Rueda

Difícilmente podrá encontrarse una entidad federativa tan rica en bellezas naturales como el estado de Guerrero. Un puerto reconocido mundialmente: Acapulco, “la perla del Pacífico”. Otro destino de playa: Zihuatanejo, cuyas bellezas son disfrutadas por el turismo nacional. Una ciudad Colonial: Taxco, cuyo encanto sigue siendo atracción para las miradas de todo el mundo. Montañas que aún conservan maderas preciosas; pero, sobre todo, minerales como oro, plata, mercurio, caolín, cuya producción figura en los primeros lugares a nivel nacional. Ríos caudalosos, siendo el Balsas, el más largo del país…

Y qué decir de Iguala. A pesar de que el sol, más ardoroso que nunca amenaza abrasar la ciudad, obliga a la gente a buscar sombra y frescura en los campos, en los risueños pueblecillos que bordean el Valle de Iguala y que se tienden al pie de las estribaciones del eje volcánico, como aquellos cestillos de flores que los antiguos chontales ofrecían a los númenes de sus montañas, de sus corrientes y de sus dos lagunas; la de Tuxpan y la de Ixtlayota que irresponsablemente desaguaron.

Esos pueblecillos son: Ahuehuepan, hermosísima aldea, callada, fresca, sombría, que se esconde entre sus huertas como un nido de alondras, y que si al paso de la carretera ofrece sus restaurantes, encierra en su seno preciosas casitas y agradables albercas. Tuxpan, que se asienta en el último peldaño del cerro de San Andrés, con sus huertas aristocráticas de mangos, adonde van a descansar de sus afanes y cuidados los políticos de Iguala. Platanillo, el lindo Platanillo que se recuesta al pie del cerro el Jumil, con sus cármenes encantadas y sus huertas sombrías de mangos, mameyes y ciruelas. Allí, al borde de sus manantiales de aguas cristalinas y sus apantles murmuradores, sobre la alfombra de yerbas, a la sombra de los árboles, embriagándose con el aroma de las flores y escuchando el concierto de las aves, se imagina uno encontrarse en el paraíso. Platanillo es el teatro de los idilios y de los amores, es el asilo de las Dafnis y de los Amintas, el parnaso de los poetas y pintores.

Pero, a consecuencia de la estación y, sobre todo, de la irresponsabilidad de los guerrerenses, pues será difícil hallar otro estado cuyas habitantes tengan tan poca conciencia como nosotros de la necesidad de preservar esas bellezas.


Por otro lado, no parece haber preocupación ni por los ciudadanos ni por las autoridades que los muevan a salvar los árboles, a preservar las especies de flora y fauna, a evitar que las corrientes de agua se vuelvan vertederos de basura, a impedir que se sequen los manantiales y lagunas milenarias, a prevenir que no ocurran los incendios forestales.

Así, el incendio forestal de Platanillo, después de 4 días de intensa labor (14 al 18 de marzo), finalmente fue controlado al 95%, habiendo afectado 210 hectáreas. Gracias al arduo trabajo de cerca de 300 brigadistas: voluntarios y personal de los 3 niveles de gobierno, el puesto de mando dio por concluidas las labores.


¿Quiénes son los responsables de los incendios? Desde luego que la responsabilidad es exclusiva de las personas que los provocan al tirar una colilla de cigarro encendida o los ejidatarios al tratar de limpiar su parcela, ya que queman ilegalmente los rastrojos.


Ya pasó el incendio. Y ahora qué ¿Esperar a que llegue otro? Hace años, una vez controlado el incendio forestal, personal del servicio forestal junto con el de ecología iniciaban de inmediato la recuperación. Esta incluía labores de limpieza y resiembra de la mayor cantidad posible de árboles y flores silvestres nativas para contribuir al máximo a los procesos ecológicos posteriores. Al preguntarle a un forestal sobe dicha medida, se concretó a decirme que eso era en el pasado, pues, ahora, forestales, ecologistas y guardabosques se convirtieron en trabajadores de banqueta.

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