Por: Rafael Domínguez Rueda

Debo estar bendito. Porque, por más que me le escondí, el Covid me pescó y me dio una buena zarandeada.

Pasado ya el sobresalto del coronavirus, con más tranquilidad y confianza voy a seguir enfrentando la vida. Ya, desde hace poco más de un año se me habían vuelto a abrir los caminos que antes de la pandemia recorría este andariego.

Ahora, después de bordear la laguna de Tuxpan, me solacé en Platanillo y traté de ubicar las mojoneras que dividen los ejidos de Platanillo con El Naranjo, pues pareciera que tienen diferencias.

A mis años debería estar yo en un sillón, con una toalla en las rodillas, bebiendo a sorbos una copita de coñac (puesto que el café y el té no los puedo tomar por prescripción médica) y leyendo un buen libro. Pero el camino me llama todavía, y a pesar de las recomendaciones de mi esposa, de las sugerencias de mis hijos, de los afectuosos consejos de mis amigos y de las enormes consideraciones de mi jefe, no puedo desoír su voz.

Y es que del camino diario acum

ulo vivencias hermosísimas que me acompañarán el resto de mi vida. No tengo la menor duda de que pronto habré de estar –si Dios no dispone otra cosa- en un sillón, con una copita de coñac y un buen libro. Pero entonces podré decirme a mi mismo con amorosa y feliz nostalgia -¿Te acuerdas?

Pasando a otra cosa. La reiterada promesa del presidente Andrés Manuel López Obrador de hacer prevalecer la integridad durante de su mandato no ha ido más allá de su palabrerío, de su verborrea matutina.

Como consecuencia de su posición de merolico que no es más que papel mojado, las empresas en México seguirán enfrenando desafíos relacionados con la corrupción, al tiempo que estarán expuestas a riesgos de integridad y reputación.

La retórica de AMLO no ha aumentado la transparencia: no hay mejoras en la percepción de corrupción y las instituciones anticorrupción, como la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, son más débiles, lo que implica riesgos persistentes de integridad para las operaciones bancarias y comerciales.

Las encuestas internacionales especializadas en medir las percepciones de corrupción y la capacidad de los países para responder a este fenómeno, revelan que México está rezagado con respecto al promedio en América Latina. Fracaso del que no habla AMLO.

Entre los estudios que conocí, está el realizado conjuntamente por Control Rick y el think lank Americas Society Council of the Americas con fecha del pasado 22 de junio, en el que examina la situación de 15 países de América Latina en materia de combate a la corrupción.

Dicho documento, vemos con tristeza, como muestra la permanente degradación de México desde 2019, colocándolo en la posición 12, de mejor a peor, sólo detrás de Venezuela, Bolivia y Guatemala

Prácticamente nuestro país registró reveses en todas las categorías analizadas, aunque el declive más pronunciado tuvo lugar en democracia y políticas institucionales, particularmente en la variable de evaluación de los procesos de elaboración de leyes y de toma de decisiones.

Las acusaciones de corrupción hechas por AMLO en sus ruedas de prensa diarias contra jueces luego de fallar en contra de sus deseos, son también evidencia de los intentos del Presidente de interferir en el Poder Judicial.

El reporté prevé que la tendencia hacia la degradación institucional no cambie en lo que resta de la actual administración. En cuanto a la contratación pública, igualmente hay retroceso. Alrededor del ochenta por ciento de los contratos gubernamentales tienen lugar sin proceso de licitación. El estudio señala que el porcentaje se ha mantenido estable durante el mandato de AMLO y es superior a la media de las administraciones anteriores.

Simultáneamente ha crecido la participación de las Fuerzas Armadas en los proyectos de logística e infraestructura pública, actor que “no está sujeto a los mismos estándares de escrutinio y transparencia que las agencias civiles.

Así que nuestra situación en declive, no es una cuestión de los conservadores ni de gobiernos pasados, es única y exclusivamente responsabilidad de la 4T y sus seguidores que, van sin rumbo y nos llevan al precipicio.

Comparte en: