El Maestro o la manumisión de la ignorancia

Por: José Rodríguez Salgado

En recuerdo de Don Silvestre Gómez Hernández, quien con su ejemplo descubrí mi vocación.

Ayer 15, en todo el territorio nacional se celebró el Día del Maestro. Invito a los lectores a adentrarnos a los orígenes, significado y compromisos que la fecha conlleva. A veces la falta de memoria nubla y los antecedentes parecen diluirse al paso de los años. Al efecto, recordemos que apenas iniciado el período constitucional mexicano, dos diputados de ascendencia popular propusieron en la Cámara, “que todos los días 15 de mayo se rindiera homenaje a los profesores, soldados del saber. Benito Ramírez y Enrique Viesca, fueron los autores de la iniciativa presentada el 27 de septiembre de 1917. Los diputados Aurelio Manrique, Rafael Martínez de Escobar, José Rivera y Manuel Rueda Magro, rindieron el dictamen favorable el 29 de octubre de ese año. Una semana después el Senado de la República, también aprobó el proyecto y el 23 de noviembre de 1917, don Venustiano Carranza promulgó el Decreto, el primero, de cuyos dos artículos señalaba: “Se declara Día del Maestro el 15 de mayo, debiendo suspenderse en esta fecha las labores escolares…”

La efemérides obliga al cabo del tiempo mirar lo que del maestro se pide y lo que el maestro ofrece. No siempre la educación nacional ha tenido niveles homogéneos y ascendentes, pero siempre la evocación de los educadores procura esa homogeneidad y ese ascendente. Los logros en las diferentes etapas se deben al esfuerzo intenso, decidido y solidario de los profesores rurales y urbanos. Vinculados a las causas populares; conocedores de su potencial y regeneradores de la estructura social, los maestros mexicanos brindan su concurso a la superación del país y permanecen atentos al desarrollo de las prioridades nacionales.

La acción del maestro se inscribe en la construcción del mañana que permite hacer posible la esperanza, porque para corresponder al esfuerzo hacen falta por igual, imaginación, talento, conocimientos, voluntad y cultura pedagógica. ¿Qué queremos, qué podemos y qué hacemos?, esas son las incógnitas a despejar. Aproximar la volición, la actitud, la aptitud, son un gran y hermoso reto. Hay que afrontarlo con entereza, trabajar en equipo

organizadamente, con firmeza en la decisión, certidumbre en la libertad y convicción en cada empeño.

Emmanuel Kant decía que “el maestro no debe procurar como objetivo la obtención del dinero, sino el desarrollo de las propias facultades y el crecimiento de la ciencia”. En palabras conmovedoras, por justas, Simón Bolívar decía a Simón Rodríguez, su maestro, lo que todo discípulo puede repetir a su propio mentor: “usted formó mi corazón para la libertad, para la justicia, para lo grande y hermoso. Yo he seguido el sendero que usted me señaló… ha visto mi conducta, mis pensamientos, mis escritos y mi alma pintada en el papel y usted ha dicho: ¡Todo esto es mío!, yo sembré esta planta, la enderecé cuando tierna; ahora, robusta y fuerte ofrece sus frutos, son míos”.

Ese es el homenaje que en todo tiempo se rinde a quienes para merecerlo, ofrecen lo mejor de sí. Es cierto que en cada momento y en cada sitio el maestro plantea requerimientos diferentes, la enseñanza no se puede sujetar a patrones rígidos, ni estereotipos artificiales. El éxito o el fracaso de su obra van en relación con la capacidad que tiene para identificar su medio y la voluntad para transformarlo. Él desempeña un papel central en la vida de la sociedad, él aprende, enseña, encauza, explica con modestia los comportamientos y las tradiciones culturales que cambian el orden de la rutina por la creatividad y la iniciativa.

Es el maestro quien renueva el bagaje de su propia experiencia para entregar un saber nuevo, actual, orientado hacia la justicia y la verdad. Usa la prudencia en la expresión y el arrojo en las concepciones. El buen maestro no marcha a la zaga, ni atrás del carro social, ni al paso de la complacencia circunstancial. Es seguidor del ideal de la educación, es vértice de la sociedad, la cultura cívica y la libertad como valores inseparables. De él depende la manumisión de la ignorancia. Y sólo manumiten los que son libres y moralmente sanos, los que se miden con el genio de los hombres grandes.

Hoy y siempre en toda la República, tienen los maestros un lugar deferente, de admiración, cariño, respeto y agradecimiento por su contribución en la forja del futuro promisorio. ¡Felicidades! Mayo 16 de 2024.

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