Retorno a la poesía de Jaime Sabines

José Rodríguez Salgado

Anhelo salud y bienestar para todos en este 2024.

         Algunos imprevistos impidieron enviar mi colaboración del jueves anterior. Pido disculpas a los lectores por la omisión. Las fiestas de navidad y fin de año son propicias para reconciliarnos con la palabra, especialmente la que se recubre de poesía pues nos levanta y reconforta. En este afán explorador se encuentra uno con sorpresas y elevadas referencias vitales. Al indagar en mis mejores amigos, mis libros, releo páginas que han marcado mi existencia. Ahí encuentro la precisión y equilibrio de Alfonso Reyes; el estilo como forma de pensar de Jorge Luis Borges; el esclarecedor oficio de la lengua en Andrés Bello y Rufino José Cuervo. Decido finalmente, henchido de emoción tomar contacto con la obra magistral del poeta chiapaneco Jaime Sabines Gutiérrez. Cada vez que se invoca a este genio creador se encuentran ricas posibilidades del idioma dentro de la sencillez y concisión.

         Sus poemas son regalo perpetuo. Enseñan con el limpio y nada complicado espíritu que nos hace creer y vivir la armonía entre la estética y el desamparo. Su vida es cátedra imperecedera que nos acerca al prodigioso manantial de donde brota el sentimiento y la musicalidad, pero también angustia existencial, expresión nítida de sufrimientos y esperanzas. Con estas referencias he retornado a la poesía de este personaje emblemático cuya vida y obra compendian soledad, sufrimiento y muy por arriba, amor a lo justo y verdadero. La columna vertebral de su obra es “Algo sobre la muerte del mayor Sabines”, publicado en 1973.

         No fue un poeta político, en cambio hay congruencia con sus principios literarios y éticos. Permaneció al margen del caudillismo cultural encabezado por Octavio Paz. Se identificó con el grupo de vocación realista como Rubén Bonifaz Nuño, Eduardo Lizalde y Rosario Castellanos de la llamada generación de Medio Siglo. Coincidió también con César Vallejo, Ernesto Cardenal, Juan Gelman, Roque Dalton, Pedro Mir, Mario Benedetti y Roberto Fernández Retamar. Sabines se negó siempre a reconocer influencias. No fue un poeta literario o libresco. “Quiero ser un poeta no un juglar”, aseveraba. Uno de los más autorizados académicos lo calificaba de “poeta existencial”. Nos revela “un mundo de emociones que tienen la misma forma del espejo y se acerca al hombre común y corriente…todo con palabras que no necesitan la asistencia de un diccionario”. Puede afirmarse que su poesía corre a la par de la sangre de su vida, un puente que se tiende de una soledad a otra. Afirmaba que el poeta no tiene más que una medida: la de su autenticidad. Fue un autor de lo humano, de la carne, de la vivencia, no fue Sabines un creador abstracto.

         En célebre entrevista concedida a Hernán Becerra Pino, comentó la significación de haber recibido la medalla Belisario Domínguez como una distinción muy satisfactoria, porque el mártir chiapaneco está muy arraigado en la consciencia nacional. Habló de su origen árabe, a propósito de los 500 años del encuentro de dos mundos. Calificó el poema en memoria de su padre, como desgarrador y tan doloroso que se negaba a volver a leerlo. Fue un hombre muy sensato, tranquilo y su influencia dejó claro el enorme amor por los suyos y por la naturaleza que le rodeaba. Tenía un enorme parecido con el actor Omar Sharif.

         Poseía una memoria prodigiosa a grado tal que podía repetir textos completos de la historia de México y sus gobernantes, así como un buen número de poemas. En plena adolescencia fue un lector voraz preferentemente de los poetas de su tiempo; más tarde en la capital a la que llegó para estudiar medicina, tuvo la necesidad imperiosa de escribir bastante por la soledad y la agresividad terrible que encontró en la gran urbe.

         Fue en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM donde descubre definitivamente su vocación. Consideraba a la muerte como el total aniquilamiento de la persona, con esa percepción elaboró el poema de doña Luz, su madre que falleció en 1965, cuatro años después que el mayor Sabines. El sufrimiento fue enorme junto con las 36 operaciones que lo postraron por largos períodos. Su deseo ferviente era recuperar su salud, volver a meterse al río de la vida y volver a escribir. Falleció el 19 de marzo de 1999.

         Su poesía se decanta básicamente en el amor, la muerte y lo sagrado. Sabines es uno de los más grandes poetas mexicanos. Leerlo es un privilegio.

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