“La Semana Santa en mi Pueblo”, IMA

Por: José Rodríguez Salgado

A la maestra tixtleca Mirtila Basilio, afectuosamente.

Es Jueves Santo y la población creyente cumple puntual la liturgia para evocar el sacrificio de Jesús El Cristo. Ahora como ayer las iglesias cristianas, ortodoxas, coptas y católicas romanas de todas partes del globo cumplen devotamente con la tradición, los silencios, oraciones, procesiones, sermones, representaciones teatrales sobre la vida y milagros del Mártir del Gólgota. Al respecto es oportuno citar la descripción que hace el ilustre maestro tixtleco don Ignacio M. Altamirano, sobre esta celebración. (“La Semana Santa en mi Pueblo”, forma parte de las Obras Completas, Textos Costumbristas. SEP, Dirección General de Publicaciones y Medios 1986). José Joaquín Blanco escribe en la parte introductoria del tomo V relativo a esta temática, lo siguiente: “Altamirano narra las celebraciones religiosas de su pueblo natal desde la perspectiva sentimental de su propia infancia, no desde las luces del jacobismo y aprovecha para destilar en relatos aparentemente devotos, la literatura de celebraciones religiosas”.

Blanco reconoce la multiplicidad de temas sobre los que escribe el maestro, sus conocimientos y sobre todo sus curiosidades que son el fundamento, entre otros factores, para considerarlo “Fundador de la cultura moderna en México”. Altamirano se enfrentó a lo más difícil de una literatura: iniciarla, plantear sus problemas, desgarrarse en sus contradicciones, aventurarse en sus hipótesis y utopías, leerlo y señalarlo todo. Este texto sobre la Semana Santa en Tixtla, fue publicado por primera vez en el periódico “La República” el 18 de mayo de 1880. Se compone de varias partes, la primera, no tiene título y comprende una breve explicación sobre el contexto religioso que priva en ese pueblo. Dice: “La religión es el hada buena de la infancia, ese crepúsculo matinal de la vida. Ella encanta el cerebro y el corazón de los niños. Puebla de dulces y tiernos recuerdos el espacio azul de los primeros días…”

En la segunda parte ofrece datos específicos de Tixtla, su ubicación y señala que es la tierra en donde nació el Gral. Vicente Guerrero “bravo insurgente y gran Padre de la Patria”. Explica que esta tierra es una de las pocas ciudades militares de la República que nunca pisaron fuerzas extranjeras, “ni los franceses, ni los imperiales, ni reaccionarios”. El capítulo tres es la descripción de la raza, la lengua, la danza hierática, “ahí se habla el náhuatl, más castizo y más elegante que se habló jamás en el imperio de los Moctecuzomas y conserva los usos y costumbres privados de la Gran Tenochtitlan…” El cuarto apartado hace el elogio del paisaje de Tixtla, de su valle fértil. Tierras hermosas cubiertas de vegetación lozana, con sus cuatro arroyos de aguas cristalinas que alimentan su laguna; aguas que irrigan pródigas sus huertos.

Aborda las fiestas cristianas de manera exhaustiva en la quinta parte. Señala que los habitantes conservan sus costumbres particulares enriqueciendo las prácticas católicas adoptadas especialmente en Semana Santa. El sexto capítulo refiere sus recuerdos del ceremonial de “Las Palmas”, celebrado de manera sobresaliente en los barrios de El Santuario, Tlatelulco y Texaltzingo: Dedica una amplia relación que da cuenta del ceremonial del Domingo de Ramos. Detalla paso a paso lo que ocurre ese día. Señala los preparativos en las cocinas del lugar para disfrutar ricas viandas, el atole de ciruelas, las suaves tortillas de manteca, etc.

No hay detalle que pase por alto desde los adornos en el templo, el entusiasmo y actitud devota de los creyentes, las flores y palmas cuidadosamente arregladas y las procesiones y bendiciones otorgadas con solemnidad al son de la música sacra en medio del incienso y “aromas embriagadores”. El Jueves Santo es descrito cuidadosamente, el lavatorio, la aprehensión y castigo infringido a Jesús, la procesión de Los Cristos, todo prolijamente relatado, este día “es la gran fecha de la comunión y también de los estrenos y galas del lucimiento y la exhibición en masa”. Entre ruidos de matraca se sucede la salida de Cristo de cada hogar para la gran procesión que recorre las principales calles. Los participantes disfrutan el atole de harina de maíz llamado “champol” y los totopos. En el capítulo nueve informa los distintos aspectos de la liturgia, el Vía Crucis, la Crucifixión, la voz apagada del “rezador” y los golpes de pecho. El Santo Entierro, con cirios encendidos, el sermón y el pésame. El Sábado de Gloria es austero y en el Domingo de Resurrección se realiza la última procesión acompañada de música antigua, tañida de “Atabales y chirimía”.

Vale la pena releer este texto con el espíritu impreso del eximio maestro Ignacio Manuel Altamirano.

Abril 6 de 2023

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