Sesión Solemne en Ixcateopan

Por: José Rodríguez Salgado

En recuerdo del periodista y político Rafael Rodríguez del Olmo, heredero de la tradición.

Con toda anticipación se anunció que los integrantes de la LXIII Legislatura del Estado realizarán el próximo 26 de los corrientes en Ixcateopan una Sesión Pública y Solemne para honrar la memoria de Cuauhtémoc, último Emperador Azteca. El mismo día pero de 1949, la profesora y arqueóloga Eulalia Guzmán Barrón (San Pedro, Piedra Gorda, Zac., 1890-Cd. de México 1985) dio a conocer a la nación el descubrimiento de los restos óseos del tlatoani Cuauhtémoc con raíces en la región. Se afirma que en 1529 llegó a Ixcateopan el franciscano Fray Toribio de Benavente (Motolinía), quien al enterarse que ahí estaba sepultado el Gran Señor Azteca, dispuso que sus restos fueran depositados en una tumba que quedó bajo el altar de una primitiva y provisional capilla de adobe.

Años después, con un plano que dejó el fraile se construyó el templo se Santa María de la Asunción. El secreto del entierro fue guardado celosamente por generaciones, hasta que en enero de 1949 el médico Salvador Rodríguez Juárez, originario de ese lugar y custodio de los documentos respectivos, consideró que era el momento y junto con el cura del lugar dieron aviso a las autoridades quienes comisionaron a la maestra Eulalia Guzmán para realizar los estudios y excavaciones. El gobernador del estado Gral. Baltasar R. Leyva Mancilla, apoyó los trabajos convencido de la grandeza de Cuauhtémoc, cuya muerte ocurrió el martes de carnaval, 28 de febrero de 1525, marcando el fin de la dinastía fundada en 1376 por Acamapichtli.

Este descubrimiento motivó controversias, inconsistencias por fallas en las investigaciones, desorden, falta de profesionalismo y hasta por tener “fines políticos”. La polémica se prolongó por años, provocando afirmaciones discordantes, como por ejemplo la de Luis González de Alba ( “Las Mentiras de mis Maestros”, ediciones Cal y Arena 2010), “la historia oficial es una larga serie de derrotas, comenzando por Cuauhtémoc y su profético nombre “Águila que cae”, último jefe de un imperio detestado por todos sus vecinos y vasallos, es el héroe más puro, héroe no por sus hazañas, ni sus construcciones, ni sus conquistas, pues no tuvo tiempo para ellas, sino porque es el gran derrotado”.

Hay plumas como la del ilustre guanajuatense José López Bermúdez quien afirma: “su vida es una flecha más alta que ha herido los ojos del sol…la tumba de Cuauhtémoc al abrirse anuncia una resistencia, la resurrección de un héroe que no vive para un cielo sino para una patria. Porque el rey se ha convertido en hombre y el héroe se ha transformado en pueblo: el héroe actúa no por la victoria sino por el ejemplo. Así el vencido en las batallas de la vida, es hoy el vencedor en las batallas de la historia. ¡Nuestra nacionalidad no nace de la espada de Cortés, se forma con el martirio de Cuauhtémoc!”

Don Jaime Torres Bodet asienta: “El silencio de Cuauhtémoc resuena aún. Lo escuchamos los mexicanos mientras vivimos, hasta el extremo de que el silencio tan elocuente forma parte profunda de nuestra vida; es como un escudo de bronce de nuestras almas y resistencia entrañable de nuestro ser… Cuauhtémoc no murió en vano, junto a los restos de lo que fue la grandeza de un mundo prócer, México se levanta, laborioso, perseverante, atrevido y fiel…”

Recuerdo la invocación de mi maestra Antonia Rogel Martínez, quien nos explicaba el significado de ese descubrimiento, decía que Cuauhtémoc luchó por la libertad sin dejarse amedrentar por las fuerzas invasoras que con el filo de sus espadas dominaron por trescientos años la Nueva España. Pasó a sumarse a los adalides de todos los tiempos, peleó con ímpetu para legarnos el mejor ejemplo de valentía y heroísmo. Lo demostró en la defensa de Tenochtitlán y con su sacrificio construyó un lazo de unión y de honor de los mexicanos.

Conmemorar el descubrimiento de sus restos en la histórica población de Ixcateopan, es mostrar fervor por la nación mexica, en homenaje al Águila sin par de nuestra historia. El citado poeta López Bermúdez exaltó como pocos su figura:

Creces como la blancura del volcán,/ creces como un bosque de pájaros y trinos,/ creces para el fervor del desvalido,/ creces para la esperanza de los débiles,/ creces para el desamparo de tu pueblo,/ creces para la luna de los niños.

Creces, Señor y junto a ti, tu pueblo crece/ tu pecho es un muro de la ciudad antigua,/ camina contigo una nueva pirámide,/ y contigo, Padre, otra vez, camina el pueblo…

Septiembre 22 de 2022.

Comparte en: