Por: Carlos Martínez Loza


Ciudad de México, Agosto 27.- Accidentalmente es un lema; sustancialmente, un epifonema. Es decir, la conclusión de un discurso cuyas premisas no visibles se nos aparecen apenas ensayamos un razonamiento elemental:

El espíritu es Verbo

El Verbo habla por la raza.

Por mi raza hablará el espíritu.

Samuel Ramos, en El perfil del hombre y la cultura en México (1936), observó que cuando Vasconcelos dio a la UNAM el misterioso lema, su pensamiento parecía obedecer a una voluntad suprapersonal, que va más allá de su entorno físico, simbólico y cultural, para encontrar en los valores espirituales el entusiasmo de una filosofía que celebra la vida.

En un discurso pronunciado ante ciertos estudiantes, José Vasconcelos hablaría al respecto: “Usé de la vaga palabra ‘espíritu’, que en el lema significa la presencia de Dios […] Yo sé que no hay otro espíritu válido que el Espíritu Santo; pero la palabra ‘santo’ es otro de los términos vedados por el léxico oficial del mexicano. En suma, por ‘espíritu’ quise indicar lo que hay en el hombre de sobrenatural y es lo único valioso por encima de todo estrecho humanismo”.

Lo anterior debe enmarcarse en una de las tesis vasconcelianas fundamentales: la meta de toda cultura es la reflexión acerca del hombre y su destino frente a Dios. Martin Buber, siguiendo a Kant, plantea que el objeto más digno de estudio es el ser humano y su reflexión se inserta en una filosofía cósmica -entendida como ciencia de los fines últimos de la razón humana-, que trata de responder a cuatro preguntas: 1. ¿Qué puedo saber? 2. ¿Qué debo hacer? 3. ¿Qué me cabe esperar? 4. ¿Qué es el hombre? A la primera pregunta responde la metafísica, a la segunda la moral, a la tercera la religión y a la cuarta la antropología.

Vasconcelos utiliza el concepto de “raza cósmica” para responder a la cuarta pregunta. Pretende significar el conjunto de seres humanos universales que han superado los límites del racismo provinciano y la estrechez de la nacionalidad para agruparse a la única “raza”, la humanidad.

En una página bíblica que seguramente conocía muy bien Vasconcelos, Cristo enseña a sus discípulos lo siguiente: “Porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre que habla en vosotros”, es el a priori discursivo por antonomasia del lema acuñado por Vasconcelos. La inagotable inscripción de nuestra Universidad se transmuta a la vez en bendición, aforismo, profecía, poema, imperativo categórico, silogismo y en toda variación accidental del lenguaje que nos revela su sustancia: el espíritu hablando la Vida, y en ese hablar está el sentido de la sufriente existencia, la noble cultura, la amorosa justicia, la humana amistad y la belleza del bien.

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