FE DE ERRATAS-DIABETES Y RETINOPATÍA-DON CHIMINO
Por J. David Flores Botello
FE DE ERRATAS.- Casi siempre terninamos el Pediatruco a las 6, 7 u 8 de la mañana de cada viernes y lo enviamos a la redacción para su publicación los sábados. Por eso, en la colaboración, anterior dimos por hecho que, quien inaugaría la CXXXI Asamblea de la Federación de Colegios Médicos de Guerrero sería, como ha sido en otras ocasiones, la secretaria de Salud estatal, Dra. Aidé Aidé Ibarez, sin embargo, quien hizo la apertrura del Congreso Médico Estatal fue el presidente municipal Arq. David Gama Pérez. Gracias.
DIABETES Y RETINOPATÍA. – La retinopatía diabética es una complicación de la diabetes que afecta a la retina. La retina se encuentra en la parte posterior del globo ocular, contiene tejido sensible a la luz. Las imágenes que entran al ojo a través del cristalino se enfocan en la retina, la cual convierte esas imágenes en señales eléctricas, mismas que son enviadas al cerebro por medio del nervio óptico. Normalmente al hacer una exploración del interior del ojo, la retina luce roja o naranja debido a que hay muchos vasos sanguíneos justo detrás de ella. Esos vasos sanguíneos pueden ser dañados por la diabetes, ya que los niveles altos de azúcar en la sangre hacen que se hinchen, dando lugar a la fuga de líquido, lo cual puede ser un impedimento para que la sangre fluya y en ocasiones, dar lugar a la formación de vasos sanguíneos anormales, todo lo cual puede ocasionar ceguera. Una persona con diabetes podría estar teniendo lesiones de su retina sin mostrar ninguna alteración en su visión, hasta que ya es demasiado tarde. Algunos pacientes que ya tienen lesión de su retina pueden presentar visión borrosa, pérdida de la percepción del color, destellos de luces o percepción de moscas volantes, zonas de visión oscuras y puede haber visión distorsionada, como ver líneas onduladas cuando son rectas. Entre más tiempo se haya padecido diabetes y menos control se tenga de la misma, la posibilidad de perder la vista es mayor. Algunas personas con diabetes acuden con algún optometrista para que les hagan una valoración de su vista y les receten lentes para mejorar su visión. Los optometristas no son médicos. Un oftalmólogo, también llamado oculista, “es un médico especialista en salud ocular que se encarga del diagnóstico, tratamiento y prevención de las enfermedades relacionadas con los ojos y la visión, la vía óptica y los anexos, como los párpados, la vía lagrimal y los músculos extraoculares.” Ambos, optometrista y oftalmólogo pueden ser complementarios. En México, la encuesta nacional de salud y nutrición señala que 12 millones y medio de personas padecen diabetes, la cual es una enfermedad de evolución prolongada que puede ocasionar, como ya dijimos, daños irreversibles en la vista, pero también en el riñón o la piel. Es la enfermedad más común en personas mayores de 60 años pero puede presentarse a cualquier edad. Una persona diabética orina con frecuencia, tiene sensación de sed y de hambre, tiene fatiga, pierde peso y presenta cansancio. Las personas obesas o con sobrepeso pueden presentar diabetes o ser diabéticos sin que lo sepan porque, se dice que por lo menos 12 millones de mexicanos tienen diabetes y no lo saben. Por eso, es importante hacerse un chequeo de glucosa en sangre por lo menos una vez al año si el resultado es normal, pero, si el resultado es de glucosa elevada, desde ese momento la vigilancia debe ser frecuente. Reiteramos: muchas personas diabéticas pueden tener una aparente buena visión, pero, es probable que ya tengan retinopatía sin saberlo y pueden quedar ciegos. Si usted conoce a una persona con diabetes o usted padece diabetes: ¿ya fue a que le valore su vista un oftalmólogo? Los lentes pueden mejorar temporalmente su visión, pero no mejoran el daño que tiene un ojo por diabetes. La buena noticia es que, si ya hay daño en la retina y se diagnostica a tiempo, existe tratamiento con medicamento que puede evitar que quede en la oscuridad para siempre.
DON CHIMINO. – ¡Paa´ su mecha! Taba yo revisando dende cuándo les comencé a paticar lo tocante a Norma y Beto y me llevé la sospresa de que ya tarda. Pero, es que pasaron tantas cosas en tan poco tiempo que si no les patico de todas y cada una de ellas, taría incompleto el chisme. La mera verdá, todos nos quedamos como apendejados, con perdón de usté. Enterarnos de que la misteriosa mujer de vestido rojo con la que se entrevistaría a escondidas Beto, era ni más ni menos que Juanita, compañera de nosotros en la secundaria. Quedaron de acuerdo verse pa´ que ella le entregara unos resultados tocante a su cáncer de próstata. En un principio el resultado era de que la güesuda ya mero venía por él, pero no, alguien la cagó y le entregaron un resultado de un señor que taba grave. Todo hasta áhi taba bien pos, de los males, el menos, pero, ni en sueños pensamos, ni el mismo Beto, que Juanita tuvo un hijo de él. Si nosotros no dábamos crédito a lo que nos taba diciendo Beto, imagínense a Norma, quedó como estuata con cara de ¿¡quééééé!? Yo los miraba a todos y mi Puchunga nos miraba a Norma, a Beto y más a mí. Me miraba a los ojos como queriendo adivinar lo que yo taba pensando o que le respondiera a tantas suposiciones que seguramente ya traiba entre ceja y oreja. Yo, le esquivaba la mirada, me hacía guaje y seguía mirando pa´ todos lados. Quizás se preguntaba que, ¿cómo es que me jui a entrevistar con Juanita y no le dije nada a ella? Tábamos uno al lado del otro, cuando se acercó como queriendo preguntarme algo, me paré de boleto y jui hasta onde taba armándose un argüende con los meseros y las gentes que ´bían ido a comer y que, como ya no oyían bien lo que decía Beto, se taban metiendo al reservado de nosotros. Les dije que corrieran un poco pa´ dentro las bandas de separación, pero no mucho pa´ no tenerlos encima. Acectaron todos y se quedaron quietecitos como diciendo: “¿Y luego?” Beto sí le aguantó la mirada a Norma que, en vez de bolitas derrondas en sus ojos, tenían signos de interrogación. Pasió su mirada al ruedo suyo y se dio cuenta que todos los ojos taban puestos en él. Agarró su copa, le dio un traguito, luego otro, como quien se remoja el gañote, dejó el vaso en la mesa y siguió diciendo:
–La situación de salud de Norma y mía, si bien la estamos asumiendo como un reto, no es una perita en dulce. A nadie se le desea algo como lo que estamos pasando y, no olvidemos que hoy es su cumpleaños, el cual según veo, será un aniversario de catarsis, de una transformación en nuestras vidas. No necesito jurarles que yo ignoraba lo de Juanita, ha sido una sorpresa. Sé que algunos se preguntarán por qué un asunto tan familiar lo expongo en público, la respuesta es sencilla: creo en Dios, el destino de cada quién ya está definido y decidido por Él, y por tanto, no puede ser modificado de ninguna manera. ¿Por qué no esperé para comentar todo esto solo con mi familia? Hace unos momentos Norma nos contó a todos lo de su problema y yo les conté del mío, quizá para sentirnos arropados por los grandes amigos que lo son todos ustedes. Juanita me dijo que rompió su juramento de no decir nunca a nadie la verdad sobre el paradero del padre de su hijo, pero, ante la inminencia de mi posible pronta muerte, se vio obligada a confesárselo a él, que, ¿qué creen? Hoy cumple 42 años. Vive en Basilea, Suiza, junto al río Rin, cerca de la frontera con Alemania y Francia. Juanita me dijo que es investigador nanotecnólogo, está trabajando con nanopartículas que se aplican directo al tumor canceroso y con un láser las calientan destruyendo a las células malignas. También, usando nanopartículas hacen llegar quimioterapia y radioterapia directamente al tumor, con lo que obtienen mejores resultados, sin dañar a las células normales del cuerpo, evitando así los efectos secundarios a veces tan tremendos. Me dijo que desde temprano le llamó para felicitarlo pues hay una diferencia de 8 horas de adelanto allá, que se resistió a romper su juramento en esa primera llamada pero que, hace un rato, al enterarse del primer resultado de mis estudios, decidió llamarle de nuevo para hacérselo saber a Robert, que así se llama. Le hizo saber que, por azares del destino, me volvió a ver, que tenía yo cáncer terminal, que le remordió mucho la conciencia de haberle callado por tanto tiempo la verdad, quedaron de verse dentro de un mes que vendrá a pasar la Navidad con ella.
–Si en ese momento viéramos puesto el micrófono en cada una de las gentes que tábamos áhi, las viéramos grabado y oyirlas todas juntas, se viera oyido como ladridos de perrera por tantos guaus: caras de guau por aquí, guau por allá, guau, guau y guau por todos lados. Y, ¿qué creen? Ya me colgué de nuez. Áhi nos pa l´otra, graciotas.