Servicios de emergencia en Iguala – Don Chimino

Por: David Flores Botello

SERVICIOS DE EMERGENCIA EN IGUALA.- Años van, años vienen y los servicios de salud en nuestra ciudad no avanzan. No tenemos hospitales de especialidades, ni para los adultos y menos para los niños, es más, en todo Guerrero no existe un solo hospital de pediatría. Miles de millones de pesos del presupuesto para la salud en Guerrero, fueron desviados para otros fines, dilapidados subrogando servicios caros y de mala calidad en beneficio de unos cuantos que se hicieron millonarios. En lugar de tener su propio tomógrafo, los hospitales públicos envían a sus pacientes a particulares pagando en un año mucho más dinero que lo que cuesta tener en su hospital, como propio, un equipo moderno. No se cuenta con un centro de hemodinamia en ninguno de los tres hospitales públicos de Iguala. Una persona con infarto agudo del miocardio debe ser atendido lo más rápido posible porque cada 30 minutos de retraso aumenta 7.5% el riesgo de morir si no se lleva a cabo la angioplastía primaria que es la técnica más recomendada en este tipo de problema. Los primeros 90 minutos después de un infarto cardiaco son muy importantes y, en todo nuestro estado, ningún hospital público cuenta con ese servicio, de tal forma que, quienes presenten dicho problema tienen mínimas posibilidades de salir adelante. Desde luego, no solo se requiere una sala de hemodinamia sino también médicos cardiólogos intervencionistas con todo el personal y equipo necesario para poder aspirar el tapón o coágulo de la arteria coronaria donde, además, se coloca un stent que resuelve el estrechamiento de ésta. Y, ¿a dónde deben ir los padres con sus niños enfermos gravemente? No hay un centro hospitalario infantil a dónde puedan acudir. Hasta hace algunos años, el Hospital del Niño y Adolescente Morelense era una alternativa, hoy ese hospital es insuficiente, está saturado y es muy difícil que reciban a algún niño de Guerrero. En la Ciudad de México, el Instituto Nacional de Pediatría (antes IMAN) tampoco recibe pacientes a menos que alguna institución pública solicite oportunamente su traslado, la gran mayoría de las veces se rechaza argumentando no contar con espacios y, si algún niño es llevado allá sin previa autorización, lo más seguro es que lo “bateen” y lo envíen al servicio de pediatría al Hospital General de Acapulco o al de Cuernavaca que no son centros especializados en la atención pediátrica. Ahora bien, ¿qué pasa si alguien sufre un accidente en la vía pública ya sea un choque, una herida punzocortante o de bala? En primer lugar, no existe una coordinación entre los servicios de rescate (Cruz Roja o Protección Civil) y los posibles hospitales receptores los cuales, tampoco cuentan con un sistema de alarma ni con el equipo médico quirúrgico en alerta durante 24 horas los 365 días del año. Los paramédicos que recogen a los accidentados en ocasiones no cuentan con los conocimientos ni con los recursos necesarios no solo para hacer una valoración inicial del paciente, sino poder corregir desde ese momento de primer contacto un problema de shock hipovolémico, insuficiencia respiratoria como un neumotórax o trauma torácico abierto o si presentan paro cardiorrespiratorio. Debería de haber un centro coordinador que reciba las llamadas de auxilio y que de inmediato se envíe una ambulancia con médico y paramédicos adiestrados, que de acuerdo con el sitio donde se encuentre y de si es o no derechohabiente, se avise al hospital correspondiente para que el personal que debe incluir cirujano, anestesiólogo, urgenciólogo, intensivista, radiólogo, traumatólogo y enfermeras especialistas entre otros. El hospital receptor, además de tener lo necesario para la atención del accidentado, debe facilitar su ingreso para su atención. Sabemos del caso de un amigo que fue herido junto con otra persona, ambos de gravedad, en la vía pública, la ambulancia tardó en llegar más de media hora, la atención en el sitio fue deficiente quizá por desconocimiento de quienes acudieron, además, un familiar directo de uno de los pacientes pidió que lo llevaran al hospital del ISSSTE y, no se sabe por qué, primero llevaron al paciente al Hospital General, más distante, donde los entretuvieron para recibirlo y después llevaron al otro paciente siendo que, por lógica, era primero pasar al ISSSTE (que les quedaba de paso) y después al otro hospital. En los accidentes, en las urgencias, los minutos cuentan… y mucho. Urge organizarse, todos son importantes.

DON CHIMINO.- Sentados en una banca, bajo un alto y sazón árbol de dátil, que casi ni sombra daba, por fin Beto comenzó a desembucharme no solo lo de Norma, su vieja, sino tambor lo de él. Yo, decedí no interrumpirlo y con la oreja parada lo seguí oyendo: –“Mientras estuve tomando el desinflamatorio se me quitó el dolor de mi espalda baja, pero, al suspenderlo me volvió la molestia y tuve que continuar tomándolo. Cuando Norma regresó a México, Coquis, hermana de Pedro, ya le había reservado citas con una ginecóloga y una oncóloga en el San José, en Monterrey. Las llevé y acompañé a todas las citas, incluyendo a los estudios de laboratorio y de gabinete. Para no quedarme solo, le pedí a Pedro que me acompañara. En ese hospital tiene su consultorio un traumatólogo que es vecino nuestro en San Pedro y, sin decirle nada a Norma, hace 15 días, solicité una cita con él. Me revisó mi columna y me pidió unas radiografías, cuando las vio, noté su cara de sorpresa, me dijo que había una imagen en una vértebra lumbar que requería otros estudios y análisis para descartar otros problemas. Me hice los estudios que me pidió, cuando valoró los resultados, más preocupado lo vi: me dijo que mi antígeno prostático me salió de 62, que lo máximo era de 4 y me envió con el Dr. Gumaro, urólogo amigo de él. Tuve que esperar unos días para ir a consulta, que coincidiera con la de Norma para que, en lo que ella pasaba a su consulta o estudio yo acudiera a mi consulta sin que ella supiera para no preocuparla más. Le pedí a Pedro que entrara conmigo al consultorio, Norma siempre pasaba conmigo, siempre da más confianza ir acompañado. Ya en su consultorio, el urólogo me preguntó que cuándo me había hecho mi último estudio de antígeno prostático, le dije que hacía cuatro años un colega suyo, el Dr. Villarreal, revisó el resultado de mi análisis, me hizo tacto rectal, dijo que el resultado estaba en límites normales y que tocó mi próstata normal, que al año siguiente repitiera ese estudio y regresara con él, pero, como se atravesó la pandemia y el doctor se enfermó y murió ya no busqué otro urólogo ni acudí a chequeo. El Dr. Gumaro pidió a su asistente que me pasara a un cuartito anexo a su consultorio, la chica, muy guapa, por cierto, me pidió quitarme la ropa de la cintura para abajo, me dio una bata, que me la pusiera y que me acostara del lado izquierdo en la mesa de exploración, flexionando las rodillas hacia el pecho, que le avisara. Así lo hice. A diferencia del Dr. Villarreal, que en paz descanse, que no se tardaba ni cinco segundos, este doctor parecía que estaba limpiando con su dedo el resto del contenido de un bote de lechera. No sé cuántas veces pujé por la incomodidad y molestia que sentí. Pedro, que obvio no entró al cuartito, dijo que pujé siete veces. No supe cuántas veces me quejé, pero sí me percaté de los ojos de preocupación del médico que me pidió acostarme boca arriba, me revisó el cuello, las axilas, el abdomen, las ingles y mis genitales, dijo que podría vestirme. Salieron del cuartito él y su asistente, me vestí aprisa, tembloroso, no sé si de temor por lo que me iba a decir o por los escalofríos y zumbido de oídos que me produjo con su dedo. Me quedé parado oyendo al Dr. Gumaro, me dijo que era necesario que me hicieran una biopsia de próstata transrectal y una resonancia magnética. Del susto y la preocupación decidí hacerme los estudios lo más pronto posible. Aprovechando que tenía que venir a Cuernavaca no solo para arreglar lo del desayuno sorpresa sino porque tenía que pasar a la agencia para cerrar el contrato del auto que le regalé a Norma, le llamé a Juanita. Fue compañera de la secundaria en Iguala, al salir, se vino a Cuernavaca y es la administradora del Centro de Imagenología Diagnóstica, ¿te acuerdas de ella?” –Cuando me dijo eso me cayó el veinte y le dije: ¡Ah! ¿La güera ojo claro que creo fue tu novia? Ya ni me contestó porque miramos que se acercaba Pedro quien se dirigió a Beto y dijo: –“Le pregunté al guía que a dónde se habían ido, me dijo que estaban aquí, en el Jardín Cuatro Primaveras. Beto, cometí una indiscreción, hace un rato, pensando que ya le habías contado lo de tu problema a Chimino le pregunté su opinión al respecto y pues, la cagué. Discúlpame mi hermano. Ya ves que ayer por la tarde te llamé porque no leíste mis mensajes. Te estuvieron llamando insistentemente y mandaron mensajes que querían hablar contigo del resultado de la biopsia y…” –híjoles, ya me volví a colgar, áhi nos pa l´otra, graciotas.

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