Importancia de la autoestima en la infancia – Don Chimino

Por: J. David Flores Botello

IMPORTANCIA DE LA AUTOESTIMA EN LA INFANCIA.- La autoestima en la infancia es un pilar fundamental para el desarrollo de los niños. Desde que son pequeños, su percepción sobre sí mismos se forma a través de las interacciones con los padres, familiares, maestros y amigos. Construir una autoestima sana en los niños no solo les permite sentirse valorados y seguros, sino que también influye en su capacidad para afrontar retos, tomar decisiones y establecer relaciones saludables a lo largo de su vida. Los niños con una autoestima alta, fuerte, suelen ser más independientes y están mejor preparados para enfrentar dificultades. Tienen una mayor tolerancia a la frustración y son capaces de manejar el fracaso sin que esto los haga sentir inseguros o incapaces. Cuando un niño se siente querido y respetado, aprende a quererse a sí mismo y desarrolla una confianza interna que lo impulsa a explorar el mundo con entusiasmo. Las palabras y actitudes de los adultos cercanos juegan un papel crucial en la formación de la autoestima. Un niño que recibe elogios sinceros por sus esfuerzos, en lugar de solo por sus logros, aprenderá que su valor no depende únicamente de sus éxitos. Expresar reconocimiento por su creatividad, esfuerzo y perseverancia le enseña que lo más importante es el proceso de aprendizaje y crecimiento. El ejemplo es una de las herramientas más poderosas para fortalecer la autoestima infantil. Cuando los niños observan a los adultos tratarse con respeto y confianza, imitan estas actitudes y las aplican a sí mismos. Un entorno familiar en el que se fomenta la comunicación abierta, se validan los sentimientos y se manejan los errores con comprensión, ayuda a que los niños crezcan con una imagen positiva de sí mismos. Es importante evitar comparaciones con otros niños, ya que esto puede generar inseguridad y dudas sobre su propio valor. Cada niño tiene su propio ritmo de desarrollo y habilidades únicas. Resaltar sus cualidades en lugar de señalar lo que hacen mejor los demás les permite enfocarse en su propio progreso y sentirse motivados a seguir aprendiendo. El juego es una excelente forma de reforzar la autoestima. Actividades en las que los niños puedan expresar su creatividad y explorar nuevas habilidades les brindan oportunidades para descubrir lo que son capaces de hacer. Juegos de roles, deportes, arte y música son espacios donde pueden experimentar sin miedo al juicio, fortaleciendo su confianza en sí mismos.

El error es parte natural del aprendizaje y manejarlo de manera adecuada ayuda a los niños a no tener miedo de intentarlo nuevamente. Enseñarles que cometer errores no los hace menos valiosos, sino que es una oportunidad para mejorar, les da elementos para enfrentar desafíos con resiliencia y determinación. Los momentos de calidad en familia refuerzan la autoestima infantil. Escuchar a los niños con atención, interesarse por sus ideas y permitirles participar en decisiones pequeñas les hace sentir que su voz es importante. Cuando sienten que sus opiniones son tomadas en cuenta, desarrollan una seguridad interna que los acompaña en su crecimiento.


El amor incondicional es la base de una autoestima fuerte. Saber que son queridos por lo que son y no por lo que hacen les da la seguridad de que su valor no está condicionado a su desempeño. Un niño que se siente amado desarrolla una confianza interna que le permite enfrentar el mundo con optimismo y seguridad.


Construir la autoestima en los niños es un proceso continuo que requiere paciencia y dedicación. Con un ambiente de respeto, reconocimiento y amor, los niños pueden crecer con la confianza necesaria para convertirse en adultos seguros, felices y capaces de enfrentar los desafíos de la vida con fortaleza y determinación.

DON CHIMINO.- Si de por sí cuando tiembla juerte se apanica uno ´stando a ras del piso, ora imagínese que le agarre uno asina mero de recio en un séctimo piso, o más alto. ¡Nooo! Pos yo me desmayo antes de que se caiga el edificio. Por eso si llego a ir a Chilangolandia lo más que me llego a subir es en un tercer piso, asina tan siquiera me dá tiempo de salir pa´juera. Ora que les patico del temblor del 19 de sectiembre de 2017 me vuelve a dar cuni cuni y hasta siento que se me baja la impresión. Pero no me rajo, les seguiré paticando: “ora cual más tiene alarma temblorina en su celular y no tan fácil tiembla sin que por lo menos, háigamos oyido una alarma unos segundos antes, pero ese día, qué alarma ni que nada, nomás empezó a crujir todo, sentía yo que se iba a abrir el piso, las paderes del baño se mecían a otro ritmo del movimiento de onde tenía uno sus pies. Jue una tortura, oyir que mi Púchun gritaba de miedo y yo no poder ir en su ayuda porque no me podía parar. Agarrándome del borde del lavabo me medio enderecé pero, no sé cómo pasó, me trompecé con la barrica que ocupo pa capiar el agua fría de la regadera mientras espero que salga la caliente. El temblor seguía y recio y l´agua de la barrica salió volando, se estrelló contra la pader de enfrente y regresó hacia mí cayéndome mero en la cara. Quedé ceguetas por unos segundos y más perdí el equilibrio. Me quise detener de la cortina y l´único que conseguí jue echármela encima y enruedarme en ella. Quedé como tamal envuelto en hoja de plátano. Mi angustia crecía de oyir sus gritos de mi Puchunga. Como ni en mi pior borrachera, depués de alevantarme del piso, intenté caminar hacia la puerta pero, no podía dar un solo paso. Estirando mis manos, deteniéndome de ambas dos paderes de los lados, llegué hasta la puerta y, pa no salir chinchaleto o en cueros por si no me entendió, me envolví con la toalla más cercas que encontré. Seguía temblando y mi vieja más juerte gritaba: “Ayyy Dios mío! ¡Perdona nuestros pecados y has que pare este terrenoto padre míoooo! ¡Chiminooooo! ¡Ave María Purísima! ¡Jesucristo, gran pastor, para este temblor! Con trabajos pude dar unos pasos deteniéndome de la pader hasta que llegue a la sala, áhi taba mi Puchunga, hincada de dorrillas con las manos en cruz mirando hacia el techo implorando pa´que ya parara el temblor, sus gritos eran desgarradores: – “¡Padre mío! ¡Dios mío! ¡Apiádate de nosotros!”. Sus ojos parecía que se le salían de los güecos de su cara que la tenía roja como jitomate maduro. Sudando de a madres, toda tembeleca, se puso de pie cuando me vió, me abrazó de mi pescuezo mero cuando el temblor dejó de ser de sacudidas para hacerse de un vaivén como cuando ta uno en una lancha en medio del mar. Vi tan mal y deseperada a mi Puchunguita que la abracé bien pegadita a mí mientras le decía: no te preocupes Púchun, ya ta pasando, Dios es grande, nos cuida, nos proteje, nos libra de todo mal. Anque sentía que me llevaba Patas de Cabra, me hacía el valiente pa tranquilizarla. Ya está pasando, no te preocupes Puchunguita, la casa es juerte, recuerda que le pusimos doble barilla a todo, le decía yo pa tranquilizarla, ella sollozaba y temblaba como jaletina a medio cuajar. Me apretó tan juerte de mi cuello que llegó un momento que ya no podía hablar y más pior, ya no podía resollar. Le tuve que picar las costillas con los dedos de mis manos, obligándola a soltarme. La tuve que detener de la cintura pa que no cayera de sentón. Parecía hilacho mojado a punto de desmayarse. No te preocupes mamacita, ya pasó todo, le decía yo, a pesar de que sentí que era el fin del mundo pero, ni modos de mostrarle mi mieditis. Todo lo contrario, tenía que hacerme el juerte porque si no, nos ponemos a llorar los dos del puto miedo que nos dio y pensaría que soy collón o marica. –“Pensé que no iba a dejar de temblar y que era nuestro fin, el fin de la humanidad” Me dijo balbuceando con la boca temblorosa y los labios pálidos como si viera besado a un fantasma, y yo, me mostraba fuerte, disimulando que no ´bía tenido miedo y… ¡Ah jijo! Ya me colgué de nuez, áhi nos pa l´otra, graciotas.

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