Bronquiolitis en apogeo-Don Chimino
Por: J. David Flores Botello
BRONQUIOLITIS EN APOGEO.- La bronquiolitis es una enfermedad respiratoria que afecta principalmente a bebés y niños menores de dos años. Es causada, en la mayoría de los casos, por el virus sincitial respiratorio (VSR)), aunque otros virus, como el de la gripe o adenovirus, también pueden desencadenarla. En esta temporada de frío, es una de las causas más comunes de hospitalización en pequeños, por lo que entenderla y detectarla a tiempo es clave para cuidar su salud. La bronquiolitis puede comenzar como un simple resfriado. Al principio, los síntomas incluyen congestión nasal, fiebre leve y tos. Sin embargo, a los pocos días, estos progresan a dificultad para respirar, sibilancias (sonidos silbantes al exhalar) y, en algunos casos, retracciones en las costillas debido al esfuerzo respiratorio. Este cuadro se produce porque los bronquiolos, las vías aéreas más pequeñas de los pulmones, se inflaman y producen moco que dificulta el flujo de aire. La bronquiolitis puede confundirse con otras afecciones comunes: en el caso de una neumonía, suele haber fiebre alta persistente, tos con flemas y, a veces, dolor en el pecho. Si se trata de asma, los episodios tienden a ser recurrentes y hay antecedentes familiares o personales. En un simple resfriado, no se presentan sibilancias ni dificultad respiratoria severa. Aunque los síntomas pueden orientarle, es fundamental que sea un médico quien confirme el diagnóstico. Esto se hace a través de una exploración física y, si es necesario, pruebas complementarias como radiografías de tórax o detección del virus. La mayoría de los casos de bronquiolitis son leves y se pueden manejar en casa. Para ello, siga estas recomendaciones: ofrézcale líquidos con frecuencia, incluso pequeñas cantidades; nariz limpia: use solución salina estéril en spray para mantener sus vías respiratorias despejadas; evite el humo del cigarro y otros contaminantes en el hogar y, asegúrese que el niño descanse lo suficiente para recuperar fuerzas. Sin embargo, hay señales de alarma que requieren atención médica inmediata: hundimiento de las costillas al respirar, respiración muy rápida o pausas al respirar, coloración azulada en labios, cara o uñas. Prevención: lave sus manos y las de su bebé con frecuencia, evite el contacto con personas enfermas de gripa o tos y no lleve a su pequeño a lugares muy concurridos durante la temporada de virus. Si es prematuro o tiene una enfermedad crónica, consulte con su pediatra sobre vacunas y otras medidas preventivas. El tratamiento médico debe incluir medicamento (de acuerdp a evidencias) que ayude a abrir, desinflamar la vía aérea y que contribuya a expulsar las secreciones (flemas). Nosotros preferimos la via oral, es decir, medicamentos tomados. Nebulizados puede ser opción pero no es la mejor, la vía oral es menos complicada de ministrar (fácil y rápida), más económica y menos incómoda para los niños. La bronquiolitis puede ser un reto para los padres, pero con los cuidados adecuados y la detección temprana, es posible evitar complicaciones graves.
DON CHIMINO.- Jiar jiar jiar, todos nos rizamos de cómo paticó nuestro amigo lo tocante a que le metió una chinga su papá por irse a pintar venado que, yo tambor, ni tan siquiera sabía qué quería decir eso. Tocó el turno a otro de nosotros quien nostaba comenzando a paticar que su primera novia trabajaba en El Carioca, cuando rezumbó su celular, miró quién era, se paró en chinga y se fue a contestar adentro del baño con la puerta cerrada. En lo que llegaba, me retumbaba el nombre ese de carioca y me acordé que asina le decían a Jairzinho que, jue el que metió el tercer gol en la final de la Copa Mundial de Futbol 1970 en México, onde Brasil le ganó 4-1 a Italia en el estadio Azteca. Asina les dicen a los naturales de Río de Janeiro, cariocas y de áhi era ese jugadorazo que, tiene el récord de ser el único brasileño que metió gol en todas las copas mundiales que jugó. De pronto no ubiqué onde era ese lugar de la chamba de su novia pero, en l´orita cayí en la cuenta cuando, otro de los que tábamos áhi preguntó sosprendido: “¡¿en la Zona?!”. Nos voltiamos a ver a los ojos y chocamos las cervezas que cad´uno teníamos, carcajiándonos como chamacos. Les recuerdo que tábamos en mi cantón yo, y mis compas Chón, Flor, Javi y Vitorio y que no voy a soltar prenda de quién dijo cada anépdota que paticamos ese sábado. Cuando regresó de hablar por teléfono, siguió: “una tarde, no recuerdo por qué fui a la secundaria pero, cuando iba de regreso a mi casa atravesé el zócalo, en eso ví que venía en sentido opuesto al mío, una chava preciosa, jovencita, según supe después, apenas había cumplido los 17. Desde que la vi me apantallé, llevaba una blusa escotada, cortita de abajo que dejaba verle parte de su cinturita y su ombligo, y una minifalda tableada anaranjado chillante. Después de que le di una barrida de arriba abajo, como escanéandola, me le quedé viendo a los ojos, me sostuvo la mirada y me sonrió amigablemente. Tragué saliva, me seguí de frente, di unos pasos, me detuve y volteé a verla. Se había detenido y me estaba mirando. Como inivitándome, se fue a sentar a una banca de esas metálicas que había antes en el que le llamábamos “Parque Juárez”. Aunque me teblaban las piernas agarré valor y me acerqué a ella, le dije “hola, ¿me puedo sentar?”, “¡claro”, me dijo cruzando la pierna. Eso me puso más nervioso, ella se dio cuenta y me dijo: “¿cómo te llamas?. Tartamudeando le dije mi nombre y nos pusimos a platicar como si ya nos hubiéramos conocido antes. No sé cuanto tiempo pasó pero se había oscurecido y me dijo que se tenía que ir porque tenía que trabajar. Le dije que si la acompañaba a su casa y aceptó. La acompañé hasta casi al final de la calle de juárez, a donde terminaba la calle, antes de cruzar el río. Ahí estaba rentando un cuarto al fondo de una vecindad. “¿Quieres pasar?” Me dijo y yo, con la gota de miedo en la frente dudé unos segundos pero dije, ¿qué me puede pasar? Entré, el cuarto era pequeño, solo tenía la cama, dos sillas, una mesa redonda de madera y un palo atravesado en la esquina, de lado a lado, en donde tenía colgada algo de ropa, algunos vestidos largos de tela transparente y colores chillantes como su faldita. “Toma asiento, ¿gustas refresco, solo tengo yoli? Aquí te la dejo, ¿me sirves un poco por favor?”, me dijo, señalándome la mesa donde tenía el refresco y unos vasos de vidrio de esos de veladora. En lo que la servía, se metió atrás de sus vestidos colgados en ese palo atravesado de donde salió volando, primero la blusa y luego la faldita que cayeron en el suelo. Salió de ahí envuelta en una toalla y con unas chanclitas de pata de gallo. “No me tardo”, dijo, salió del cuarto y se dirigió a uno de los dos baños de la vecindad. Yo estaba nerviosísimo, tantito por la experiencia que estaba pasando y tantito porque ya era tarde y mi mamá se iba a preocupar porque no llegaba. Fueron como 10 minutos que se me hicieron eternos.
Regresó envuelta en la toalla, oliendo a jabón cacahuananche, ese de color verde que usábamos para quitar las manchas difíciles de la ropa. “Tápate los ojos”, me dijo, hice que me los tapé con una mano pero dejé una rendijita por donde pude ver cómo se ponía un pantalón verde limón bien ajustado, sin pantaleta y, sin sostén, una blusa blanca casi tan cortita como la que traía antes. Se puso unos zapatos de tacón blancos, se acercó y me dijo: “¿sabes besar?” ¡Uf!, ahora que les cuento me emociono nuevamente porque fue la primera vez que fajé. O me fajó, ya ni sé, porque ella tomó la iniciativa y creo que más bien ella me fajó a mí. Fue mi primer hervor en carne viva. Cuando la tomé por la cintura, agarró una de mis manos, me la llevó a sus pompas y me comenzó a besar el cuello. Cuando notó que ya estaba yo como agua para chocolate me dijo: “me tengo que ir, ya es tarde, otro día vienes”. Salimos de ahí, caminamos hacia el centro hasta que llegamos a uno de los sitios de taxi que estaban en el zócalo, me dijo que se llamaba Pamela”… híjoles, aquí le voy a dejar por mientras porque ya se terminó el espacio, áhi nos pa l´otra, graciotas.