Por: David Flores Botello

Los sin rostro – Don Chimino

LOS SIN ROSTRO.– Como tratando de ocultar cada quien su pesar, vivimos muchos meses embozados en mascarillas, googlees y caretas, apanicados, con el Jesús en la boca, desde el primer caso de COVID que se reportó en México el 27 de febrero del 2020 fuimos presa de temores e incertidumbre, un desconocido virus que hacía dos meses desde China se propagó a todo el mundo ocasionaba día a día en Europa (principalmente en Italia y España) más y más más enfermos… y más y más muertos, un virus letal como hacía más de un siglo no padecía la humanidad, qué bueno para quien pudo enclaustrase para evitar peligro al exponerse en la calle y haber tenido el menor contacto con “nada” que viniera de la calle, que lo que llegaba lo recibíamos con gorro, cubrebocas, guantes y hasta veces con lentes protectores, les rociábamos desinfectante, los metíamos a una cubeta con detergente, luego en cubeta de agua sola, después en cubeta de cloro y finalmente un lavado a chorro de agua. Mientras no saliera nadie de casa podríamos andar sin cubrebocas, caso contrario, si alguien salía todos nos obligábamos a traerlo puesto y guardar sana distancia con quien salió por lo menos 20 días, ¿cuántas familias completas enfermaron gravemente por no haber tenido precaución? ¿Cuántos perdieron a sus seres queridos? Para quienes tenían necesidad de salir a la calle, cada día era una odisea, el virus estaba causando miles de fallecidos en nuestro país, las funerarias hicieron su agosto a tal grado que había filas de difuntos esperando ser incinerados o sepultados, el código de guerra se convirtió en norma en algunos hospitales de Europa y quizá en todo el mundo ante la carencia de ventiladores en las terapias intensivas: si el paciente candidato a intubarse estaba joven tenía prioridad, si estaba viejo y con otras enfermedades lo dejarían morir, los médicos se convirtieron en verdugos, hubo quienes lloraron por la decisión a la que se vieron obligados a tomar por carecer de suficientes máquinas y personal. Momentos terribles, como la peor pesadilla, pensamos que solo duraría unos meses, pasó un año y luego otro, los millones de fallecidos seguían multiplicándose y las vacunas (que estuvieron listas al año) solo alcanzaron para unos cuantos, los países más desarrollados se despacharon con la cuchara grande y en poco tiempo vacunaron a su población mientras que países pobres aún siguen rezagados, no tienen ni una sola dosis y la mayoría con esquemas incompletos. La vacuna ha sido nuestra salvación, el virus ha perdido agresividad pero se ha vuelto más contagioso. Los primeros meses, los sin rostro volvíamos a mostrarlo ante los demás, pero por internet, por teleconferencia, nos volvimos esclavos-dependientes de las redes, eso nos ayudó a sobrevivir, no hubiéramos aguantado si no hubiésemos tenido, por lo menos, reuniones virtuales con nuestros seres queridos y con nuestros amigos. Los sin rostro, en la calle y en lugares abiertos ya comienzan a mostrarlo, se fastidiaron de portar tan incómodo objeto y de no verse los rostros unos a otros, algunos envalentonados no se los ponen a menos que estén en algún lugar donde sea obligatorio su uso como en los aviones y en lugares cerrados. Después de 6 y medio millones de fallecidos (reportados) de los cuales casi 330 mil son de México el panorama está dejando de ser sombrío, aunque el peligro no ha pasado pero todo indica que el virus se volverá cada vez más lábil y pasará a ser un virus más, eso esperamos, ya no queremos ser los sin rostro.

DON CHIMINO.– Tábamos todos picadazos con Alfredo que en veces se encarreraba con su pática y en veces como que se le iba la onda, ya nadien de nosotros lo queríamos interrumpir pa que de una buena vez terminara y le siguió: –“Cuando aquél joven me preguntó que si conocía a Fantasy de Iguala de inmediato supe a quién se refería, y sí Chimino, la que tu conociste y que trabajaba en el Carioca, nos enamoramos tanto que ella ya no se sentía a gusto trabajar ahí y a mí ya no me parecía que lo hiciera, pero yo no tenía forma de poderla mantener, al contrario, ella me apoyó con dinero para irme al otro lado de la frontera, la última noche que estuvimos juntos decidió no ir a trabajar, nos quedamos en un hotel de la calle de Ruiz Cortínez que ahora se llama Bandera Nacional, casi no dormimos de tanta pasión, cuando nos despedimos lloramos abrazados, yo me andaba rajando de ya no irme pero ella me insistió porque quería que me superara. Tardé casi un mes para llegar a Estados Unidos, mientras estuve en nuestro país le llamaba por cobrar dos veces por semana, cuando crucé la frontera ya no pude llamarle porque me podría detectar la migra y deportarme, perdimos comunicación, al principio lloraba por ella en las noches aunque a veces llegaba tan cansado que el sueño me ganaba y me dormía suspirando, pasó el tiempo, conocí a Nancy y me volví a enamorar, vivimos 20 años juntos hasta aquella vez que la caché texteándose con el fulano ese que la dejó sin los dos restaurantes que tanto trabajo nos costaron. Aquella noche de la boda de Caprice y Richard en la Catedral de Nuestra Señora del Refugio en Matamoros, al terminar la boda atravesamos la avenida y nos pasamos a la Plaza Miguel Hidalgo para una sesión de fotos, yo me aparté del relajo que tenían y, cerca de su bello quiosco el muchacho se percató que mi respuesta era que sí, que sí la conocía, ¿cómo está ella? ¿Qué ha sido de su vida? Le pregunté, sus ojos brillaron y dibujó una sonrisa nerviosa en su rostro y me contestó: “–Era mi madre, falleció hace un mes, antes de morir, me confesó que fueron novios, que se quisieron mucho pero que se tuvieron que separar porque usted se fue a trabajar a Estados Unidos, un mes después supo que había quedado embarazada, cuando iba a cumplir 2 meses de embarazo su padrastro que la violaba desde pequeña murió en un pleito de cantina en Xochistlahuaca, en la Costa Chica, cuando mi abuela se enteró de su embarazo le dijo que era mejor irse a vivir a Acapulco a rehacer ambas su vida, se fueron a trabajar de camareras al Hotel Ritz, cuando yo nací mi mamá apenas había cumplido 18 años, su parto se le complicó, sangró tanto que le quitaron la matriz para evitar que muriera. Que ella sabía quién era mi papá, pero guardó el secreto, que mis ojos, mi cara, mi sonrisa y otra cosita eran iguales a los de usted, por eso me bautizó como Freddy Elías, porque sabía que su cumpleaños de usted es el 20 de julio en que se celebra a San Elías, y Freddy me puso por su nombre de usted, me dijo que lo buscara para que me conociera y aquí estoy papá” Me sonrió ampliamente y de inmediato reconocí esos colmillos largos y afilados igualitos que los míos cuando yo tenía su edad, ¡hijo mío! Le dije abrazándolo y besándole ambas mejillas, se confundieron sus lágrimas con las mías, fue un abrazo largo, lleno de sentimiento y emoción. “¡Papá!” Me volvió a decir, no lo podía creer, pensé que estaba soñando hasta que sentí una mano sobre mi hombro, era Nancy que me preguntó si pasaba algo, me volví hacía ella y le dije: “te presento a mi hijo Freddy Elías, lo acabo de conocer. Ella es Nancy, la mamá del novio”, él extendió su mano y la saludó muy contento pues percibió la alegría que me causó el haberlo conocido. Nancy lo miraba y me miraba, una y otra vez, no daba crédito, “¡es igualito a ti!, pero ¿cómo? Nunca me dijiste nada, ¿tú sabías de él?”, exclamó sorprendida e intrigada. No, no lo sabía, le dije abrazando nuevamente al muchacho. – “¿Por qué no nos acompañas a la boda Freddy? Si viene alguien más contigo también están invitados, nos dará gusto que nos acompañen” dijo más curiosa que amable…” ¡Híjoles, este Alfredo no tiene para cuándo y ya nos colgamos de nuez, áhi nos pa l´otra, graciotas.

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