Por: José Eduardo Cruz Carbajal
Iguala, Guerrero, Junio 3.- ¡Dios es bueno! ¡Me ha escuchado una vez más! ¡Me ha concedido un anhelo de mi corazón! ¡Despertaste! ¡Solo por unas horas, pero lo hiciste! Una vez más compruebo la bondad de Dios, yo deseaba que despertaras, y Él me dio lo que le pedí. En mi corazón sabía que posiblemente sería la última vez que estarías consciente, así que la aproveche al máximo. Me acosté junto a ti en la cama, recuerdo bien que te abrace fuerte, tome tu mano entre la mía y permanecimos en silencio un rato, era un silencio cómodo, las palabras no hacían falta, el momento fue tan perfecto que se me olvido fotografiarlo, pero llevo la foto impresa en mi corazón y en mi memoria.
Tu voz era suave, pero animada, recuerdo que charlamos de todos los momentos que compartimos, los buenos, los malos, los peores, pero siempre juntos, lo mejor de todo fueron nuestras carcajadas, oírte reír ha sido uno de los mejores regalos en este tiempo, ¡Cuánto daría porque tu risa jamás se apagara! ¿Por qué tienes que morir siendo tan joven? Es injusto que ya no tengas una nueva oportunidad de vida. ¡Te estás muriendo y no puedo hacer nada para impedirlo!
Te agradecí haberme elegido como uno de tus amigos, como tu mejor amigo, te hice saber el lugar privilegiado que ocupas en mi vida y en mi corazón. Te abrí mi corazón, te dije que no estaba preparado para verte morir, con lágrimas en los ojos te hice está pregunta… ¿Por qué? Aún recuerdo tu mirada cargada de tristeza, al verte comprendí que tú tampoco tenías la respuesta. Llorar juntos fue liberador, comprendí que tú tampoco deseas irte, pero has aceptado el destino que algún día yo también enfrentare: la muerte.
Pasar tiempo contigo ha consolado un poco mi corazón, ahora me siento un poco mejor, te he abrazado, te he dicho lo mucho que te amo, he recordado mi historia contigo, he recordado nuestra historia, pero sigo sin aceptar la realidad de que un día el final llegará ¿Qué voy a hacer sin ti? ¿Quién será mi compañero de vida ahora? ¿Por qué no me morí yo y no tú? ¿Por qué no me puedo ir contigo? Al ver que el dolor invadía tu cuerpo de nuevo, llame al médico quien te indujo la sedación paliativa otra vez, te susurre al oído: Aquí estoy, y sostuve tu mano entre la mía viendo como el sueño invadía tus ojos. No pude evitar las lágrimas otra vez, tu ausencia me duele desde ahora, quiero una vida contigo, no una vida sin ti, ¿A caso es mucho pedir? Sinceramente, ¡Odio esto!
Referencias:
Pérez, G. (2019). Convénceme de vivir. México: Diana.
*José Eduardo Cruz Carbajal (Iguala, Guerrero) es psicólogo y maestro en tanatología. Contacto: psiceduardo15@gmail.com