Por: Netza Albarrán Razo

La Ciudad de México vivió una intensa lluvia este lunes, una de esas tormentas que usualmente dejan charcos en las calles y tráfico en caos. Sin embargo, en esta ocasión el desastre alcanzó a uno de los centros médicos más importantes del país: el Instituto Nacional de Cancerología (INCan). Las imágenes de agua entrando a los pasillos de un hospital que trata a miles de pacientes con enfermedades tan graves como el cáncer son impactantes y alarmantes.


El suceso ocurre tan solo unos días después de que el presidente Andrés Manuel López Obrador, en su sexto y último informe de gobierno, asegurara que México ya cuenta con un sistema de salud mejor que el de Dinamarca. Una afirmación que, lejos de reflejar la realidad, queda expuesta como una falacia ante desastres como la inundación en el INCan, donde se demuestra que la infraestructura hospitalaria del país sigue padeciendo problemas estructurales.


La promesa del presidente de un sistema de salud digno ha sido un tema recurrente a lo largo de su sexenio. Desde sus primeras declaraciones, se hablaba de hospitales bien equipados, accesibles y funcionales, con la utopía de igualar o superar sistemas de salud reconocidos a nivel mundial. Pero con cada crisis sanitaria, desde la pandemia de COVID-19 hasta eventos como la inundación de un hospital clave, esta promesa ha quedado en evidencia como vacía.

Lo que resulta más preocupante no es solo la falta de recursos o previsión, sino el reconocimiento por parte del propio López Obrador, quien en una conferencia días después de su informe admitió que sus palabras fueron solo «para dar la nota» y «hacer enojar a sus adversarios». Estas declaraciones no solo son un insulto a la oposición política, sino, peor aún, a los millones de mexicanos que diariamente enfrentan la deficiencia de los servicios de salud en su vida diaria.


El caso del INCan es solo un ejemplo más de un sistema que no está preparado para enfrentar las necesidades de la población. Las promesas de hospitales nuevos, bien equipados y con recursos económicos y de personal suficientes han sido palabras al viento. Las instalaciones siguen siendo vulnerables no solo a la saturación de pacientes, sino incluso a las inclemencias del clima.


Así, mientras el presidente juega con las expectativas y lanza frases efectistas, los mexicanos continúan sufriendo la realidad de un sistema de salud colapsado. No necesitamos un sistema «mejor que el de Dinamarca». Lo que necesitamos es uno funcional y, sobre todo, que respete a los ciudadanos, quienes merecen atención médica digna y adecuada. Las tormentas seguirán cayendo, pero no deberían arrasar con la esperanza de un país que exige algo tan básico como un sistema de salud que funcione. Y así es como despide Andrés Manuel su sexenio, con una promesa más incumplida, con mentiras y engaños.

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