Por: Carlos Martínez Loza


Iguala, Guerrero, Mayo 11.- Pocos mandamientos tan desprestigiados como este. Sobre todo en su primera parte: hoy pululan ideologías que se dedican a odiar al padre. Vivimos en una transición dialéctica donde el padre como sistema se opone a la madre: el padre es el arquetipo de lo malo y la madre de lo bueno. Pareciera que se ha reescrito el mandamiento: “Honra a tu madre y odia a tu padre”.

Yo me opongo a ese mandamiento posmoderno. Debemos honrar a la madre y al padre por igual, con respeto, con amor, con agradecimiento, con misericordia, con compasión, con honestidad, con perdón; Fernando Savater en ‘Los Diez Mandamientos en el siglo XXI’ dijo que para los hijos los padres son la puerta de entrada al mundo. Ese solo hecho bastaría para estar eternamente agradecidos con ellos, por todo su trabajo, dolor, sufrimiento, angustias y preocupaciones para que podamos tener el techo y el pan y la escuela.

Más allá de todo lo anterior, pienso en mi madre y en lo que eso significa: ser madre es traer a la existencia con sangre, sudor y lágrimas a un recién nacido. Pocos meses después ese bebé articulará una alta palabra cuya invención se atribuye a los niños de pecho: “ama, mamá”; Roman Jakobson, el lingüista ruso, afirmó que estos términos son comunes a todas las lenguas porque son palabras que surgen del balbuceo de los bebés. Los bebés han creado dos tiernos discursos: mamá y papá.

Dice la Biblia que el primer mandamiento con promesa de bien y de larga vida es honrar al padre y a la madre (Ef. 6. 2-3), porque esto es justo y el amor engendra bien. Cronológicamente nuestra madre nos amó primero, y si la justicia es dar a cada uno lo suyo, lo suyo de la madre es retribuirle ese amor tan inmenso, que pareciera que es una de las mayores pruebas de la existencia de Dios.

Rainer Maria Rilke escribió en su prosa memorable: “Entonces lloró un niño. Sentí a todas las madres de los alrededores.” El poeta ha retratado ese amor infinito de la Madre por Sus Hijos. Belleza.

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