Por: Isidro Bautista Soriano

Lo sucedido a Omar García Harfuch, secretario de Seguridad del gobierno de Claudia Sheinbaum, de que siempre sí acudió a las reuniones en que supuestamente se habría fraguado la verdad histórica del caso Ayotzinapa, es una prueba más de que no mentir se dice fácil, pues ¿qué humano no ha mentido o qué humano dejará de mentir?

Ni porque vio encarcelado al ex procurador Murillo dizque por ocultar la verdad, ni porque su jefa es aspirante presidencial, ni porque también a ella la hizo mentir, pues públicamente metió las manos por él, habló con la verdad.

El señor Harfuch pone ahora en tela de duda la imagen que ha creado en la mayoría de la opinión pública de ser un súper policía.

Dijo el 22 de agosto pasado en su twitter: Rechazo la versión absurda de haber participado en una reunión para “fraguar la verdad histórica”.

Y antenoche, en su mismo twitter, finalmente aceptó que “yo iba por parte de Gendarmería”; sólo que lo admitió hasta que le pusieron enfrente el periódico El País con la publicación de unos papelitos que hablan; o sea, se le cayó su “verdad histórica”.

Se dice fácil asegurar: no mentiré. También es fácil pedir que no se mienta, cuando lo que se requiere es un proceso de convencimiento, de un verdadero esfuerzo, de una lucha interminable de ganar, de sembrar el espíritu de la verdad.

Al borracho no se le quita la adicción alcohol sólo porque se le pide, ni al que por años ha robado, aun de niño a la mamá para los dulces, con un tronar de dedos.

Decía una mujer a su marido: si me llegas a engañar con otra, hazlo; nomás que yo no me entere.

El mismo Pedro, frente a frente, le aseguró a Jesús: “Yo daría mi vida por ti. Aunque tenga que morir contigo, yo no te negaré”. Y lo negó, no una, sino hasta tres veces, y a unas horas de habérselo afirmado.

Y por aquellos mismos tiempos el propio Jesús pidió a una multitud que tirara la primera piedra el que estuviera libre de pecado contra una mujer a la que se le acusaba de habérsele encontrado en el mismo acto de infidelidad, y nadie se la arrojó, pues todos se retiraron.

Es una cantaleta de ayuntamiento tras ayuntamiento de que “no hay dinero, y que aguántate tantito porque en eso andamos”. ¿Será verdad?

Un alcalde en Nayarit al menos confesó que sí robó, pero tantito, y uno que llegó al máximo cargo público del país dijo que “pobre entré a la Presidencia y pobre salgo de ella”, en una frase que hasta estos días permanece como una verdad histórica.

El mismísimo Moisés, en el éxodo hacia la tierra que Dios había prometido, vio cómo un egipcio golpeaba a un hebreo; miró a todos lados, y como no observó a nadie, lo mató y lo escondió en la arena, pero después alguien le salió al paso diciéndole: ¿por qué no me matas como mataste al egipcio? Entonces, el profeta huyó.

Genaro García Luna dio siempre la apariencia de estar en contra de la delincuencia con Fox y Calderón hasta que se le probó lo contrario.

Y este llamado a la reflexión cabe de manera especial en Guerrero, al que por trienios y trienios, sexenios y sexenios, se le ha mentido, se le ha robado y se le ha traicionado.

Dijo López Obrador: en mi gobierno no hay otro García Luna. ¿Le constará? Así dijo Sheinbaum de Harfuch.

Es innegable la esperanza que ha representado la gobernadora Evelyn Salgado Pineda, pero debe cuidar con lupa que en efecto no haya a su alrededor otro García Luna ni otro Harfuch. Por poco y ahí caía Peto, el secretario de Agricultura, haciéndose bolas con la camioneta de los 300 mil.

Nunca es bueno jugar ni a las mentiritas, porque al final todo se sabe.

¿O hay algún político o funcionario que quiere tirar la primera piedra, acusando a otro?

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