Por: Isidro Bautista Soriano
Habría que tener el mayor cuidado posible en todo el proceso de elección de los galardonados de las preseas Hermanos Bravo, de tal forma que la sociedad lo vea como una verdadera honra por su legado patriótico.
En anteriores sexenios, los gobernadores en turno, aunque se constituía un jurado plural, con una convocatoria abierta emitida para que las propuestas de los posibles recipiendarios surgieran de la sociedad, fueron los que las palomearon, e incluso las indujeron a modo, en el caso de la erección del estado de Guerrero.
Y así hubo parientes o compadres de ellos y/o de los principales colaboradores de su gabinete que fueron premiados, por lo que las ceremonias rayaron en faramallas.
Con los premios eran sellados compromisos políticos para el gobernante en funciones y para cargos públicos venideros. La erección u otro acontecimiento cívico fueron mera excusa en unos gobiernos más, en otros menos.
La 4T debe enfocarse más a poner fin a ese manoseo, sobre todo tratándose de las luchas que se emprendieron a muerte por hacer más democrático a esta nación ancestralmente engañada y saqueada.
Ha sido una brillante idea la del ayuntamiento de Chilpancingo, que preside la alcaldesa Norma Otilia Hernández Martínez, que llevó a construir un homenaje a los Bravo con la entrega de preseas, pero que en esta segunda edición, realizada el sábado pasado, propició cierto desencanto por dos o tres premios concedidos.
Podría considerarse la posibilidad de mejorar con calidad profesional y moral la lista de los miembros del jurado, todos ellos respetables, integrado por sólo cinco, para que su fallo sea totalmente opuesto a los que se hacían en el pasado.
El Senado acaba de dar ejemplo: Elena Poniatowska, galardonada con la medalla Belisario Domínguez, la cual es considerada como el máximo reconocimiento extendido a un ciudadano mexicano.
El mismo presidente López Obrador dijo: en esta ocasión no erraron los senadores al otorgar la Medalla Belisario Domínguez a Elena Poniatowska. Elenita es la mejor escritora de nuestros días, la más inteligente, pero sobre todo la que ha estado siempre con los que sufren y luchan por los demás. Es una santa laica.
Y otra cosa: ¿por qué hacer la ceremonia en la catedral de Santa María de la Asunción? ¿No el Estado es laico?
El acto de los Sentimientos de la Nación se ha hecho ahí porque ahí surgieron a la luz pública, porque ahí sesionó el primer Congreso de Anáhuac.
Otilia Hernández, dos días después, tuvo que salir al paso para asegurar que dichas preseas “no son un culto a la personalidad, tienen como propósito reconocer la valía de mujeres y hombres que se han esmerado en honrar a nuestro querido municipio, enalteciéndolo en la cultura, historia, investigación, literatura, deporte y en las bellas artes”.
En efecto, “tienen como propósito”, pero ¿se habrá hecho todo lo posible por cumplirlo, sin dar pie a ningún cuestionamiento, como fue el caso de Poniatowska?
Si ocurriera como en el ámbito jurisdiccional, ¿cuántas apelaciones habría? Y justo de eso se trata: de hacerlo hasta satisfacer a un crítico u observador de la talla de AMLO, y que se diga: “vaya, hasta que llegó la 4T, hay transparencia”.
La presidenta municipal afirmó que “la institución de estas preseas no ha sido, ni son una ocurrencia, es rememorar a la emblemática familia Bravo, que como estrella en el firmamento se yergue con dignidad, destellando los altos valores que deben orientarnos como mexicanos y mexicanas, como guerrerenses y como chilpancingueñas y chilpancingueños”.
Que así realmente sea. Que todos los galardonados sean Poniatowska o mejores, si los hay.