Carlos Martínez Loza


Iguala, Guerrero, Abril 20.- Rémy de Gourmont estableció una categoría de escritores: 1. Escritores que escriben y 2. Escritores que no escriben. Análogamente podremos decir que somos hombres que usan barba y hombres que no usan barba. Una buena lógica dirá que no hay tercer excluso.

Yo milito desde hace largos días y noches en la primera categoría. Dicen que el rostro se envejece y las facciones se endurecen; ignoro la verdad de esos juicios. En cuanto a mí, la barba incide en una perdurable pesadilla: sueño en la profunda noche que pierdo la barba: es atroz y extraño a la vez. Sucédeme un sentimiento bíblicamente narrado en el Antiguo Testamento: cuando los embajadores de David padecen la afrenta del Rey Hanún al cortarles la barba; entonces David les manda a decir “Estaos en Jericó hasta que os crezca la barba, y entonces volveréis.” Mi Jericó, para mi fortuna, es tan solo un sueño de unos pocos minutos; vuelvo enseguida y con felicidad recito que solo ha sido una pesadilla.

Pero hay una extraña paradoja en decir “solo ha sido una pesadilla”, pues hay felicidad en el decir pero tenebrosidad en la palabra “pesadilla”, que en griego se dice efialtes, y significa el espíritu inmundo que inspira la pesadilla; en alemán se dice Alp, que significa el elfo que oprime al durmiente con la pesadilla. Perder la barba es una pesadilla para el durmiente y una calamidad para el que la padece en contra de su voluntad; David lo sintió como obra de la maldad y la vengó.

La barba es mística y cabalística. Solemos retratar a Cristo y Aristóteles con barba, solemos pensar Atenas y Jerusalén con barba; hemos forjado un arquetipo en la pilosidad facial. Es ridículo imaginar al Maestro de Jerusalén, aquel que volcó las mesas de los fariseos hipócritas y dijo discursos durísimos contra ellos, sin barba. Es irrisorio pensar al hombre de la cruz hacia el Gólgota sin su barba. Es inimaginable pensar al filósofo de Estagira haciendo metafísica y retórica sin su barba. Es grotesco pensar que escribió sus diez categorías sin su barba. Es anómalo pensar a Cristo expulsando demonios sin su barba.

No sé qué poeta dijo que la barba es un estado espiritual. A veces la poesía nos revela verdades que se ocultan en aquello que los griegos llamaban la physis, la naturaleza.

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