Por: Carlos Martínez Loza
Iguala, Guerrero, Junio 24.- La literatura mexicana lujosamente se engalana en un cuento de Eduardo Luis Feher. Adelantemos de una vez la historia, en el imaginario pueblo El Bostezo todo sucede lentamente: los niños nacen después de los nueve meses, las vacas dan crema en lugar de leche, los relojes tardan para dar sus horas, el día dura más y la noche también. Ese surrealismo de la vida cotidiana también afecta la justicia: es tan lenta que los matrimonios tardan tanto en divorciarse que prefieren reconciliarse.
Macedonio Fernández, el escritor argentino también abogado, apuntó en sus cuadernos de notas lo siguiente: “Siempre hay tiempo para llegar tarde; es lo más holgado que tenemos”, y en otra página: “El matrimonio se va; ya no será necesario ni para divorciarse”. Ni Feher ni Macedonio se conocieron personalmente, pero sus páginas se saludan en ese cuento mexicano y en ese apuntamiento argentino; su alta creatividad se inscribe en una categoría literaria y humorística que se goza más allá de lo racional para adscribirse a mundos ficcionales poblados de ingenio que se hace felicidad al leerlos. Ambos son hacedores de asombros y humores.
El pueblo El Bostezo, ubicado en la nebulosa Sierra El Retiro, bien podría fundamentar su moral en el principio macedoniano “Siempre hay tiempo para llegar tarde”; y para su sistema jurídico, podría hacer uso del brocardo o principio general de derecho “El matrimonio no es condición necesaria para el divorcio”. Así, llegar tarde a una cita sería una lujosa virtud, pues la gente puede derrochar el tiempo que tanto le sobra, y algún hábil abogado podría idear una solución para la lenta justicia: iniciar el divorcio incluso antes que se casen los novios, apoyado en la teoría del Derecho de Macedonio, que postula la no necesidad del matrimonio para divorciarse.
Recuerdo que en una clase un alumno le preguntó al maestro Feher que cuántos idiomas sabía hablar. Inmediatamente respondió: “Hablo cinco idiomas. Todos en español”. Macedonio Fernández, en El Recienvenido, decía que no sabía callar en alemán. Henry Bergson, en su famoso ensayo sobre la risa, observó que fuera de lo propiamente humano no existe lo humorístico, y lo humano incluye la palabra, que con habilidoso ingenio puede trenzarse hasta lograr la contradicción lógica hilarante. ¿Cómo se podría hablar cinco idiomas en una sola lengua? ¿Cómo es que se puede callar en alemán o italiano si el callar es ausencia de palabras?
Tengo la bienaventuranza de la amistad del maestro Eduardo Luis Feher. Estos días pasé a saludarlo en su oficina de la Facultad de Derecho de la UNAM; en su escritorio había un libro de su autoría, me señaló que podía hojearlo: entreví en el índice una página dedicada a Macedonio Fernández. Pensé que era un motivo inmejorable para escribir sobre la literatura del gran maestro mexicano y el escritor argentino; entonces surgió naturalmente el título de este texto “Feher, Macedonio y un libro sobre el escritorio”. Lo demás está más arriba.
*Carlos Martínez Loza. Es escritor y profesor de la Facultad de Derecho de la UNAM. Correo: carlosmartinezloza@hotmail.com