DÍA DEL MAESTRO, 2024

Por: Alejandra Salgado Romero

“Un buen profesor debe tener dos características imprescindibles: vocación y capacidad de entretener. La vocación la necesita para dominar la técnica e intentar mejorar cada día y la capacidad de entretener es ineludible para transmitir conocimientos con fluidez. Estas cualidades no se pueden ver en un currículum; sólo se reconocen con el trato personal”
Mónica T. Stocker

El 15 de mayo se celebra en México una fecha muy significativa: el “Día del maestro/a”, noble labor en la que nuestro máximo objetivo es formar generaciones tras generaciones de seres humanos, académica y valorarmente, así que se hace indispensable un dominio de contenidos, una formación pedagógica, una demostrada vocación, y una personalidad moral en la que se demuestre conocer, entender y saber aplicar en la práctica conceptos como equidad, justicia, solidaridad, empatía y compromiso social. Un buen docente se preocupa por lograr integrar los conocimientos, habilidades y valores necesarios para que las y los estudiantes se formen como ciudadanos y ciudadanas valiosos y comprometidos/as con forjar una sociedad progresista, lo que hace necesario contar con la participación y un gran esfuerzo de padres, madres, docentes, autoridades y de la sociedad en general, e implica reconocer, -con honestidad, pero también, asumiendo el compromiso que ello representa-, que ser docente de ningún modo se puede limitar a desempeñar algunas contadas actividades como pasar lista, exponer temas en clase y asignar una evaluación.

Hasta la primera mitad del Siglo XX, las y los docentes gozaban de un considerable status social como parte de la “clase pensante”, pues se aceptaba que aun cuando no eran sabios al estilo de un científico, la maestra y el maestro sabían ser reconocidos como la voz de la autoridad en cuestiones tan vitales como el desarrollo madurativo, mental y afectivo de niñas, niños y jóvenes, y su autoridad social en diversos asuntos se percibía como decisivo; en cambio hoy, a pesar de que la escuela se ha convertido en casi la única alternativa de formación racional, ordenada y moral, se insiste en considerar a los y las docentes, como educadores/as intelectuales de tercera clase, perdiendo mucha de esa autoridad moral debido a muy variados factores, de los que mucho se ha hablado y escrito. Debemos considerar, entonces, que las y los docentes en nuestro país ejercemos la labor teniendo como contexto el avance en las diversas áreas del conocimiento, la innovación en los modelos pedagógicos, la creciente problemática sociocultural y la cada vez más evidente diversidad en múltiples aspectos, lo que representan factores que están obligando a un ejercicio de la docencia a través de más de un papel o función, ya que dentro de la práctica docente podemos descubrirnos desde como facilitadores del aprendizaje, administradores/as estratégicos/as, tutores/as, orientadores/as educativos/as, diseñadores de materiales didácticos, elaboradores/as de instrumentos de evaluación, diseñadores/as, interpretadores/as y aplicadores/as de reglamentos, asesores/as de padres y/o madres, mentores/as o guías de nuevos/as colegas, entre muchos otros.

En el Día del Maestro/a, se hace imperativo que las y los docentes reflexionemos y aceptemos que debemos no sólo conocer la percepción de la sociedad en el pasado con referencia a nuestra labor, sino valorar lo que ahora se habla sobre ella, y dimensionar lo mucho que nuestra trayectoria impactará en el futuro… no se trata de lograr obtener beneficios momentáneos, sino escribir, mediante nuestra diaria actuación, la versión de lo que sobre nosotros/as se tendrá como registro histórico en el futuro. Por ello, quienes tenemos la gran oportunidad de formar las nuevas generaciones, debemos integrar como parte de nuestras características, entre otros muchas, las siguientes: a) Entusiasmo (creer en lo que hacemos, vivirlo, de manera que transmitamos el entusiasmo y la pasión de aprender a las y los estudiantes); b) Optimismo pedagógico (ante las posibilidades de mejora de las y los estudiantes); c) Liderazgo (que nazca de nuestra actuación, abriendo horizontes al estudiantado y representando la voluntad del grupo, con dedicación y trato, ejemplo y valores…); y, d) Demos afecto a nuestro alumnado (no por lo que hacen, sino por lo que son) lo que proporcionará la imprescindible seguridad, y también brindarles nuestra confianza (creyendo en las posibilidades de todos y todas nuestras alumnas), lo que reforzará el impulso de las y los estudiantes para demostrar su capacidad. Para ello, resulta determinante que, antes de llegar al aula, todo y toda docente recordemos que, según diversos estudios, después de los factores familiares, la capacidad del o la docente es el factor determinante más influyente en el éxito de los y las estudiantes, – aún más allá de su nivel socioeconómico-, y a partir de ello, nos inspiremos para buscar mejorar siempre nuestra labor, sintiéndonos parte medular en la vida de los y las integrantes de tantas y tantas generaciones.


Pero también, más allá del discurso de conmemoración, y por encima de cualquier tipo de ceremonia o festejo, existe la necesidad imperante de que los y las docentes defendamos, busquemos y hasta exijamos en la práctica la revaloración de nuestra labor, dignificando el papel que en nuestra sociedad desempeñamos, y ello requiere como punto de partida que comprendamos la función social de nuestra labor. México demanda políticas públicas que aseguren la formación de docentes profesionales, comprometidos, satisfechos y reconocidos por su desempeño… se debe asumir que ser docente no es sólo desarrollar actividades a partir de un programa académico, nuestra invaluable aportación va más allá, contribuye a la mejora de la persona, la familia y la sociedad, y ante ello, la profesionalización docente es la mejor inversión que puede y debe hacerse en el sistema educativo.


Les deseo una semana excelente y agradezco sus aportaciones y/u opiniones a través del correo alexaig1701@live.com.mx.

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