La docencia y su función social

Por: Alejandra Salgado Romero

“No cabe duda que México fue transformado por la educación, pero México, también transformó a la educación…los maestros de México ya no son los misioneros de los años veinte, son los promotores del siglo XXI”

Carlos Fuentes

Hace menos de un mes se celebró el muy tradicional “Día del maestro”, y entre felicitaciones y festejos, quienes hemos asumido el gran compromiso de pertenecer a un sector que incide de forma directa en la vida de tantos y tantos seres humanos, percibimos y vivimos un 15 de mayo permeado por un escenario que invita a reflexionar sobre tantos y tantos aspectos relacionados con nuestra labor. Sin duda, todo en la vida es aprendizaje… Emilio Tenti Fanfani aportó, hace varios años, de forma visionaria que, «en el futuro, el aprendizaje será cada vez más formalizado, aportando como prueba de ello la prolongación de la instrucción escolar hasta edades cada vez más avanzadas y, al mismo tiempo, más temprana: en lugar de la pregonada muerte de la escuela, lo que se observa es una institucionalización creciente de los aprendizajes a lo largo de toda la vida».

Aristóteles decía que lo que mantiene viva a la sociedad es la solidaridad y la comunidad de las personas alrededor de las ideas tales como el bien, la justicia y la verdad. Podemos entonces asegurar que cuando no se tiene coherencia con estos significados, la sociedad se empobrece de los vínculos de unión que aseguran su permanencia… y la educación tiene como tarea la conservación de valores que promuevan la cohesión social, para sostener la sociedad. Por ello, la razón de ser de la docencia es cada estudiante, pues sin él (ella) no tendría sentido la educación. La educación entonces es enseñar algo que es real, verdadero y que contempla, en todo momento, valores. Y es que todo ser humano es un ser social, histórico, concreto y reflexivo, que posee un sistema de creencias y donde existe una relación dialógica entre el/la docente y el /la estudiante, donde el alumnado interactúa entre ellos y ellas, con su entorno y con su propio pensamiento.

Uno de los retos que es permanente para el o la docente es la creación de una cultura de conocimiento, donde los y las estudiantes puedan discutir y solucionar los problemas que el entorno les presente. Los y las docentes tenemos la responsabilidad de que el conocimiento que trasmitamos sea significativo, que se exprese bajo un lenguaje comprensible y que permita al o la estudiante contextualizar los conocimientos y reflexionar sobre las relaciones del mismo. Todas y todos queremos aprender… el ser humano aprende por naturaleza a partir de sus propios significados. Los y las docentes tenemos una enorme responsabilidad, porque tenemos que comprender la complejidad de la tarea a la que estamos comprometidos (as) y trabajar para lograr transmitir los contenidos a las y los estudiantes con significado en la relación pedagógica, especialmente conociendo y estudiando los modos en que ellos y ellas se apropian del conocimiento. Diversos autores y autoras han llegado a la conclusión de que la docencia se justifica en que hay alguien que desea aprender, por lo cual, las y los docentes debemos sistematizar nuestra labor, para lograr los fines específicos y mejorar los procesos.

Es en este contexto que se hace imperativo reconocer que aún cuando es cierto que el mundo ha transformado las necesidades educativas, es ahora cuando se hace mucho más evidente y urgente atenderlas, frente a un mundo globalizado: «Por eso la escuela no sólo debe transmitir conocimientos, sino que su función esencial es formar el criterio necesario para transformar esos saberes en una herramienta útil para enfrentar las nuevas situaciones con que el mundo espera a los alumnos a la salida de su ciclo escolar”, -enfatiza Manuel Álvarez Trongé-, añadiendo: “Educar no es sólo enseñar, sino lograr que el estudiante aprenda».

Por ello, especialistas han llegado a la conclusión de que quien intente ayudar a las y los demás a aprender, debe tener la capacidad de resolver los problemas que se le presenten en la dinámica educativa, bajo los principios de solidaridad y dignidad, tomando en cuenta no sólo el componente del conocimiento, sino también el componente afectivo, porque en la mente perdura lo que nos gusta, lo que nos hace sentir bien. Por lo tanto, la educación se convierte en un proceso de comunicación simbólica y afectiva, elementos sin los cuales se convertiría en un acto antipedagógico.

Todo niño, niña y adolescente necesitan sentirse valorado/a, respetado/a y tomado/a en cuenta. No se debe olvidar que la educación busca la felicidad y realización del ser humano y el o la educadora debe tener una inteligencia social adecuada para poder transmitir el conocimiento, bajo la perspectiva de que el ser humano no puede renunciar a aprender, porque en la vida tiene que resolver problemas que se susciten en cualquier momento. Y a pesar de que el panorama actual se muestra un poco desalentador, -porque pareciera que la educación no está logrando sus propósitos-, se hace imprescindible entender que la educación debe modificar el ambiente y por ende, transformar nuestro futuro. La enseñanza exitosa requiere que las y los profesionales de la educación tengamos una comprensión profunda del desarrollo humano, de las teorías del aprendizaje, de la instrucción, de la motivación y del manejo de la clase, así como la manera de evaluar el aprendizaje de nuestros/as estudiantes.

En un estudio sobre la importancia de la labor docente, una docente aportó que «el rol de enseñar la currícula establecida pasa muchas veces a un segundo plano. En ocasiones uno se enfrenta a chicos que se duermen en clase porque trabajaron la noche anterior u otros que están con la panza vacía. En estas circunstancias es difícil hacer que se interesen por el Imperio Romano; nuestros roles cambian. Solemos transformarnos en psicólogos, asistentes sociales, en orejas dispuestas a dar consejos en situaciones que muchas veces nos exceden». Y es cierto, el paradigma social se modifica y la escuela no queda ajena a ello. «No es lo mismo enseñar en un momento de certezas que en uno de incertidumbre y cambio constante” –aportó al respecto la licenciada Adriana Napque, “la verdadera tarea, pues, no es sólo enseñar conocimientos e instruir, sino formar, siendo ello mucho más integral y complejo”.

Por último, una conclusión obtenida mediante una investigación realizada por Cimientos (organización sin fines de lucro), es que el aspecto más valorado en las y los docentes por el estudiantado, es el del compromiso, que excede la transmisión de contenidos… es ahí donde se centra la preocupación extra por las y los alumnos como personas y no sólo como estudiantes… en palabras de las y los estudiantes encuestados/as: “un buen docente acompaña y enseña para la vida».

Les deseo una semana excelente y agradezco sus aportaciones y/u opiniones a través del correo alexaig1701@live.com.mx.

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