Responsabilidad afectiva
Por: Alejandra Salgado Romero
“La responsabilidad afectiva es una forma de comportarse, por lo que podemos aprenderla, desarrollarla e incluso mejorarla a través del tiempo y las experiencias. Ser conscientes de nuestros sentimientos y tomar en cuenta los de la otra persona es una muestra de inteligencia emocional”
Gaceta UNAM
Analizar nuestra sociedad y lo que en ella sucede genera aceptar la enorme necesidad de fortalecer la educación emocional en todos niveles y ámbitos. Por ello, necesitamos comprender la importancia de la responsabilidad afectiva, y la académica de la Facultad de Psicología de la UNAM, Mariana Gutiérrez Lara, aportó que este término está orientado a la percepción que un ser humano tiene o puede llegar a tener con relación al impacto que tienen sus palabras y actos en el otro/a; es decir, -señaló-, “lo que tú vas a decir va a tener una consecuencia en las emociones de la otra persona”. Además, especificó que para tener responsabilidad afectiva es importante incorporar a nuestros valores y hábitos algunos aspectos, entre los que se encuentran: a) Respeto: a la otra persona, pero también a uno/a mismo/a, ya que para tener una buena responsabilidad afectiva es necesario saber si nuestras propias necesidades se están cumpliendo e identificar si estamos permitiendo cosas que no nos gustan; b) Honestidad: a través de la autobservación debemos revisar si encontramos lo que necesitamos en la relación, pero también, si tenemos las características que favorecen para que la otra persona se sienta cómoda, ya que podemos ser persona valiosas, pero no necesariamente cumplimos con las expectativas de las y/o los demás; c) Reciprocidad: en todos sentidos y de forma continua en toda relación; d) Diálogo: se necesita comunicación y capacidad de escucha, además de acuerdos y ajustes, ya que el objetivo es que cada uno/a sume al proyecto vital del otro/a; y, e) Saber decir adiós: asumiendo que, en ocasiones, lo más sano o beneficioso es separarse de manera respetuosa y saludable.
Lograr ser responsable afectivamente implica, entonces, hacernos cargo de nuestras propias emociones y actos en nuestras relaciones… y responsabilizarnos con los/as demás y con nosotros/as mismos/as facilitará la manera como desarrollamos nuestra vida emocional. Algunos/as especialistas también han abonado sobre prácticas responsables afectivamente, insistiendo en la importancia de: a) Construir una comunicación clara y honesta: a la hora de expresar nuestra forma de ver las cosas, de manifestar cómo nos sentimos con respecto a determinadas actitudes, acciones o circunstancias, sentando bases para poder expresarnos cómodamente; b) Asimilar las consecuencias de nuestros actos: es muy común que no somos verdaderamente conscientes de que lo que hacemos y cómo puede afectar a otros/as, y algunas actitudes o actos pueden causar en los/as demás desde falsas ilusiones, hasta alegrías genuinas, por lo que en cualquier caso, debemos asumir y, sobre todo, asimilar los efectos de lo que hacemos; c) Trazar límites: los límites en las relaciones interpersonales son fundamentales para un ejercicio afectivo sano y de reciprocidad; d) Cuidado mutuo: saber cómo cuidar al otro/a, especialmente, de uno/a mismo/a, lo que no significa que uno/a deba hacerse cargo de las emociones del otro/a, pero sí de la responsabilidad de no ocasionarle afectaciones negativas; e) Validar al otro/a: impedir que el otro/a exprese o no validar sus emociones son prácticas que deben evitarse para impedir conflictos y todo tipo de problemas asociados a una relación afectiva; f) No engañar: asumiendo que el engaño es una conducta de amplio espectro, por lo que debemos siempre cuidar ser coherentes y sincero/as, especialmente para y por nuestro propio bienestar.
La responsabilidad afectiva es indispensable y resulta prioritaria en los distintos tipos de vínculos, no únicamente en los románticos, sino también en los de amistad o los familiares; crea vínculos sanos, que son los que nos permiten, por una parte, experimentar seguridad a partir del afecto y, por otra, construir autonomía personal, percibiendo y sintiendo una interdependencia entre las personas. Algo relevante en este tema es que, históricamente, las mujeres somos más abiertas a mostrar nuestros sentimientos y eso permite que demostremos mejor nuestra responsabilidad afectiva. Afortunadamente, aunque lentamente, los hombres han comenzado a abrirse emocionalmente en busca de mejorar sus sentimientos y a la vez establecer relaciones afectivamente sanas, reconociendo lo importante que es expresarse y manifestar cómo están sentimentalmente.
Fomentar en niñas, niños y adolescentes la práctica de la responsabilidad afectiva, implica hacerles comprender la importancia de las emociones, así como fomentar en ellas y ellos valores, tales como la empatía, la sinceridad y la compasión, para que logren desarrollar la capacidad de analizar sus actos y determinar las consecuencias que estos pueden tener en las y los demás. También, al tiempo que les enseñamos a cuidar de las y los demás, es necesario hacer que comprendan que deben saber alejarse de manera responsable y sana, de aquellas personas que les generen emociones negativas, ya sea a través de sus palabras o con sus acciones. Todo ello, sin duda, siempre abonará a tener una mejor sociedad.
Les deseo una semana excelente y agradezco sus aportaciones y/u opiniones a través del correo alexaig1701@live.com.mx.